La conexión Saporta
El dirigente madridista y Anselmo López fueron decisivos en la trayectoria de Samaranch y la elección de la candidatura catalana
En mayo de 1958, Jordi Bonareu había acabado la vinculación con el Orillo Verde de Sabadell y se desplazó a Madrid para negociar su incorporación con el Real Madrid de baloncesto. Viajó junto a su padre, Joan, y se reunió con Santiago Bernabeu y Raimundo Saporta. Comieron, como siempre, en el restaurante José Luis y acordaron el fichaje por el club madridista. Sin embargo, nunca llegó a jugar en el equipo blanco. Un ataque de ciática dejó a su padre postrado en la cama durante muchos meses y el magnífico pívot, que anotó 45 puntos en un partido ante Bélgica –un récord que se mantuvo muchos años–, tuvo que rectificar su deseo de ir a la capital española. Saporta le visitó en Mataró y en presencia de la familia rompió la ficha que le comprometía con el Madrid. “La persona está antes que el jugador, aunque soy consciente de que acabo de perder la Liga”, dijo el dirigente madridista. Y tuvo razón. Bonareu regresó al Barcelona para formar un tándem demoledor junto a Nino Buscató y ganar la Liga y la Copa. Luego, con 24 años y sólo seis en las pistas, se retiró para cuidar el negocio familiar. Pero la amistad con Saporta, que fue su padrino de boda, se mantuvo hasta el fallecimiento del directivo, en febrero de 1997.
Bonareu nada tuvo que ver con la aventura olímpica que Barcelona inició a finales de los años 70 del pasado siglo. Pero sí fue testigo en la sombra de muchas conversaciones que beneficiaron a las aspiraciones barcelonesas.
Lógicamente, la presencia de Juan Antonio Samaranch al frente del Comité Olímpico Internacional (COI) fue determinante en todo el proceso, así como el de tantas personas que se volcaron en el proyecto. Pero dos personas trabajaron durante años con discreción y acierto, y contribuyeron al éxito olímpico de Barcelona. Una de ellas es Raimundo Saporta, figura clave del Real Madrid de baloncesto; la otra, Anselmo López, uno de los forjadores del deporte de la canasta en España. Ellos dos, junto a Samaranch, formaron un triángulo clave en la trayectoria olímpica de la capital catalana.
La historia tiene su inicio en los últimos meses 1966 en el despacho de Saporta en el Banco Exterior de España. Una llamada de José Solís Ruiz, ministro secretario general del Movimiento –cargo que ocupó entre 1957 y 1969–, para asesorarse cambió el destino de Samaranch. Solís –su frase “más deporte y menos latín”, se hizo famosa– buscaba un sustituto de Elola-Olaso como delegado nacional del Consejo Superior de Deportes. Saporta dio el nombre de Samaranch, pero la reticencia del ministro fue explícita en primera instancia. “Pero si es catalán”, respondió. El dirigente madridista le contestó: “En Catalunya son practicantes del deporte y en Madrid somos espectadores”. El futuro del dirigente barcelonés dio un salto cualitativo a partir de ese instante, primero en España y posteriormente en el mundo al entrar en el Comité Olímpico Internacional, donde en una década ascendió a la vicepresidencia, y luego a ser nombrado, en 1977, embajador en la Unión Soviética, un destino en el que labró muchos contactos que le abrieron las puertas de la presidencia del COI.
Durante esta etapa, la relación con Saporta, que tenía una posición firme y muy influyente en la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) y por ende en otras esferas mundiales –en 1973 hizo posible que un Eurobasket se disputara en Barcelona y Badalona, y en 1982 colocó la inauguración del Mundial de fútbol en el Camp Nou–, continuó y fue de gran ayuda para Samaranch.
En 1980, cuando la génesis de Barcelona’92 ya se había producido, Samaranch reemplazó al irlandés lord Killanin al frente del COI, pero su llegada al organismo no fue sencilla. La situación del movimiento olímpico nada tenía que ver con la actual. Los Juegos de Montreal’76 habían dejado una elevada deuda y los de Moscú, a punto de iniciarse, llegaban con el boicot de Estados Unidos y otros 57 países tras la invasión rusa en Afganistán. Además, la francesa Monique Berlioux, la directora del COI desde la última etapa de Avery Brundage, era quien en realidad tenía todo el poder en la institución, lo que frenaba los planes del nuevo presidente.
