La Vanguardia

“Me motivó que los Juegos salieran bien”

- SANTIAGO TARÍN Barcelona

En los Juegos hay tareas en las que nadie repara. En Barcelona, muchas de ellas las hicieron voluntario­s. En 1992, Josep Lluís Pibernat fue conductor de los servicios médicos y también estaba encargado de recoger muestras de orina de los deportista­s y llevarlas a analizar.

Un día, Pibernat recibió una carta del RACC en la que se pedían conductore­s voluntario­s para los Juegos Olímpicos, y se apuntó. “Me motivó que salieran bien, que no fuera por culpa mía que no salieran bien. Fue por Barcelona”.

Cuando reunieron a todos los que iban a ser conductore­s, le hicieron una propuesta: ir al servicio médico. Dijo que sí porque le daba igual el sitio. De las semanas previas recuerda que “nos hicieron una excursión en autocar por las rondas, que no estaban aún acabadas, no estaban todas las salidas”. Bromea señalando que “tuve una beca para conocerlas”.

Empezaron el trabajo antes de la ceremonia inaugural “y me daba un poco de vergüenza ir ya de uniforme. Íbamos a conocer las instalacio­nes de todos los sitios. Fue divertido, no pasó nada desagradab­le”.

Los conductore­s del servicio médico tenían su cuartel general en la Cruz Roja, y los médicos estaban en el hotel Hilton. Cada mañana recogía su coche e iba allí, a esperar a dónde tenían que ir. “Entonces no había móviles, así que tenías que estar disponible.” Los coches eran Seat Toledo. Un día tuvo un pequeño golpe en el suyo y fue a la Zona Franca, donde había toda una explanada con vehículos de este modelo para los Juegos.

Pero también tenía otra tarea: ir a recoger las muestras de orina de los deportista­s para llevarlas a los laboratori­os para analizar, el control antidopaje. Para ello disponía de una credencial que le permitía acceder a todas las instalacio­nes y a veces tenía que esperar un buen rato, porque después de competir no siempre es fácil orinar.

De los Juegos vio poco, tan sólo estuvo presente cuando eliminaron a Sergei Bubka, que le pareció que iba muy sobrado y no le supo mal que quedara apeado. Y también recuerda que entrar en la Vila Olímpica era “como ir a Alemania del Este. Si llevabas algo se abría una valla. Llegabas a un lugar intermedio y de dentro salía otro coche a recoger en un lugar neutral. Tú no podías entrar y el no podía salir. Era como Berlín”. Y con grandes medidas de seguridad. No podía apartarse del vehículo y la policía revisaba continuame­nte los bajos.

Este hombre de humor británico que siempre ha trabajado en el sector editorial cree que Barcelona’92 siempre estará en la memoria porque fueron los primeros Juegos no tan rígidos como los precedente­s: había cierto caos que se agradecía. Y por el papel y cantidad de los voluntario­s. Otra cosa es su legado. No piensa que se pueda sacar provecho de todas sus instalacio­nes. “París y Londres celebran sus aniversari­os con otras Olimpiadas”.

Su trabajo como conductor le permitió recorrer nuevas vías de la ciudad: “Tuve una beca para conocer las rondas”

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KIM MANRESA
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2017
verano 2017

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