Josep Manuel Rueda
DIRECTOR MUSEU D’ARQUEOLOGIA
El Museu d’Arqueologia de Catalunya, que dirige Josep Manuel Rueda, participa junto a otra media docena de instituciones en las excavaciones de la Draga, en Banyoles, donde ha aparecido la primera arquitectura catalana.
Posiblemente es casualidad, pero entre el estudio de arquitectura que ganó el último Pritzker, el llamado “premio Nobel” de la disciplina, el estudio RCR de Olot, y el lugar donde trabajaron los primeros arquitectos “catalanes” conocidos hay exactamente... 22,9 kilómetros.
Las comillas de “catalanes” quieren indicar que estamos hablando de una tribu que habitó el Pla del Estany –muy cerca de Olot– hace entre 7.400 años y 7.000 años, de manera que apellidarlos puede resultar tan pantanoso como el lugar al que llegaron.
Las excavaciones que acaban de concluir en el yacimiento neolítico de la Draga, junto al lago de Banyoles, desvelan los primeros trabajos arquitectónicos de que se tiene noticia en esta zona del Mediterráneo.
Es uno de los primeros asentamientos humanos permanentes de la península Ibérica, y el único que se conoce construido en madera.
Media docena de cabañas, elevadas sobre el terreno, con toda seguridad para salvar las esporádicas crecidas del lago que tienen a pocos metros.
De hecho, dentro del lago existen restos de construcciones del mismo tipo, de manera que posiblemente el perímetro del charco era entonces distinto. El poblado no tendría más de 100 habitantes.
La investigación –en la que colaboran el Museu d’Arqueologia de Catalunya (MAC), la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Obra Social la Caixa, la Generalitat y el ayuntamiento de Banyoles– acaba de cerrar un cuatrienio de trabajos, en los que han participado unos 200 arqueólogos, en los que se han documentado miles de piezas, que ofrecen el mayor conjunto de herramientas y bienes de aquella época: alrededor de 200 útiles de uso cotidiano, entre ellas un arco entero, y otros dos fragmentados, hachas o palos para cavar; enseres domésticos como vasos de madera, cestas, cuerdas (de corteza de tilo) o cucharones; cientos de joyas, Este es uno de los primeros lugares con población sedentaria de la Península esto es, restos de conchas que traían desde el mar, a unos 35 kilómetros; alrededor de 80.000 restos de animales, básicamente huesos de especies como cerdo, cabra, oveja, ciervo, zorro, buey, corzo, jabalí, zorros, patos, peces…; y media docena de casas. Es decir, sus cimientos. No ha aparecido ningún resto humano.
Las excavaciones han sacado a la luz en las últimas campañas alrededor de 1.000 pilares de casas, la protoarquitectura catalana: recios troncos a los que sacaban punta con hachas de piedra y que clavaban en el fango hasta dos metros. Los carpinteros de la Draga demuestran gran técnica y mejor conocimiento de la materia prima.
Usan mayormente roble, pero también madroño y laurel; algunas especies no están todavía identificadas, pero se han conservado de manera excepcional gracias a haber quedado enterradas y bajo el agua al mismo tiempo, con ausencia absoluta de oxígeno.
Por el tipo de corte se sabe que los troncos fueron trabajados por distintas personas; a partir de ahí, los arqueólogos pueden sacar conclusiones (hipótesis, al menos) sobre el grado o tipo de organización social.
Una de las líneas de investigación trata de entender por qué exhiben cornamentas. Hay tres de buey, tres de cabra y una de corzo que sugieren algún tipo de uso decorativo o jerárquico. “Eran animales difíciles de obtener y de conservar, de manera que posiblemente mostrar sus cuernos una vez muertos indicaba poderío de algún tipo”, hipotetiza Antoni Palomo, arqueólogo del MAC y director de la excavación.
Muchos de los pilares de las casas están superpuestos, porque se cree que necesitaban un repaso cada cuarenta años aproximadamente. Eran estructuras sosteni-