LA POLÉMICA El ministro Solís Ruiz no quería a Samaranch, pero el madridista le recordó la importancia del deporte en Catalunya
LA REUNIÓN EN EL BEAU-RIVAGE Un encuentro entre Samaranch, Saporta y López en un hotel de Ginebra diseñó la estrategia que llevaría a la nominación olímpica
SOLIDARIDAD OLÍMPICA Anselmo López tejió una red de apoyos con el nuevo organismo, que ayudó a muchos países y llevó a 15 nuevos miembros al COI
Al año siguiente, una reunión entre Samaranch, Saporta y López en el hotel Beau-Rivage de Ginebra cambió el rumbo de la designación para 1992. Barcelona tenía un buen proyecto, con instalaciones excelentes, capacidad hotelera, sedes próximas y, sobre todo, la implicación de todas las instituciones, el Estado español, la Generalitat y el Ayuntamiento. Pero había otras candidatas y por delante de Belgrado, Brisbane,
Birmingham y Amsterdam estaba París. La capital francesa tenía el potencial suficiente para ser nominada, pero los tres dirigentes españoles diseñaron una estrategia para favorecer a Barcelona y, al mismo tiempo, ir limitando la autoridad de Berlioux.
El nacimiento de Solidaridad Olímpica, que dirigió Anselmo López, dio acceso a nuevos miembros en el COI, países que recibían ayudas directas –profesores, materiales, asesoramiento– para fomentar la actividad deportiva que más les interesaba. La labor del dirigente madrileño, que había sido jefe de la delegación española en cinco Juegos consecutivos (México, Munich, Montreal y Moscú, además de Sapporo con el oro histórico de Paquito Fernández Ochoa), fue tan necesaria como eficaz, con numerosos viajes por todo el mundo en los que se tejían nuevos pactos que serían muy importantes para el futuro de la candidatura catalana.
Entre 1981 y 1986 el COI acogió a quince nuevos miembros –entre ellos la princesa Nora de Liechtenstein o el príncipe Alberto de Mónaco– y la aportación de Solidaridad Olímpica fue generosa con todos ellos gracias a los nuevos fondos que el organismo que dirige el olimpismo mundial emen pezó a recaudar con el patrocinio y los contratos con las televisiones. Había empezado una etapa muy distinta a la anterior que cambiaría el equilibrio de fuerzas dentro del COI.
Paralelamente, Ernesto Segura de Luna, presidente de la Federación Española de baloncesto, había iniciado conversaciones con el comisionado de la NBA, David Stern, para que los jugadores de la mejor liga del mundo compitieran en los Juegos, una negociación que el propio Saporta trasladó a la Federación Internacional, controlada por el sempiterno secretario general, Borislav Stankovic. El objetivo es que empezaran Barcelona, donde años más tarde hizo acto de presencia un equipo de ensueño bautizado como Dream Team. Este movimiento garantizó también el apoyo del olimpismo de Estados Unidos.
El enfrentamiento de Samaranch con Berlioux concluyó el 4 de junio de 1985, cuando la directora llegó a un pacto para rescindir su contrato con el COI y unirse a la candidatura de París, que seguía dominando en las apuestas. Pero el trabajo de Raimundo Saporta y Anselmo López siguió avanzando, creando más alianzas y la realidad es que Barcelona ya había tomado la iniciativa ante la capital francesa. De esta forma, la noche previa de la votación, López tenía muy claro el desenlace y, en una conversación telefónica, le dijo a Bonareu: “Me siento muy feliz de lo que conseguiremos mañana. Barcelona marcará su futuro y a partir de ahora estará a la vanguardia de las mejores ciudades del mundo”.
El resto de la historia es conocido. En Lausana, el 17 de octubre de 1986, la capital catalana mandó en todas las votaciones por delante de París, para obtener la nominación por 47-23 ante París. Samaranch, ante un auditorio expectante, pronunció la frase “à la ville de… Barcelona”.
LA SALIDA DE MONIQUE BERLIOUX Cuando la directora del COI abandonó su cargo en 1985, Samaranch tuvo manos libres para tomar las decisiones que quería
EL DREAM TEAM Ernesto Segura de Luna inició conversaciones con la NBA para que los mejores jugadores del mundo compitieran en 1992