El premio del Basque
El martes, temprano, Leo Espinosa necesitaba un café en vena antes de responder la pregunta: ¿en qué invertiría los 100.000 euros del premio que apenas unas horas antes le habían otorgado, el Basque Culinary World Prize, que distingue a chefs con iniciativas transformadoras? Había dormido poco y ni siquiera tenía la certeza de que no lo hubiese soñado.
La cocinera colombiana trabaja desde su fundación con comunidades indígenas de su país y ayuda a pequeños productores. Espinosa, reconfortada con ese aromático e intenso café afrocolombiano (su propia cocina es un canto a lo afrocolombiano) cultivado con su ayuda en la comunidad del Guamal, contaba que es una decisión que ella y su hija deberán tomar con el alma y la razón para aprovechar muy bien los recursos. Y soñando despierta, empezó a hablar de comunidades donde invertir en el Pacífico de Cauca, “para fortalecer a un grupo de mujeres que trabajan por visibilizarse y con quienes hemos empezado a comercializar una salsa que aglutina el sabor de su cocina”. También le gustaría apoyar una producción de fermentado de jumabalee, una cereza local, en la isla de Providencia. O a un grupo de indígenas de la etnia inga que habitan en el Putumayo y elaboran subproductos de especias locales.
Ahora, explicaba, anda metida en dos proyectos: la construcción de un centro integral de gastronomía en Coquí-Chocó, un espacio de intercambio de conocimientos sobre el uso de las especies sembradas y otros ingredientes locales, para consolidar cadenas de valor desde la producción a la comercialización, contribuyendo al desarrollo sostenible. “El segundo es la producción y comercialización de quamba, “una bebida carbonatada de limón y panela artesanal procesada por mujeres del municipio de Villeta, con el que queremos fortalecer el tejido social”.