La huelga de taxistas y sus marchas lentas llevan el caos al aeropuerto
Muchos pasajeros se quedan sin vuelo al coincidir el paro con la protesta de seguridad Los trabajadores del metro desconvocan su movilización y firman la paz social hasta el 2019
Centenares de taxistas colapsaron los accesos al aeropuerto del El Prat con marchas lentas, perjudicando de paso al servicio de autobús. La protesta coincidió con la del personal de seguridad.
Los taxistas vuelven a desatar el caos en Barcelona. La última protesta de los chóferes del área metropolitana agravó ayer los problemas que desde el lunes sufre el aeropuerto de El Prat. Centenares de vehículos de color amarillo y negro colapsaron las entradas y salidas de la infraestructura en una eterna y muy lenta marcha de ida y vuelta entre la terminal 1 y la plaza de Espanya. Una día más muchas personas perdieron su vuelo, sobre todo turistas que no tenían ni idea ni de la huelga de taxis, ni de las largas colas para pasar los controles de seguridad fruto del estricto cumplimiento de la normativa por parte del personal de la empresa concesionaria del servicio... Tampoco fueron pocos quienes vieron cómo sus desplazamientos al centro de Barcelona se convertían en un largo vía crucis.
Una familia alemana de regreso a casa tras pasar unos días en Barcelona tenía previsto coger un taxi para ir al aeropuerto de buena mañana. Cuando se enteraron de la huelga cogieron un autobús en una parada cercana al hotel y finalizaron su periplo en la línea 9 de metro. En los filtros de seguridad de la terminal dieron de bruces con una cola de más de una hora (64 minutos fue el pico máximo, según Aena, un registro que algunos afectados elevan a la hora y media). Cuando superaron la última prueba, su avión ya estaba en la pista de despegue. Un rato después consiguieron que Vueling los recolocara en otro vuelo a última hora de la tarde.
Su caso es uno de tantos de los que se vivieron ayer en el aeropuerto. El espacio central antes de pasar los filtros de seguridad fue ocupado por unas cintas para regular las colas que a media mañana serpentean de punta a punta de la terminal. Una decena de informadores de Aena con chalecos reflectantes se dejan ver para agilizar los flujos de pasajeros y aconsejar el uso de las alternativas al paso central como la fast lane, el carril rápido que durante gran parte del día se colapsa de familias con carritos de bebé y al final acaba siendo todo lo contrario de lo que su adjetivo hace suponer.
El conflicto entre la empresa responsable de los filtros de seguridad, Eulen, y los trabajadores sigue igual. La situación ha ido empeorando con el paso de los días y el fin de semana el caos reinante en el aeropuerto puede ser mayúsculo. Las colas que los primeros días sólo se desmadraban en hora punta ayer se prolongaron durante todo el día. Con mayor o menor intensidad, de forma intermitente, pero sin dar tregua. La tensión provoca empujones entre pasajeros cuando alguien se intenta colar, insultos a los trabajadores y un despreciativo “fuck Spain” de un corpulento británico tatuado al ser preguntado por este diario sobre el tiempo que lleva esperando. Con mejor humor se lo tomaban dos amigas árabes que se hacían un selfie como última imagen desde Barcelona con las colas de fondo.
Unas largas colas que se exten-
dieron más allá del aeropuerto. Una hilera interminable en la parada del Aerobús en la plaza Catalunya a primera hora de la mañana ya auguraba otra jornada negra. Entre tanto, poco a poco, los taxistas en huelga se concentraban en la parrilla de la T1. En sus grupos de WhatsApp bullen las consignas bélicas. Unos y otros se animan a convertir Barcelona en una ratonera. Un canal de televisión estadounidense graba al fundador de la agrupación de taxistas Élite, Alberto Álvarez, alias Tito, organizando la movilización. Al parecer están haciendo un documental sobre la creciente fuerza de este gremio. Los taxistas dicen una y otra vez que su intención no es fastidiar a la gente, pero agregan que no tienen otro remedio, que el Ayuntamiento, la Generalitat y el Estado están incumpliendo todos los compromisos que les arrancaron a principios de año para atajar la nueva competencia que amenaza con hacer desaparecer su profesión. Y advierten a las administraciones que si no ponen freno a la creciente proliferación de licencias de alquiler de coche con conductor (VTC), de coches que gracias a las nuevas tecnologías funcionan en verdad como taxis, recrudecerán sus protestas. Sí, mientras los taxistas llevaban a cabo un paro de doce horas, los conductores de Cabify se concentraban en el centro de Barcelona para atender a toda la gente que quería ir deprisa al aeropuerto, que no podían esperar las largas colas del Aerobús. Cuando llegaban a la terminal 1, descargaban entre las furgonetas de la brigada móvil de los Mossos mirando con miedo a lado y lado.
