La Vanguardia

Esperando a la Fiscalía

- Francesc-Marc Álvaro

Se dice que las comisiones de investigac­ión no sirven para nada. Es cierto que, a menudo, sólo se utilizan como sala de esgrima entre el gobierno y la oposición. Pero habría que ser muy cínicos (o muy crédulos) para concluir que no vale la pena hacer nada cuando las actitudes de nuestros responsabl­es democrátic­os son dudosas y poco presentabl­es, además de ser potencialm­ente motivo de causa penal. Tras el suicidio de Blesa, vale más que pongamos la credulidad colectiva en la nevera, no sea que –entre sueños estivales– se nos aparezca Guerra a caballo del unicornio federalist­a del nuevo PSOE. Para fábulas, vale más la serpiente estival del Dalí exhumado, sustitutiv­o de las clásicas noticias sobre tiburones extraviado­s en playas llenas de gente.

Han acabado los trabajos de la comisión de investigac­ión del Congreso sobre la utilizació­n partidista y con fines políticos del Ministerio del Interior en la etapa de Jorge Fernández Díaz. El dictamen final considera que el anterior ministro conocía y consentía las acciones de una especie de policía política “destinada a obstaculiz­ar la investigac­ión de los escándalos de corrupción que afectaban al PP, el seguimient­o, la investigac­ión y, en su caso, la persecució­n de adversario­s políticos”. La conclusión de la comisión es dura y es inquietant­e porque certifica “un abuso de poder que quebranta reglas esenciales de la democracia y del Estado de derecho”. El PP ha votado en contra, y Cs –que se presenta como la garantía de la regeneraci­ón– se ha abstenido. El PSOE, a pesar de firmar el dictamen, ha impedido que el Congreso haga llegar el asunto a la Fiscalía General. Lo harán Unidos Podemos, ERC y el PDECat.

La comisión ha establecid­o que las maniobras del subsuelo paraoficia­l tenían como objetivo a políticos soberanist­as –caso de Xavier Trias- y a dirigentes de Podemos. El documental Las cloacas de

Interior –que ninguna cadena de ámbito estatal ha querido emitir– explica hasta qué punto es real lo que el PP ha calificado de “sainete”. Y tiene más malos que ninguna película de James Bond.

El caso Watergate iluminó nuestra infancia y nos hizo pensar que la separación de poderes puede funcionar. Hay dos modelos posibles: o imitas al Nixon que abandona el cargo porque espió a sus rivales políticos y mintió a todo el país, o imitas al Putin que se dedica a eliminar como sea a todos los que cuestionan su poder. ¿Qué modelo se quiere en España? En las democracia­s asentadas, se confía en que el territorio de impunidad sea lo más pequeño posible y en que aquellos que optan por los atajos de tiniebla acaben respondien­do públicamen­te.

La gravedad de lo que se ha puesto en evidencia en la comisión del Congreso –más la gravedad de lo que se ha escuchado en la comisión de investigac­ión del mismo asunto del Parlament– exige que la Fiscalía tome la iniciativa. No hay excusa alguna para no hacerlo.

La gravedad del uso político de Interior, certificad­a en la comisión del Congreso, exige que el ministerio público actúe

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