Los claroscuros
La ocupación continúa creciendo a ritmos insólitos. El 2,7% del segundo trimestre, añadiendo 497.000 empleos en el año, es algo desconocido en Europa, como también lo es la fuerte contracción del paro, hasta el 17,3% de la población activa. Con ello, desde del segundo trimestre del 2014 al segundo del 2017, se han añadido 1,4 millones de puestos de trabajo. ¿Optimismo desbordante? Pues, sí y no. Veamos lo sucedido.
En empleo se ha corregido algo el sesgo hacia los servicios: en los últimos tres años, han pasado del 76,5% al 75,5% del total. Esa suave reducción refleja dos notables cambios: aumento del empleo en la industria (de casi el 12% entre junio del 2014 y junio del 2017, por encima del 8,2% medio) y también de la construcción (un 15,6%). En los servicios, los empresariales lideran la mejora (260.000 nuevos empleos los tres últimos años), seguidos de hostelería (235.000), los sanitarios (128.000), educativos (113.000) y comerciales (110.000); añadan la construcción (152.000) y esas seis ramas, que aportaban el 59% del empleo en verano del 2014, han generado más del 90% de la nueva ocupación creada. Además, más del 95% del empleo generado desde junio del 2014 ha sido asalariado, del que dos tercios son contrato temporal; también destacan los notables cambios en horas: avance 2014-17 del 9,6% para la jornada completa y de sólo el 0,9% para la parcial, al tiempo que se hunde la subocupación (en cerca de -500.000). Finalmente, se acentúa la mejora del empleo para los menores de 25 años (un 20,4% el último año). En conjunto, no está nada mal. También es positiva la contracción del paro, ayudado por la pérdida de activos (unos -300.000 en los tres últimos años), aunque, a pesar de su lenta reducción, continúa muy elevado el de larga duración. ¿Qué balance hay que hacer? Quédense con cuatro rasgos esenciales. Primero, bajo aumento de la productividad. El avance del empleo (el 2,7% anual los tres últimos años) no se diferencia mucho del PIB (un 3,2%): una productividad/ ocupado que apenas aumenta un 0,5% por año. Mal asunto para un país que ha llegado al final de la devaluación salarial, y que debería mejorar su competitividad con aumentos de la productividad. Segundo, excesivo sesgo terciario de la nueva ocupación y, en particular, de los sectores con baja productividad, con mayor peso del empleo en servicios que la media de la eurozona. Tercero, caída de activos, que apunta a problemas de oferta reflejo de una negativa tendencia demográfica, que se acentuará los próximos años. Finalmente, un mercado de trabajo que regresa al pasado: en el elevado peso de la contratación temporal (hoy, un 27% de los asalariados, frente al 32% del 2007) o en el sesgo hacia sectores de baja productividad.
¿Buenas noticias? Por descontado. Pero no nos lo creamos en demasía. El cambio productivo continúa siendo moderado, la productividad baja y la demografía muestra ya su peor cara.
La productividad baja y la demografía muestra ya su peor cara