La Vanguardia

“Destacaba en altura, aunque era lo que menos me gustaba”

JAVIER SOTOMAYOR, CAMPEÓN OLÍMPICO DE SALTO DE ALTURA

- Barcelona SERGIO HEREDIA

En el vientre del Estadi Olímpic de Montjuïc, dos jóvenes se acercan a Javier Sotomayor (49). Vienen preparados: traen un papelito y el bolígrafo.

–Usted era un ídolo para mí –le dice uno de ellos. Sotomayor sonríe. Sotomayor firmará, claro que lo hará. Le pregunta el nombre al muchacho. Coge el papel y el bolígrafo. Se piensa el mensaje. Este icono va pausado. Escribe despacio, una buena parrafada. Es una de las anécdotas que vivirá ese día de finales de junio. Hace apenas un mes. El día en el que el olimpismo homenajea a las leyendas de Barcelona’92.

Por la tarde, en el estadio Serrahima, otro hombre se le acerca a Sotomayor. Le dice: –En Barcelona’92, usted iba perdido en un coche por la ciudad. Entonces paró a uno que iba por la calle y le preguntó: ‘¿Cómo se va a nuestro hotel?’. Aquel tipo era yo. ¿No se acuerda...?

Sotomayor pone cara de póquer. Y al rato, contesta:

–Sinceramen­te, le agradezco que me orientara en aquel momento. Pero la verdad es que me han pasado muchas cosas desde entonces...

¿Puede usted pasearse tranquilam­ente por La Habana? No demasiado. Siempre hay alguno que me reconoce.

¿Y qué le parece? Mi vida es así. Yo también tuve mis iconos: Juantorena, Alejandro Casañas...

¿Y cómo prefiere que le recuerden? ¿Por ser el campeón olímpico en Barcelona’92, o por conservar el récord del mundo en el salto de altura (2,45 m, desde 1993)? A día de hoy todavía me es difícil separar el uno del otro. Ahora mismo me reconocen más por tener el récord del mundo. Supongo que sucederá lo contrario cuando me lo arrebaten.

¿Y por qué no se lo han quitado todavía? No lo sé. Habrá que preguntarl­e a quienes lo están intentando.

¿Cómo se siente ante el hecho de que no se lo hayan arrebatado? ¿Decepciona­do porque el ser humano no evoluciona? ¿Orgulloso? ¿Decepciona­do...? ¿Cómo me va a decepciona­r eso? ¿A quién no le gusta conservar un récord del mundo?

Creo que su pregunta es rara.

Javier Sotomayor aparecía ante la gran escena internacio­nal en 1987. Eran los Mundiales de Roma. Sotomayor tenía veinte años. Era un muchacho alargado, extraordin­ariamente técnico. Un niño que llevaba un tiempo arrasando en las categorías inferiores. A los 16 años ya saltaba 2,33 m. Y como júnior, había ganado el Mundial. En Roma, aún le faltaba un punto de madurez. Y tenía por delante a otros saltadores de pedigrí, muy carismátic­os: Patrick Sjöberg, Genadi Avdeenko, Igor Paklin o Carlo Tränhardt. En Roma, Sotomayor fue noveno.

¿Nunca se planteó jugar a baloncesto? Nadie ha saltado tan alto como usted. En la NBA... No se dio. A los diez años ya estaba practicand­o el atletismo.

¿Dónde era eso? En Limonar, en la provincia de Matanzas, en la escuela deportiva.

¿Y por qué se decantó por el salto de altura? En eso, en el salto de altura, era en lo que más destacaba. Aunque era lo que menos me gustaba.

¿Y qué le gustaba? La velocidad. Pero no era bueno.

¿Y sus padres? No eran atletas, ni nada así.

¿Qué hacían? Mi madre era licenciada en educación. Y mi padre, contable en una empresa de gastronomí­a. Éramos tres hermanos. Yo, el de en medio. Éramos una familia unida, feliz.

¿Tenían de todo? Lo normal. No éramos ricos, pero tampoco pasábamos hambre. El pan no faltaba.

¿Y Limonar? Teníamos nuestra pista.

¿Y la colchoneta para aterrizar...? Saltábamos en tijera. Caíamos en arena, o en serrín. Aquello era a finales de los setenta. Yo no era el único allí. En mi época convivía con Roberto Hernández (excelente cuatrocent­ista) y con Marino Drake. Este estuvo en la final de Barcelona’92. Drake llegó a elevarse hasta los 2,34 m.

¿A los diez años ya se fue a la escuela deportiva? ¿Aquel niño no lloraba por las noches? Al principio no era feliz. Pero entendí que aquello suponía un sacrificio. Me fui adaptando. Al fin y al cabo, ganaba campeonato­s.

Aquella escuela se encontraba a 18 kilómetros de la casa familiar. Sotomayor pasaba allí la mayor parte del tiempo. De lunes a viernes. Allí se entrenaba, y allí estudiaba. “Si no estudias, no sales de Cuba “, dice. En Cuba, el sistema de captación de deportista­s sigue siendo el mismo. “Viene de los años sesenta”, dice Sotomayor. Los entrenador­es se asoman a las escuelas y analizan a todos los muchachos. Buscan gimnastas, atletas, voleibolis­tas, luchadores... En Cuba hay 16 escuelas deportivas. Una en cada una de las provincias. Sotomayor es ahora un importante técnico en su país. Es el responsabl­e de la comisión de atención a los atletas en la Federación Cubana.

¿Es cierto que los técnicos se llevan a los más traviesos? Depende de lo que se ande buscando. Y de la práctica que se le quiera dar al muchacho. Lo que sí está claro es que de las escuelas salen el 99% de los deportista­s olímpicos cubanos.

¿Cuánto tiempo pasó usted allí? Bueno, lo cierto es que primero pasé por Varadero, que estaba aún más lejos de mi casa. A unos cuarenta kilómetros. Así que cuando pasé a Matanzas sentí que me acercaba a casa. Estuve allí cuatro años.

¿Y luego? Empezaron a salir los resultados. Pasé al equipo nacional de La Habana. Entonces, ya comprendí que podía ser un buen saltador.

¿Y antes? No lo sabía.

¿Qué hizo? A los 16 años, me elevé hasta los 2,33 m. Eso ya era el récord del mundo. Entonces sí: ¡Era muy bueno!

¿Y eso? Tenía talento y suerte. Y buenos entrenador­es, siempre a mi lado.

¿Y el dinero? No era el objetivo. El objetivo era ser el mejor.

¿Pero lo ganaba? En comparació­n a otros deportes, el atletismo no está bien pagado. Para mí, lo que cobraba estaba bien. Pero si me daban más, mejor.

Saltó 2,45 m. ¿Suficiente? No lo creo. Podía haber subido un poco más.

¿Cuánto? Hasta 2,46. Tal vez hasta 2,47.

¿Qué pasó? Mi entrenador murió en 1990 (José Godoy). Un infarto. Y luego pasé a otro (Guillermo de la Torre). Tuvimos que adaptarnos. Se perdió tiempo. Tardé cuatro años en avanzar un centímetro, de 2,44 a 2,45 m.

¿En serio? ¿Un salto de 2,45 m no era suficiente? (...)

UNA PLUSMARCA CON 24 AÑOS DE VIDA “¿A quién le gusta que le quiten el récord del mundo? Soy muy feliz por seguir aún ahí arriba”

Hoy, Sotomayor vive en La Habana. Tiene cuatro hijos. Los dos mayores practicaro­n atletismo, aunque lo dejaron en la adolescenc­ia. Uno de ellos había logrado elevarse hasta los dos metros en altura.

¿Cree que pesaba el padre? Puede ser.

SISTEMA TRADICIONA­L “Nuestro método de captación viene de los años sesenta: hay 16 grandes escuelas deportivas en Cuba”

En su época había leyendas: Lewis, Powell, Coe, Dreschler, Florence Griffith, Moses. ¿Y ahora? Ahora está el más grande: Bolt.

¿Y su régimen? ¿Se abre? Depende de lo que usted considere apertura. Nosotros no estamos cerrados. Con Estados Unidos se iniciaron pequeños pasos. Creo que no se avanzará, tras el cambio de gobierno en Washington. Lo poco que se había adelantado volverá atrás. Pero todo esto no lo hemos hecho nosotros.

 ?? JORDI LÓPEZ DOT / FEDERACIÓ CATALANA D'ATLETISME ?? Javier Sotomayor posando en el Estadi Olímpic de Montjuïc, el mes pasado
JORDI LÓPEZ DOT / FEDERACIÓ CATALANA D'ATLETISME Javier Sotomayor posando en el Estadi Olímpic de Montjuïc, el mes pasado

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain