De Cayo Graco a @KRLS
Cayo Sempronio Graco fue uno de los políticos más destacados de la antigua Roma. Su mandato fue corto, apenas dos años en los que fue elegido tribuno de la plebe (123 a.C a 121 a.C) antes de que dejaran de elegirle –y terminaran por asesinarle–, pero ese par de ejercicios dieron para tanta obra política que sus rivales tardaron muchos años en deshacerse de su legado. No sólo promulgó importantes leyes, sino que transformó la forma de comunicar al público.
Hasta su llegada, los tribunos explicaban sus proyectos de cara al edificio del Senado, de forma que sólo unos pocos privilegiados, aparte de los senadores, podían situarse en el limitado espacio que había para los ciudadanos. Graco se dio la vuelta. Se situó de espaldas al Senado, lo que obligó a los senadores a salir al foro para escucharlo, y pudo dirigirse de forma clara a una mayoría.
La comunicación política ha variado mucho desde entonces y algunos apuntarán que ahora las redes sociales proporcionan a los políticos las mismas ventajas que el sistema de Graco. Twitter permite saltarse los canales tradicionales. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publica un promedio de seis tuits diarios.
En Catalunya tenemos el privilegio de tener otro presidente tuitero, Carles Puigdemont (@KRLS en Twitter), que con sus profundos y reflexivos mensajes de hasta 140 caracteres supera en mucho a sus ruedas de prensa. Será que aquí no hay mucho que contar. El president tiene poca afición a someterse a preguntas de los colegas. Resulta difícil entender que alguien que se considera periodista tenga tan poco apego a la labor de los compañeros de profesión.
Menos comprensible resulta que cuando Puigdemont declara que no piensa respetar el marco legal que prometió al acceder al cargo haya periodistas que consideren su comportamiento de una gran dignidad. La cuestión es opinable, claro.
Lo indiscutible es que lo que resulta digno en los periodistas es hacer preguntas incisivas a los que mandan (lo contrario tiene un nombre en la jerga periodística que es mejor no reproducir por su analogía sexual).
Nunca sabremos si Cayo Sempronio Graco habría utilizado hoy Twitter para hacer llegar sus mensajes más allá de los senadores. En cambio, seguro que habría envidiado la posibilidad de que periodistas de todo tipo de medios, que en su época no existían, hubieran podido interrogarle sobre sus obras.