Macron abunda en los roces con Italia al proponer ‘consulados’ en Libia
El presidente Emmanuel Macron, que alardeó de adoptar medidas “que debieran ser europeas pero que si no, serán de todos modos francesas”, pretende tratar en Libia las demandas de asilo –“donde habría entre 800.000 personas y un millón de aspirantes a Europa”– caso por caso, “a fin de disuadir a quienes no reúnen las condiciones y evitarles el riesgo de la travesía”. Fue más concreto con el caso de quienes ya pisan suelo francés, pero no tienen techo. “De aquí a fin de año no quiero ver ni una persona en la calle o en los bosques. La primera batalla es la de alojar a todo el mundo dignamente. La segunda, que desde el primer minuto se trate administrativamente cada caso”.
Pero a los italianos no les cayó bien el anuncio que hizo Macron, desde Orleans, de copiar el sistema de griegos e italianos de hotspots que controlen identidad y situación de los migrantes, unos consulados
nómadas de Francia, el primero “desde este verano” en Libia.
¿Las relaciones con Italia pueden terminar envenenándose? Molestos ya por el protagonismo que impuso Francia en el tema libio –una molestia que obligó a Macron a desactivarla con el envío, deprisa y corriendo, de su ministro de Exteriores la víspera de la cita parisina con los dos hombres que se disputan Libia–, ayer sufrieron una afrenta directa con el tema de los astilleros.
Ha sido la primera gran decisión de Macron en política industrial: ayer, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, anunció la nacionalización provisional de los históricos astilleros de Saint Nazaire, de los que el Estado poseía el 33%. O sea que el Gobierno al que se esperaba privatizador, nacionaliza. Al coste de un conflicto con Italia, hasta el punto de que Le Maire irá a Roma la semana próxima para discutir con su homólogo, Pier Carlo Padoan.
Sin este gesto intempestivo los astilleros se hubieran integrado en el grupo italiano Fincantieri, número uno de la construcción naval en Europa. Con encargos para los próximos diez años, los astilleros temblaban por la quiebra de STX, accionista mayoritario. Los acreedores de ese grupo surcoreano pusieron en venta los astilleros y Fincantieri se quedó el 66,6% de las acciones.
El Gobierno Hollande había llegado a un acuerdo con Roma para evitar los plenos poderes de Fincantieri, que podría poner en peligro los 7.000 puestos de trabajo franceses. Fincantieri aceptó limitarse a un 48% pero con un joker, una fundación triestina, con el 7%. Macron propuso un 50/50 a los italianos, aunque podrían nombrar presidente y director general.
Roma dijo no y París optó por romper la baraja.