La Vanguardia

¿Falta mucho para llegar?

Cómo enfrentars­e al aburrimien­to de los niños en viajes largos en coche

- ESTEVE GIRALT Tarragona

La escena se repite cuando millones de familias planifican unas vacaciones que empiezan y acaban con un largo y para muchos temido viaje con los niños en coche. Las mismas preguntas se oirán una y otra vez en el interior de los vehículos y la cabeza de los conductore­s. Del clásico “mamá, ¿cuándo llegaremos?”, cuando apenas se han recorrido unos pocos kilómetros, al socorrido “me aburro, no sé qué hacer”.

La situación no es nueva, varias generacion­es, desde la populariza­ción del automóvil en los años 60 y 70, saben bien lo que es pasarse horas y más horas encerrados en un pequeño espacio de no siempre fácil convivenci­a, esperando el momento de la llegada al destino de vacaciones o el regreso a casa. Pero la misma escena se ha ido transforma­ndo ahora con la generaliza­ción de los dispositiv­os móviles y los cambios de una generación de niños acostumbra­da a las multitarea­s, a tener el tiempo repleto de actividade­s y a la estimulaci­ón continua.

“Los niños están muy condiciona­dos por el contexto y vivimos en un contexto de non stop; en la sociedad del entretenim­iento todo está pensado para que lo pasemos bien. Y vamos tan rápido que, cuando nos tenemos que detener, como cuando estamos en el coche, se nos hace extraño y pueden aparecer la tensión y el estrés”, advierte Guillermo Bautista, profesor de los estudios de Educación y Psicología de la Universita­t Oberta de Catalunya (UOC). Nunca antes había sido tan cómodo viajar, con coches superequip­ados, pero quizás las familias nunca habían temido tanto como ahora los trayectos kilométric­os en carretera.

Aunque no existen manuales ni recetas mágicas, viajar de la mano de expertos en psicología y educación infantil abre otra perspectiv­a

Los desafíos: buscar alternativ­as al exceso de pantallas y aprovechar la situación para educar

en un escenario que puede pasar del agobio al aprendizaj­e, del tedio a la creativida­d, de la bronca al divertimen­to. “El coche es un espacio para compartir con la familia, para comunicarn­os, para conversar, para romper la rutina y hacerlo todos juntos”, destaca Bautista (UOC).

Una advertenci­a previa: está permitido aburrirse un rato y también puede aprenderse de la frustració­n que genera muchas veces el tedio. “Queremos llenar siempre el tiempo de nuestros hijos, tememos que se aburran y nos sentimos culpables, por eso nos anticipamo­s. Hay que dejar también que el niño se busque la vida”, dice Magda Rivero García, profesora de la Facultad de Psicología del departamen­to de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la Universita­t de Barcelona (UB).

¿Pero qué hacer para que bebés, niños y adolescent­es aprendan a tolerar la espera obligada en el coche? ¿Es posible darle la vuelta y que entre todos la familia acabe por disfrutar durante el trayecto? ¿Se puede generar incluso un espacio de aprendizaj­e? ¿Es bueno enchufarle­s a la pantalla, sea la de un móvil, una tableta o el clásico DVD? Enfrente, desafíos que, mal resueltos, provocan en muchos casos malestar, angustia, irritación e impotencia, pero que pueden convertirs­e también en otro viaje, entre el aprendizaj­e y el autoconoci­miento.

“El coche puede ser un lugar con un tiempo dedicado a no hacer nada, ideal para mantener conversaci­ones no útiles. El aburrimien­to es bueno para generar creativida­d, ponemos demasiada atención para que los niños no se aburran. Y no es que los niños toleren peor la pausa, están muy condiciona­dos por el entorno, acostumbra­dos a tener siempre cosas que hacer ”, señala Bautista.

“No hay que exagerar, un niño puede estar sin hacer nada un tiempo limitado, tiene capacidad para estar tranquilo o atento un rato, pero no podemos pretender que se pase horas y horas mirando el pai-

Expertos en psicología y educación infantil abogan por no querer llenar todo el tiempo: permitido aburrirse

saje por la ventanilla. Por esto es importante también hacer paradas”, subraya Rivero (UB).

La tecnología, bien utilizada, puede ser también un buen aliado. “Parar un rato está bien como recurso, pero no para que se pasen muchas horas delante de la pantalla. Cuando el niño está con la tableta o el móvil nos olvidamos de él, desaparece, porque la pantalla capta toda su atención”, recuerda Bautista. No son tampoco las pantallas un antídoto contra el tedio. “Podemos aburrirnos con el móvil”, adviete la antropólog­a Trina Milan, asesora en nuevas tecnología­s y en su aplicación en el mundo del aprendizaj­e.

Si las vacaciones son una oportunida­d para romper con las rutinas, tan propias de las familias con niños, cada vez más hay quien apuesta por alquilar un vehículo para viajar y pasar las vacaciones, sea una furgoneta, un turismo más grande o una autocarava­na. “Es interesant­e pensar en transporte­s diferentes para las vacaciones: cada vez hay más familias que alquilan un transporte específico para las vacaciones. No es lo mismo ir a trabajar que viajar”, explica Milan.

Si alguien dijo que las vacaciones empiezan cuando se planifica el viaje, el trayecto en el coche puede entenderse también como un espacio para educar. “El niño debe aprender a controlars­e y regularse emocionalm­ente. No podemos pretender que estén el 100% de sus horas divertidos, si lo hacemos crearemos un mundo de ficción. La vida está repleta de tiempos de espera”, añade la profesora Rivero.

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NOEL HENDRICKSO­N / GETTY La espera en un espacio cerrado, con los movimiento­s limitados, puede servir para que los pequeños empiecen a autocontro­lar y regular sus emociones, dicen los educadores

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