Des-pa-ci-to... La canción de verano resuena en los equipos de sonido de los coches. Centenares de taxis toman la mayoría de carriles de la C-31 en dirección a plaza Espanya pasadas las diez de la mañana. Tardan más de una hora en recorrer ocho kilómetros. A medida que avanzan los accesos a la C-31 también comienzan a registrar congestiones. Además, cuando los taxistas llegan a la altura del hotel Hesperia, se detienen un rato. Entonces los conductores de Cabify que llevaron al aeropuerto a los quienes tenían más prisa, ahora de regreso a Barcelona, se ven atrapados en la caravana de taxistas. Vuelan los huevos. Unos cuantos taxistas desisten de volcar uno de los coches negros de la aplicación de transportes. Otros conductores increpan a los taxistas. No entienden que tengan que ser víctimas de sus protestas. Varias dotaciones de los Mossos d’Esquadra siguen de cerca la caravana. Los agentes incluso revisan los puentes para comprobar que nadie se aposta allí con malas intenciones. No sería la primera vez que los taxistas son apedreados desde los puentes de la C-31. En Madrid también se vivieron momentos de tensión.
En la zona de llegadas del aeropuerto algunos conductores piratas sesean a los viajeros que les llevan a Barcelona por 80 euros. Los usuarios de la infraestructura que toman allí el Aerobús también se ven atrapados en la caravana de taxistas. Ya en la Gran Via, viendo que se avanzan más deprisa andando que en el autobús, muchos optan por bajarse antes de llegar a la parada de plaza Espanya. Los turistas, desconcertados, les siguen... “Creo que un accidente está generando un grave problema de tráfico –explican varios de ellos en inglés, arrastrando sus maletas con ruedas–. Lo que no entiendo es porque los taxistas no quieren llevar a nadie. La zona está llena de taxis vacíos pero...”. “Todo esto es tremendamente desagradable –tercian otros–. Estuvimos alrededor de media hora haciendo cola para coger el autobús, después de un viaje ridículamente lento nos dejan en mitad de ninguna parte, ahora no sabemos dónde estamos ¿la plaza Catalunya, por favor? ”La caravana de color amarillo y negro llegó a plaza Espanya poco antes de la una del mediodía. Tardaron cerca de tres horas en recorrer un trayecto que normalmente se puede completar en poco más de un cuarto de hora. Al cabo de un rato dieron la vuelta y regresaron a El Prat. Despa-ci-to... “Yo había quedado con el propietario de mi apartamento Airbnb, pero he llegado tan tarde a la ciudad que me ha dicho que ha tenido que irse, que no podremos quedar hasta la noche ¿y yo qué hago mientras tanto?”.
Tampoco fue fácil marcharse del aeropuerto en el metro. La estación apenas dispone de cuatro máquinas expendedoras de billetes. No está preparada para llegadas masivas de viajeros. Las colas para poder entrar fueron de hasta tres cuartos de hora. A los turistas la situación se les antojó kafkiana.
Las protestas de los taxistas también ocasionaron problemas en la salida de mercancías del puerto de Barcelona. Luego, por la tarde, los chóferes trataron de provocar más molestias conduciendo muy despacio por la Diagonal y la avenida Josep Tarradellas, hasta llegar a la estación de Sants, pero a esas horas de la tarde su ímpetu comenzó a diluirse. Además, si bien es verdad que el seguimiento de la huelga fue total, también es cierto que en las marchas de ayer no participaron tantos vehículos como los organizadores esperaban. Dijeron que movilizaron a cerca de 2.000 taxis, una estimación un tanto generosa y en cualquier caso un número muy por debajo del registrado a principios de año durante el colapso que montaron en las rondas de Barcelona. Al término de la protesta los taxistas celebraron una asamblea y anunciaron que no montarán más protestas en agosto, que no volverán a liarla hasta septiembre. Entonces pretenden orquestar una cada día, en un lugar diferente, en puntos estratégicos del área metropolitana. “Estamos en pie de guerra y vamos a ir a por todas”.
DES-PA-CI-TO... La caravana de taxistas tardó tres horas en recorrer un trayecto de 15 minutos SIN SALIDA Los viajeros de Aerobús y metro sufrieron colas de más de tres cuartos de hora