El encanto de Barcelona

Los Juegos Olímpicos levantaron el telón oficialmente con una ceremonia de inauguración que deslumbró al mundo, como ponía este diario a toda portada. Del espectáculo mágico que se vivió en el Estadi de Montjuïc Bru Rovira destacaba en la crónica que el mensaje de la ciudad había sido universal y subraya el acierto del mensaje con el que empezó todo, aquel “¡Hola!” con el que se saludó a los espectadores y a los millones de televidentes. En el texto se reflejaba que en un mundo que lamentaba, por ejemplo, la guerra de los Balcanes, Barcelona tenía la ocasión de hablar otro idioma, el de la concordia y la amistad y que había aprovechado la oportunidad. “Mar

Mediterráneo, la llegada de la bandera, el encendido del pebetero y la gala lírica final fueron los puntos álgidos de la ceremonia”, escribían en otra página Santiago Fondevila y Félix Flores.

Dentro del suplemento olímpico se hizo hincapié en el momento del encendido del pebetero y también aparecen declaraciones de Juan Antonio San Epifanio, Epi, último portador de la antorcha. “Es el día más feliz de mi vida. No lo he sabido hasta el último momento”, señalaba, eufórico, el entonces jugador del Barcelona de baloncesto. Precisamente de baloncesto eran otros protagonistas del día, los miembros del equipo estadounidense, preparados para el debut. Juan Antonio Casanova reflejaba la camaradería con la que habían aparecido ante la prensa Michael Jordan y Magic Johnson (ahí es nada), con el único objetivo de recuperar el oro para Estados Unidos. Mientras, el seleccionador Chuck Daly, decía que les había hecho sudar para que se comportaran como un equipo.