“Venga chicas, vámonos”
Miki Oca perfila la preparación de la final del waterpolo femenino, hoy ante EE.UU.
Trece mujeres se sientan en las escaleras que dan acceso al pabellón Alfred Hajos.
El lugar es una reliquia de los años treinta. Hay más edificaciones notables, de peso histórico, en la isla Margarita. Entre jardines aparecen, como por arte de magia, las ruinas de la iglesia dominicana que acogía a la princesa Margarita, en el siglo XIII.
Cuentan en el lugar que la princesa pasó cuarenta años sin bañarse. Y sin hablar con nadie. Son leyendas. Las trece chicas, las trece componentes de la selección española de waterpolo, piensan en otras cosas. Ani Espar conversa con la Ser. Otras manipulan sus móviles. O atienden a las radios. O tratan de averiguar qué ha hecho Jessica Vall, la bracista española, que a esas horas busca un lugar en las semifinales de los 200 m braza.
–¿Hará medalla? –nos preguntan a los periodistas, como si tuviéramos respuesta para todo.
–No sé, no sé –responde un compañero.
Las chicas del waterpolo sí tendrán su medalla. Aunque aún ignoran el color del metal.
Lo sabrán hoy. A las 20.30 horas se miden a Estados Unidos. Allí se juegan el título, un éxito que ya han vivido en otro momento. Por ejemplo, en los Mundiales de Barcelona, en el 2013. O en los Europeos del año siguiente, justo aquí, en la piscina Alfred Hajos. Otro oro.
De fondo llegan notas musicales. Ofrecen música clásica a los turistas que visitan el Monumento del Centenario.
–Usted no jugó entonces, en el 2013 –le pregunto a Anna Gual (21), decisiva en el encuentro de semifinales en Budapest, ante Canadá. Ese día marcó cinco goles. –No. Mi primera experiencia en un Mundial se produjo en el 2015, en Kazán –responde. Allí cayeron en cuartos de final. Precisamente, ante las estadounidenses. –¿Y cómo ve al equipo ahora? –Hay un ambiente bonito. Noto compañerismo y humildad. Me han integrado muy bien. –¿Y qué va a pasar en la final? –Será distinta a nuestro partido de la primera fase ante las estadounidenses (perdieron 8-12). –¿En qué sentido? –Allí empezamos muy flojas en el primer cuarto. Ahora estaremos más enchufadas.
–¿Y cómo han preparado este encuentro? –(...) Aquí ya no cabe respuesta. La estrategia no se explica. No hay que darle pistas al rival.
Tampoco las ofrecerá Miki Oca (47), el técnico desde hace siete años, el hombre que ha ido regenerando y regenerando a la selección, hasta hacerle desembocar en este grupo interesante, ambicioso, que remolonea a las puertas del pabellón Alfred Hajos.
–¿Cómo se para a las estadounidenses? (han jugado seis de las ocho últimas finales mundiales) –le pregunto a Oca.
–Veremos. Forman un equipo muy fuerte en todas las fases, la técnica, la táctica y la física. –¿Son mejores? –No sé si son mejores en todo. Pero sí que son muy buenas en todo. Defienden, contraatacan, tienen un ataque amplio, con variedad de jugadas. Un buen boya. Son grandes, pero muy rápidas...
–¿Y qué ha cambiado en su selección, que en los Juegos de Río, el otro verano, fue quinta?
–Conforme avanzaba la temporada, hemos ido introduciendo variaciones. Por ejemplo, pasamos 18 días en Sierra Nevada (en junio). Podía haber sido una experiencia pesada, pero fue alegre. Incluso subimos a pie al Veleta, uno de los picos del país.
Cerca, una de las nadadores ríe, desperezándose en voz alta: –¡Es verdad, el Veleta! –dice. Miki Oca contempla a los periodistas, que somos media docena, antes de preguntarnos: –¿Algo más? –Nada, nada –respondemos. –Vale: chicas, vámonos. Se va el autocar, perdiéndose en los senderos de la isla.
“Este año hemos hecho cosas diferentes, como una cita de 18 días en Sierra Nevada”, dice el técnico “Hay un ambiente bonito; noto compañerismo y humildad”, dice Anna Gual, revelación en el torneo