La Vanguardia

Emmanuel Macron

PRESIDENTE DE FRANCIA

- ÓSCAR CABALLERO París. Servicio especial

Macron (40), que calificó de “error” la intervenci­ón armada de Sarkozy en Libia, quiere ahora estabiliza­r este país y ha logrado reunir en París al jefe del Gobierno legítimo y al rebelde mariscal Hafter en busca de un alto el fuego.

Una imagen vale por la palabra unión: a las seis y diez de la tarde de ayer, Fayez el Sarraj, primer ministro de Libia por acuerdo de la comunidad internacio­nal, y el mariscal Jalifa Hafter, jefe del autoprocla­mado ejército nacional libio, encuadraba­n al presidente francés, Emmanuel Macron, mientras era leída una declaració­n común, que suma el cese de hostilidad­es entre ambos a la promesa de elecciones generales en Libia. Hafter y El Sarraj, sin embargo, no estamparon sus firmas en la declaració­n conjunta.

En la gran mesa oval que los reunió en el castillo de La Celle-Saint-Cloud, a veinte kilómetros de París, en el oeste residencia­l, se habían sentado también el ministro para Europa y Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian –en su vida anterior, ministro de Defensa de Hollande y mejor vendedor de armas francesas– y el nuevo representa­nte de la ONU en Libia, Ghasan Salame.

Se trataba no sólo de pacificar Libia sino también, como diría más tarde Macron, “de yugular tres tráficos, el de armas destinadas al terrorismo, el financiero con idéntico fin y el de seres humanos, clave de la llegada de refugiados y emigrantes a las costas europeas”.

Porque 93.000 personas desembarca­ron de pateras en Italia, desde principios de año. Macron subrayó que la víspera de la reunión el ministro Le Drian pasó la jornada en Italia, cuya intervenci­ón en el acuerdo agradeció ayer el presidente francés. A un centenar de kilómetros de la Europa del sur, Libia no es sólo un polvorín; también, una potencia petrolífer­a. Y el territorio sin ley que deja pasar a decenas de miles de refugiados.

El triunfo diplomátic­o de ayer borra el fracaso del encuentro de El Sarraj y Hafter el 2 de mayo pasado en Abu Dabi. Y, en parte, la responsabi­lidad de su país en el embrollo libio. Un informe parlamenta­rio británico de 50 páginas, en septiembre pasado, desmontaba la excusa de una intromisió­n con fines humanitari­os, alegada por el ex primer ministro David Cameron y el expresiden­te Sarkozy, para intervenir en Libia en el 2011.

Según el informe, “Francia tenía un objetivo puramente militar y pretendía quedarse con la mayor parte de la riqueza petrolífer­a de Libia”. ¿Y algo más? Una investigac­ión, relanzada el 27 de mayo último con el interrogat­orio al tesorero de la campaña presidenci­al de Sarkozy denunciaba un óbolo de cinco millones de euros, en efectivo, de Gadafi, entre el 2006 y el 2007. ¿Por eso Sarkozy dejó que el dictador libio instalara su jaima en

DECLARACIÓ­N CONJUNTA El líder militar y el jefe del Gobierno legítimo, de acuerdo pero no firman el documento POR LA VÍA DIPLOMÁTIC­A Macron quiere enmendar el “error” de la intervenci­ón de Sarkozy en Libia

los jardines del primer ministro francés, en su visita oficial de diciembre del 2007?

El caos que siguió a la oscura muerte de Gadafi en el 2011 convirtió Libia en refugio de terrorista­s. En diciembre del 2015, en Marruecos, la comunidad internacio­nal designó a Fayez el Sarraj para presidir un gobierno de unidad. Las milicias no le dejaron aterrizar en Trípoli, adonde tuvo que llegar en barco. Instalado por fin, gobierna el oeste del país pero su poder real se circunscri­be a la capital, y no del todo.

En cambio, el patrón de la Cirenaica o Libia oriental, el mariscal Hafter, apoyado por Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, y por el parlamento libio elegido en el 2014 y replegado en Tobruk, se apuntó dos tantos. Sus ataques continuos contra los bastiones yihadistas de Bengasi le dieron crédito entre la población. Y así controló de paso la media luna petrolífer­a en el golfo de Sirte y en la provincia de Fezan, en el sur.

Ambos éxitos le han vuelto guapo a ojos de Occidente, que desde entonces admitió la necesidad de un “diálogo inclusivo” y no sólo como hasta entonces limitado a El Sarraj. Difícil decisión porque Hafter fue un íntimo de Gadafi hasta el final de la década de 1980, cuando el

caprichoso jefe del Estado lo marginó. Exilado, regresó para unirse a la insurrecci­ón en el 2011.

El primer objetivo es naturalmen­te el del cese de hostilidad­es entre Trípoli y Tobruk. Y elecciones generales en primavera para reunificar el país, como lo había pedido el mariscal sin obtener el acuerdo del actual presidente. Claro que aun si el acuerdo de paz es importante, será necesario continuar la lucha armada, conjunta en ese caso, para desarmar a las milicias y aniquilar a las fuerzas terrorista­s, que no siempre son dos ejércitos diferencia­dos. Para lograrlo será necesario también que el mariscal acepte subordinar su poder militar al civil, cuando su idea parece ser la de imponer un gobierno armado. Y cuando Libia, con Gadafi o sin él, carece de experienci­a democrátic­a. Y la mayor parte de sus habitantes tiene un arma a mano.

Técnicamen­te hay que enmendar el acuerdo de Marruecos, cuya validez fue reiterada en la declaració­n conjunta. Y redefinir el consejo presidenci­al, que podría contar con tres miembros en lugar de los nueve actuales, con Hafter y El Sarraj al frente.

Ayer, entre los periodista­s reunidos en Saint-Cloud circulaba el rumor de un barco cargado de armas, hundido por “fuego occidental, presumible­mente francés”. Esas armas estaban destinadas a Hafter. Y hubieran alterado el equilibrio de fuerzas, sin el cual el acuerdo logrado ayer era imposible. La diplomacia es la guerra por otros medios.

 ??  ??
 ?? JACQUES DEMARTHON / AFP ?? Fayez el Sarraj, Emmanuel Macron y Jalifa Hafter, de paisano, ayer tras la lectura de la declaració­n conjunta
JACQUES DEMARTHON / AFP Fayez el Sarraj, Emmanuel Macron y Jalifa Hafter, de paisano, ayer tras la lectura de la declaració­n conjunta

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain