La Vanguardia

Dominio emocional

- Francesc-Marc Álvaro

Alguien dijo que el control y el orden son el talento de los mediocres. Me parece un juicio tal vez apresurado. Enric Juliana escribió ayer que Mariano Rajoy es, junto a José Luis Rodríguez Zapatero, “uno de los presidente­s con mayor dominio de las emociones”. Controlar las emociones es condición necesaria pero no suficiente para el liderazgo, es cierto. Pero en tiempos de rebajas, las virtudes menores parecen atributos heroicos. Muchos de quienes han menospreci­ado al gallego ya están fuera de circulació­n, lo cual indica que el arte de ser Rajoy es algo con más enjundia de lo que parece.

El dominio emocional forma parte del teatro de la política. Como la retórica del líder. Todo eso bulle en un caldero de percepcion­es multiplica­das por los medios y las redes sociales. Más allá, en otro planeta, hay que anotar lo que hizo el miércoles el primer canal de TVE con la comparecen­cia del presidente del Gobierno español, un ejercicio digno de otras latitudes y de otras épocas. Así las cosas, debemos concluir que –hasta la fecha– el personaje de Rajoy ha logrado que el votante de la derecha lo estime como el personaje menos malo, factor clave que parece pesar más que otras realidades, como la corrupción o el incumplimi­ento de promesas. Si el mayor mérito de Zapatero fue no ser Aznar, el mayor mérito de Rajoy podría ser la economía de movimiento­s. Ayer, en el tribunal, dejó escapar una de esas frases que le identifica­n como el tipo de perfil: “Mire usted, las cosas son como son y a veces no son como nos gustaría que fueran”. Hay un público para estos mensajes y no es pequeño.

Control de las emociones no es lo mismo que control de los hechos. Ahí es donde el guión del registrado­r de la propiedad sufre alteracion­es. En lo referente a la corrupción, en lo referente a Catalunya y en lo referente a las serias averías del sistema institucio­nal donde el PP maneja las palancas. Porque los hechos no son al estilo gallego o riojano, lo cual cierra el paso a la narrativa de humo que desplaza lo grave hacia lo anecdótico para disolverlo en las aguas de la irresponsa­bilidad y el silencio. Puedes dominar las emociones y puedes dominar –a veces– la fábula mediática, no puedes dominar el asedio de lo real cuando lo real se multiplica en muchos frentes a la vez. La contingenc­ia supera la inmovilida­d del jugador. Para la democracia esto es una buena noticia.

Isaiah Berlin considera que hay un genio político vinculado a líderes con “los dones de los hombres normales, pero en un grado casi sobrenatur­al”. No se ven abrumados nunca por los datos. Aunque concedamos que su intuición le ha convertido en resistente, el chiste, aplicado al presidente español, sería demasiado fácil. En todo caso, Mariano Rajoy no parece estar precisamen­te en la misma liga de Lincoln, Cavour, Mirabeau, F. Roosevelt o Masaryk.

Si el mayor mérito de Zapatero fue no ser Aznar, el de Rajoy podría ser la economía de movimiento­s

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