Simone Veil y Simone Weill
Ambas francesas, ambas contemporáneas durante la Segunda Guerra Mundial, fallecida una recientemente a los 89 años, la otra a los 34 en 1943. La existencia de Weill fue tan corta como épica, aplicando este calificativo a acciones como su renuncia a la docencia en filosofía para ponerse a trabajar en diversas fábricas durante un año y así poder denunciar con conocimiento de causa la explotación de los trabajadores. Acto seguido, partícipe durante breve tiempo en la guerra civil española a favor de la República, regreso a la enseñanza y numerosos escritos sobre la clase obrera, el capitalismo y las guerras. “Los estados continuarán organizando sistemática y periódicamente la matanza de sus súbditos”, afirma. Y continúa: “Aunque los amos hayan podido cambiar, siempre son los mismos los que obedecen”. Solidaria con sus compatriotas de la Francia ocupada, se niega a comer más de lo que ellos pueden hacer, agravando así una tuberculosis que en 1942, viviendo en el Reino Unido como miembro de la resistencia, acaba con su vida. Antes aún tuvo tiempo de exhortar a “no admirar nunca la fuerza, no odiar a los enemigos, no despreciar a los desdichados”.
Simone Veil no eligió su tormento sino que le fue impuesto por los nazis internándola en Auschwitz y exterminando a sus padres y a su hermano. El sufrimiento la hizo fuerte e independiente, entregándose entre otras causas a luchar por los derechos de las mujeres. A este fin, siendo ministra de Sanidad, en 1974 logró la despenalización del aborto y acabó con los 300.000 abortos clandestinos que se realizaban en Francia cada año. Europeísta, desde un principio había abogado por la reconciliación con Alemania, innegable fórmula de pacifismo, y fue la primera presidenta del Parlamento Europeo.
Veil reposa en el Panteón de París, Weill está enterrada en el modesto cementerio de Ashford. La una judía, la otra católica. La longeva política dejando huellas positivas; la malograda filósofa legándonos materiales para el conocimiento y la reflexión. “La guerra la sufren las masas populares, aquellas que, no teniendo ninguna riqueza, no tienen por lo general derecho a ningún respeto, o poco menos”. Un pensamiento que Veil, presidenta de la Fundación para la Memoria del Holocausto, sin duda compartía. Con honores o sin ellos, dos grandes mujeres del siglo XX.