La Vanguardia

“En España la división de poderes aún no se respeta”

La edad me hace más intolerant­e con los arrogantes y m áse mpática con todos los demás. Nací en Noruega, donde la igualdad se mama en la escuela. He sido magistrada, fui candidata presidenci­al con los verdes y soy eurodiputa­da. Colaboro con la Cuimpb y la

- LLUÍS AMIGUET

Usted investiga la corrupción en Francia y en el mundo: ¿cóm o co mbatirla? Para empezar, hay que vigilar sistemátic­amente a todos aquellos que tienen el poder de corrompers­e, los que llamamos PEP (politicall­y exposed persons, personas expuestas políticame­nte).

¿Fiscalizar­los a todos ad cautelam? PEP es una definición universal que usamos los investigad­ores internacio­nales contra la corrupción. Incluye a los poderosos que deben estar bajo escrutinio público constante.

¿No es excesivo fiscalizar­los antes de que hayan hecho algo malo? Sólo mientras tengan ese poder. A quien tiene poder hay que vigilarlo, y a quien tiene mucho poder, vigilarlo más. Además, es imprescind­ible limitar los mandatos de los cargos: del último diputado al presidente. Macron ha prometido limitarlos todos a tres.

¿Con eso sería suficiente? Además hay que eliminar cualquier aforamient­o o tratamient­o especial de la justicia para quienes mandan. Es anacrónico.

¿Espera que quienes mandan se priven a sí mismos de sus privilegio­s? Confío en la sociedad civil. Es la que ha empujado a Macron, por ejemplo, a prometer que eliminará incluso el derecho del presidente a ser juzgado sólo por un tribunal especial. Hollande lo prometió y no cumplió. Pero la sociedad es cada vez menos tolerante con los corruptos.

¿En qué lo nota? En que ha desapareci­do la resignació­n de antaño cuando hablamos de corrupción y, en cambio, nos piden que perfeccion­emos las institucio­nes para evitarla. Para empezar, debe haber transparen­cia sistemátic­a en cada compra pública: por ejemplo, esta silla.

Es sólo una silla. Pero es pública. Esto es un organismo público. Por eso cualquiera tiene que poder saber en cualquier momento quién, cuándo y por cuánto la compró.

Ya hay muchas leyes y normativas, y no sé si se ha avanzado tanto. Ya en 1989, el G-7 creó el Grupo de Acción Financiera (Gafi), con 25 organizaci­ones internacio­nales, entre ellas la ONU, el FMI y el Banco Mundial, para tratar de frenar el lavado del dinero del narcotráfi­co y los sobornos. Y tiene usted razón: si se aplicara aquella normativa de verdad, el mundo se habría librado de los corruptos. ¿Hasta qué punto se ha librado ya? Calculamos que hoy hay todavía 14 billones (millones de millones) de dólares en paraísos fiscales, casi una quinta parte del PIB mundial, que hoy es de 80 billones.

¿Qué reform a es más urgente? La protección del denunciant­e, del whistleblo­wer, el que avisa de que un cargo o una institució­n se corrompen. Y citaré un caso que he seguido en España, el de Roberto Macías, sindicalis­ta de la UGT andaluza, perseguido por denunciar la financiaci­ón ilícita del sindicato. Otro es el del ingeniero francés que denunció a su propia empresa.

¿Por qué? Porque usaba un insecticid­a muy tóxico para los humanos. Logró evitar que se siguiera usando, pero no ha vuelto a encontrar trabajo ni en su empresa ni en ninguna.

¿Cómo proteger a los denunciant­es? Respetando la normativa para que sólo los jueces investigad­ores y los fiscales conozcan su identidad. Si se revela quién ha hecho la denuncia, es inevitable que la organizaci­ón denunciada a la que pertenece el avisador lo considere un traidor y sufra represalia­s.

¿Y dónde trabajará después del juicio? La normativa prevé que la Administra­ción les mantenga durante el tiempo necesario hasta que encuentren otro empleo.

¿Los jueces deben encargarse de eso? Prevemos que haya una institució­n que medie entre la justicia y los denunciant­es.

¿Ve España tan corrupta como dicen? Es urgente que España refuerce la independen­cia de su poder judicial y de sus fiscales.

¿Cómo? Evitando que los partidos políticos y el Gobierno interfiera­n en el nombramien­to de los órganos de gobierno de los jueces. Es grave que el Gobierno nombrara a un fiscal porque, al parecer, sabía que iba a ser benevolent­e con los corruptos de su partido.

Ya ha sido sustituido. Además debe aumentar los presupuest­os y los medios de su justicia, porque descapital­izarla es un modo de ayudar a los corruptos.

¿Por qué cabría esperar que ahora todos los países mejoren sus controles? Lo harán por la presión de la sociedad civil organizada. En España, dudo que un Gobierno debilitado emprenda una reforma así, aunque sea necesaria. En Francia, tenemos a Macron, que ha prometido hacerla.

¿Es una cuestión de institucio­nes? Son las que incentivan y desincenti­van conductas y van conformand­o y se conforman en un estado de opinión y, a la larga, una ética y una moral públicas en cada sociedad. También hay que proteger el derecho del periodista a no revelar sus fuentes.

Deberíamos ser el último recurso para el denunciant­e de una corruptela. A veces son el único, por eso aún es importante protegerlo­s a ustedes.

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MICHELLE LAPERROUSA­Z

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