Pasión por la fotografía
AVELINO PI (1933-2017) Fotógrafo de deportes
No hace demasiado que Avelino Pi nos dejó y hoy, recordando nuestra amistad de más de cincuenta años, me llegan imágenes y momentos intensos de relación, a menudo profesional pero siempre de compañeros, compartiendo juntos la pasión por la fotografía.
Hablaros de la personalidad de Avelino se me hace difícil, ya que era un hombre que sobresalía de lo que es corriente. Lo conocí cuando entré a trabajar como asistente en su estudio de fotografía industrial. Yo tenía entonces 17 años y, en aquellos momentos, él ya era un personaje lleno de inquietudes y con el deseo de romper moldes. Pocos años después encontró la que sería su gran pasión, la fotografía de deportes; y se entregó de lleno como con todo lo que hacía. En poco tiempo fue reconocido por la casa Agfa con un premio internacional de fotografía por una imagen de hockey que le permitió ir a las olimpiadas de Munich de 1972 y, acto seguido, expuso en el Real Círculo Artístico de Barcelona, con la presencia el día de la inauguración de Joan Antoni Samaranch (delegado nacional, en aquellos momentos, de Educación Física y Deportes).
Nunca se especializó en un deporte concreto, aunque él era un gran aficionado al tenis, que practicó durante un tiempo. Tanto en el golf cono en el fútbol, el atletismo, el tenis o la vela sabía encontrar el momento y el encuadre justo para ofrecernos una imagen en la que la presencia humana de esfuerzo o de riesgo la hacían única. Afable y próximo, trabó amistad con algunos de los deportistas que fotografiaba, como por ejemplo el golfista Severiano Ballesteros.
Años más tarde, colaboré con él en los Juegos Olímpicos de invierno de Sarajevo y los de verano de Los Ángeles de 1984. En aquellos momentos Avelino era ya el fotógrafo oficial del Comité Olímpico Internacional, bajo las órdenes de Juan Antonio Samaranch, presidente del COI. Fueron unos meses de mucho trabajo y de momentos duros por la presión del día a día. Él no paraba de disparar fotografías, y yo llevaba la parte de revelados. Recuerdo que en Sarajevo improvisamos un laboratorio en nuestra habitación del hotel, ante la precariedad de recursos de la ciudad; os podéis imaginar todo un mes trabajando y durmiendo en la misma habitación, respirando el perfume de los químicos de revelado, pero la gran capacidad de improvisación de Avelino y mi facilidad de adaptación hicieron que la situación fuera incluso divertida. Así era en muchos momentos nuestra relación.
Su profesionalidad, capacidad de trabajo y, a veces, sus arranques de tozudez, junto con el apoyo incondicional de su compañera, Katia Kaminski, lo llevaron a estar presente en casi todas las olimpiadas de los años siguientes, así como también en campeonatos mundiales de natación y atletismo, torneos internacionales de tenis, golf, campeonatos de fútbol y de vela, dejándonos centenares de imágenes que todavía hoy forman parte de la memoria colectiva. De todo este bagaje Avelino no se llevó tan sólo el reconocimiento al trabajo bien hecho, sino también afectos y buenas amistades del mundo del deporte.
Durante todos estos años, en muchos momentos, pude compartir con él una de sus más queridas aficiones, la montaña, y aquí pude conocer su parte más humana, divertida, imprevisible y siempre atrevida.
Juntos nos reímos mucho, y es este sin duda el mejor recuerdo que guardaré de él.
Hace unos meses, hablando de los años pasados, le dije que podía estar agradecido a la vida, ya que muchos de sus proyectos y deseos se habían cumplido, especial- mente que CaixaForum presentara un monográfico de su obra, y que el Arxiu Nacional de Catalunya adquiriera su archivo fotográfico. Recuerdo que con una sonrisa plácida me contestó que, además, en estos últimos años por fin había podido disfrutar de la familia y también de los amigos y de la relación cotidiana con la gente.
Hoy, cuando se me hace presente el recuerdo de Avelino, Avel·lí para mí, siento que ha sido, y es, un personaje especial y entrañable.