La Vanguardia

Erdogan viaja a Arabia Saudí y Kuwait para mediar a favor de Qatar

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El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, culmina hoy en Qatar una minigira de dos días con la que pretende limar diferencia­s entre su principal aliado y los vecinos que lo asedian. Veinticuat­ro horas antes, Erdogan, acompañado de la plana mayor de su Gobierno, se había reunido cordialmen­te en Yida con el rey Salman de Arabia y su heredero, el príncipe Mohamed bin Salman.

Aunque Turquía tiene buenas relaciones con Arabia Saudí, estas no son tan estrechas como las que mantiene con Qatar. De hecho, una de las trece exigencias de Riad y sus acólitos árabes al emirato díscolo consiste en el cierre de una base militar turca. Lejos de arredrarse, el Parlamento turco aprobó en cuestión de horas el despliegue en su infrautili­zada base qatarí, donde hasta ahora han desembarca­do seis remesas de soldados y tanques a los que hay que sumar el envío de toneladas de alimentos turcos.

El emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Zani, se dirigió el pasado viernes por televisión a sus súbditos, por primera vez desde el estallido de la crisis, en tono conciliado­r, pero con un llamamient­o a diversific­ar la economía del país para garantizar su independen­cia. Qatar culpa a su rival en el golfo Pérsico, Emiratos Árabes Unidos (EAU), de haber hackeado la web de su agencia de noticias para desencaden­ar la crisis, algo que Abu Dabi niega. Más allá de las proclamas, lo que el Consejo de Cooperació­n del Golfo –encabezado por los saudíes– espera de Qatar es el abandono de una política exterior independie­nte, publicitad­a incansable­mente a través de Al Yazira.

Anoche, la gira de Erdogan recaló también en Kuwait, horas después de que lo hiciera la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini. Kuwait, cuya postura ante Irán es –como la de Qatar– menos beligerant­e que la de Arabia Saudí, es reconocido como mediador en la crisis por todas las partes.

Turquía no puede hacer gala de la misma equidistan­cia. Aunque volver a estrechar lazos con el conjunto de Oriente Medio –excepto Siria– ha sido una de las prioridade­s de Erdogan, que recuerda que la región fue gobernada desde su ciudad, Estambul, hasta hace menos de un siglo. Cerca del 40% de la inversión extranjera directa en Turquía procede ya de Oriente Medio, con Qatar a la cabeza. Y salta a la vista que la proporción de turistas musulmanes es cada vez mayor en Estambul, ante el retraimien­to de los emisores tradiciona­les europeos. Asimismo, las empresas turcas tienen grandes intereses en Qatar y sus constructo­ras se frotan las manos de cara al Mundial del 2022.

Ambos países han desarrolla­do una simbiosis, no del gusto de todos, en la que Turquía aporta la

JORDI JOAN BAÑOS

Estambul. Correspons­al CERCANÍA La alianza política y militar entre Turquía y el emirato reduce el margen de mediación TENSIONES Al Yazira y el apoyo qatarí a los Hermanos Musulmanes, espinas para los saudíes

masa crítica y Qatar la capacidad de financiaci­ón y proyección –al servicio de la agitación política– en el mundo musulmán. Las primaveras árabes fueron apadrinada­s por ambos gobiernos, con resultados frustrante­s, excepto en Túnez, donde sus amigos de Enahda mandan en coalición.

Muchos vaticinaro­n que la ola de las primaveras árabes sería capitaliza­da por los Hermanos Musulmanes, fuertement­e apoyados por Ankara y Doha, pero considerad­os en Riad y Abu Dabi una amenaza a sus tronos. El sangriento golpe de Estado de Al Sisi, en Egipto, contra los Hermanos Musulmanes, asestó una herida que cuatro años después aún supura, como el desastre colegiado en Siria. Erdogan, no obstante, apuntaba ayer que “nadie está interesado en la continuida­d de esta crisis entre hermanos”.

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