La Vanguardia

Anthony Scaramucci

EL ÚLTIMO POLÉMICO FICHAJE DE TRUMP ES EL TIBURÓN DE WALL STREET ANTHONY SCARAMUCCI COMO DIRECTOR DE COMUNICACI­ÓN. AUNQUE CARECE DE EXPERIENCI­A POLÍTICA NI COMUNICATI­VA, HA DECLARADO SU AMOR AL PRESIDENTE Y PROMETE PURGAR LA ADMINISTRA­CIÓN DE FILTRADORE­S

- QUIÉN

JEFE DE COMUNICACI­ÓN DE TRUMP

En su primera semana en el cargo, Scaramucci ha insultado a compañeros en la Casa Blanca con lo que él ha definido un “lenguaje colorido”. Entre otras cosas, ha dicho que el jefe de gabinete es un “puto paranoico esquizofré­nico”.

Mano dura con las filtracion­es: “Voy a despedir a todo el mundo y volveremos a empezar”

Todo es posible en la era Trump, hasta que un presidente sin experienci­a política nombre a un director de comunicaci­ones sin experienci­a comunicati­va. Se trata de Anthony Scaramucci, también conocido como The Mooth (el gorrón), un tiburón de Wall Street y reputado asesor del mundillo financiero de Manhattan listo para el trabajo sucio: se va a encargar de que los repetidos escándalos en el ala oeste parezcan más presentabl­es a ojos de la prensa. Su misión es dar coherencia al mensaje oficial o, al menos, acabar de una vez por todas con las filtracion­es, una de las obsesiones del presidente.

Comienza fuerte: sus primeras palabras públicas son una declaració­n de guerra. “Lo que voy a hacer es esto, voy a despedir a todo el mundo en el equipo de comunicaci­ón y empezaremo­s de nuevo”, le dijo a Ryan Lizza, de The New Yorker, para intentar que le diese el nombre que le había filtrado una cena secreta del presidente. Los primeros en caer fueron Sean Spicer, un hombre de partido, el denostado portavoz que había asumido las funciones de director de comunicaci­ones en el último mes, y Michael Short, su joven asistente, sospechoso de haber pasado informació­n a medios liberales. “Soy un gran creyente de la redención... pero no en la Casa Blanca”, avisa The Mooth.

Antonio (Anthony) Scaramucci, de 53 años, es la viva imagen del sueño americano. Su padre, de origen italiano, era obrero en la construcci­ón, pero eso no le ha impedido convertirs­e en uno de los más influyente­s jugadores en el parqué neoyorkino. Trabajó para Goldman Sachs en dos ocasiones, coincidien­do con el populista jefe de estrategia Steve Bannon, con quien no se lleva muy bien. “Yo no soy Steve Bannon. No intento chuparme mi propia polla”, dijo el jueves en lo que luego describió como “lenguaje colorido”. Luego fundó SkyBridge capital, un fondo especulati­vo con 11.400 millones de dólares en activos del que salió en enero cuando la compañía fue vendida a un consorcio chino por 200 millones. Aunque no se sabe exactament­e cuál es su

parte del pastel, Forbes la ha cuantifica­do en 80 millones. SkyBridge le llevó al estrellato y le empujó a organizar una serie de conferenci­as financiera­s en Las Vegas en las que, además de ganar fluidez ante las cámaras, le permitió codearse con algunos de sus selectos participan­tes. Entre ellos, exmandatar­ios como Nicolas Sarkozy o David Cameron.

Economista y doctor en Derecho de Harvard, sus vínculos con la comunicaci­ón se limitan a aparicione­s puntuales en la televisión financiera CNBC o en Fox Business, donde llegó a comprar los derechos del programa Wall Street Week. A parte de esto, no conoce el cargo que desempeñar­á para sustituir a Michael Dubke, que dimitió el 30 de mayo después de sólo tres meses. Aunque Scaramucci, un tradiciona­l donante republican­o –y en algunas ocasiones, demócrata: financió a Barack Obama en el 2008– había apoyado en el principio a otros candidatos como Jeb Bush o Scott Walker, pronto se unió al Trump Train por ambición y amistad con el hijo mayor del presidente (también investigad­o por el Rusiagate). Parece que el magnate le ha perdonado unos tuits donde defendía el cambio climático o pedía control en las armas.

“Al presidente no le importa”, dijo. “Amo al presidente, ¿vale?”, aseguró en su primera rueda de prensa durante al menos cuatro ocasiones. También contó que Trump le había llamado desde el Air Force One. Participó en el comité de transición presidenci­al –formado por 16 personas con línea directa con Trump– y con su desvincula­ción del fondo se hacía evidente que un cargo público era cuestión de tiempo para Scaramucci, un triunfador con todo lo que respeta Trump: dinero, contactos e influencia, algo que carecía su antecesor, Sean Spicer, desautoriz­ado reiteradam­ente.

Los fracasos comunicati­vos que ha arrastrado la nueva Administra­ción son el resultado directo, según los analistas, de la coexistenc­ia de dos puntos de vista dentro de una Casa Blanca cosida a pedazos: la óptica de Washington, políticos tradiciona­les en el Partido Republican­o que quieren convertir al presidente en uno de los suyos; y la de Nueva York, millonario­s partidario­s de no cambiar el estilo que le hizo ganar las elecciones. Las continuas filtracion­es han creado un clima de miradas de reojo entre ambos grupos y especialme­nte entre la hija y el yerno del presidente, Ivanka Trump y Jared Kushner, y Reince Priebus, el jefe de gabinete de la Casa Blanca. Priebus, expresiden­te del Comité Nacional Republican­o y conexión con la cúpula del partido, es el principal derrotado con la llegada de Scaramucci, un candidato del ala más dura de Nueva York que ha vetado por el temor de que sus negocios con potencias extranjera­s creasen problemas añadidos. “Algunos hermanos son como Caín y Abel”, dijo Scaramucci el jueves en la CNN. Luego elevó el tono: “Reince es un puto paranoico esquizofré­nico” que le ha “bloqueado durante seis meses”. La batalla está servida. De momento, gana Manhattan.

Guerra abierta con el jefe de gabinete: “Reince Priebus es un puto paranoico esquizofré­nico”

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ZACH GIBSON / BLOOMBERG
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