Remando juntos
Alas puertas de los Juegos Olímpicos de 1992, el fotógrafo Agustí Carbonell tuvo la ocurrencia de subir a una barca a Samaranch, Maragall, Pujol, Serra, Abad y Ferrer Salat en el puerto de Barcelona y ponerlos a remar juntos en la misma dirección, para ilustrar el espíritu colectivo. El que no lo veía claro era el entonces presidente de la Generalitat: a Pujol le costó sumarse a la tripulación olímpica, no sólo el día del retrato. Pero, al final, se consiguió la paz olímpica entre las instituciones, lo que no era fácil en unos años en que socialistas y convergentes se disputaban el poder. Y la centralidad política. Eso es lo que el Rey quiso poner de manifiesto cuando invocó “el espíritu de concordia, unidad y colaboración institucional” ante las autoridades presentes, en el CAR de Sant Cugat. Algo en lo que coincidió con el presidente catalán, que reconoció que los Juegos fueron una historia de éxito gracias al esfuerzo de todos. El clima olímpico marcó la celebración de los 25 años de aquel acontecimiento deportivo, que se convirtió en una gran ilusión ciudadana. Todos los presentes blindaron ayer la conmemoración contra las tensiones políticas, a pesar de que cada día suben de tono. Las buenas formas se impusieron al memorial de agravios, aunque para ser más exactos habría que circunscribir la frase a las celebraciones.
Josep Miquel Abad, consejero delegado del COOB’92, recordó en El món a RAC1 que todo empezó con un sonoro fracaso: la inauguración del Estadi Olímpic para el Campeonato Mundial de atletismo. El retraso del rey, los silbidos independentistas y sobre todo el temporal que puso de manifiesto las goteras de la instalación hicieron temer por los Juegos. Un asesor del COI le susurró a Abad: “Tenéis la inmensa fortuna de disponer de tres años para arreglarlo”. Fue un toque de atención que hizo que todo el mundo subiera el listón de su exigencia. Ojalá la política entendiera que estamos a tiempo de arreglar otros fracasos.