La Vanguardia

Cultivemos nuestro huerto

- Rafael Jorba

La huelga de celo en los controles de seguridad del aeropuerto de El Prat abrió los informativ­os del lunes. La noticia me quitó el sueño. No fue hasta al cabo de unas horas que aterricé en la realidad: un ataque talibán en Kabul contra la comunidad hazara –una minoría chií– provocó una veintena de muertos. Mi vara de medir la actualidad estaba distorsion­ada por el eurocentri­smo. Es verdad que el actual ciclo de crisis económica ha golpeado a las clases medias europeas, pero también lo es que en los países de la Unión han existido unas redes de seguridad que han amortiguad­o su impacto. El día que nacimos en Europa nos tocó la lotería y la crisis que padecemos, vista con el gran angular de la globalizac­ión, tiene una cierta dosis de crisis de la opulencia. Sin embargo, el vértigo generado por los recortes al Estado de bienestar ha hecho resurgir los viejos atavismos, la cerrazón identitari­a y los populismos de distinto signo y bandera.

A inicios del 2015, con ocasión de la muerte de Ulrich Beck, escribí en estas mismas páginas un artículo sobre la llamada sociedad del riesgo. Este sociólogo alemán describió en 1986 un fenómeno que la posterior crisis mostró con toda su crudeza: los países occidental­es vieron cómo la producción social de las riquezas era cada vez más inseparabl­e de la producción social de los riesgos. El riesgo se democratiz­aba y se extendía así a otros sectores sociales hasta entonces protegidos (caso de las clases medias): “El riesgo no significa catástrofe, sino percepción de la catástrofe futura en el presente. La generaliza­ción de los riesgos (el cambio climático, la crisis financiera, el terrorismo) instaura un estado de urgencia ilimitado, que trasciende la esfera nacional para convertirs­e en universal”, constató Ulrich Beck en octubre del 2008 al inicio del actual ciclo de crisis.

Este denominado­r común, combinado con factores locales específico­s, ha sido el caldo de cultivo de los populismos. Se ha abierto una brecha entre la vieja política, presa de las respuestas tecnocráti­cas, y la nueva política, que pasa por una fase de desahogo improducti­vo. Europa vive una etapa de turbulenci­as y, tarde o temprano, debe ser capaz de fraguar un nuevo paradigma que la rescate del letargo. En nuestro caso, con el proceso catalán como factor paralizant­e, la salida del laberinto español puede prolongars­e durante la actual legislatur­a y la siguiente. Entre tanto, encuentro refugio en aquella respuesta que dio Cándido a su maestro Pangloss al final de sus desventura­s. “Pangloss algunas veces le decía: ‘Todos los acontecimi­entos están concatenad­os en el mejor de los mundos posibles’. (...) ‘Bien decís –respondió Cándido–, pero es menester cultivar nuestro huerto’”.

Es decir, frente al optimismo de su maestro, inspirado en la idea de la “armonía preestable­cida” de Leibniz, Cándido reivindica la necesidad de encontrar tiempo para recuperar la paz interior y “cultivar nuestro huerto”, tanto en el sentido material del término –el trabajo modesto y gratifican­te– como en el simbólico: cultivar las relaciones personales. Las vacaciones son un buen momento para empezar a intentarlo.

En medio del laberinto político, me refugio en aquel consejo de Cándido: “Es menester cultivar nuestro huerto”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain