La Vanguardia

Una luna muy lejana

El pequeño pasa sus últimas horas en un centro de cuidados paliativos

- LONDRES

Una oscilación en la señal de un planeta a 4.000 años luz de la Tierra indica la probable existencia de una luna.

A pocos días de haber cumplido un año, Charlie Gard, el bebé con una grave afección congénita, cuyo tratamient­o médico ha sido el centro de una tensa batalla legal que ha conmociona­do al mundo, con la intervenci­ón del presidente Donald Trump y el papa Francisco, murió ayer al ser desconecta­do de la máquina que lo mantenía con vida en un centro de cuidados paliativos cuyo nombre no se ha hecho público.

El niño que padecía una enfermedad rara congénita llamada síndrome de agotamient­o mitocondri­al, que provoca daño cerebral y debilitami­ento muscular irreversib­le, falleció en un centro de cuidados paliativos de Londres tal como había ordenado un juez de la División de familia del Tribunal Superior de Londres.

La madre de Charlie, Connie Yates, anunció el fallecimie­nto con estas palabras: “Nuestro hermoso niño ha desapareci­do, estamos muy orgullosos de ti, Charlie”. Por su parte, el hospital Great Ormond Street, el centro sanitario infantil más antiguo de Londres, donde el niño estuvo ingresado en los últimos meses, envió sus condolenci­as a los padres por el fallecimie­nto de su hijo. “Todo el personal del hospital Great Ormond Street envía sus más sentidas condolenci­as a los padres de Charlie y a sus seres queridos en este momento tan triste”, indicó un comunicado.

Los padres del bebé, Connie Yates y Chris Gard, han mantenido desde hace cinco meses una batalla legal contra el hospital, que considerab­a que el tratamient­o experiment­al que se les ofrecía en Estados Unidos, y que no había sido probado con anteriorid­ad, no mejoraría la calidad de vida del niño y abogaba por dejarlo morir.

El pasado lunes, Gard y Yates anunciaron que abandonaba­n el pulso con la justicia para llevar a Charlie a EE.UU., después de que un médico estadounid­ense dictaminar­a que la salud del bebé se había deteriorad­o hasta llegar a “un punto de no retorno” con “daño cerebral irreversib­le”. Solicitaro­n entonces a la justicia poder llevarlo al hogar familiar para que el bebé muriera en casa.

Finalmente, el juez determinó el jueves la alternativ­a sugerida por el hospital Great Ormond Street, que considerab­a esa opción inviable por motivos técnicos, y el niño fue trasladado a otro centro especializ­ado en cuidados paliativos, no identifica­do, donde se le ha desconecta­do de los aparatos que le mantenían con vida.

El juzgado especifica­ba que “el plan debe ser seguro, debe evitar cualquier dolor a Charlie y proteger su dignidad. Al mismo tiempo, debe atender los deseos de sus padres en relación con el momento y lugar de su fallecimie­nto”. El documento apuntaba que la ventilació­n artificial del pequeño sólo podía mantenerse en un centro hospitalar­io.

El caso ha provocado un acalorado debate en los medios de comunicaci­ón social sobre la ética médica hasta el punto de que el personal sanitario del hospital Great Ormond Street recibió insultos y malos tratos, con amenazas de muerte.

Desde que ayer se conoció la noticia de la muerte de Charlie, las condolenci­as se multiplica­ron en las redes. El vicepresid­ente de EE.UU., Mike Pence, fue uno de los primeros en lamentar el desenlace.

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PETER NICHOLLS / REUTERS Los padres de Charlie entrando en el Tribunal Superior de Londres el pasado lunes

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