El cortijo de Kabila
El presidente de RD Congo y su familia han amasado una fortuna de cientos de millones de euros en una red de negocios, permisos mineros y tierras
En la década de los setenta, durante los años oscuros del dictador congolés Mobutu Sese Seko, la familia Kabila se exilió en Uganda y Tanzania. Los Kabila, que en los años noventa alcanzarían el poder en República Democrática del Congo, hablan de aquellos días como una época de estrecheces. En una entrevista al diario belga Le Soir en el 2006, la madre del clan, Maman Sifa, describía una día a día humilde: “Si la vida en el bosque (como rebelde) era difícil, en Tanzania era incluso peor. No teníamos nada. Cultivaba un terreno pequeño y vendía los vegetales en el mercado, como cualquier mujer africana pobre”. Apenas 20 años después de que el apellido Kabila alcanzara el poder en Congo —en 1997 Laurent-Désiré Kabila derrocó por las armas a Mobutu y, cuando fue asesinado en el 2001, le sucedió su hijo Joseph, actual presidente—, aquellas penurias se han transformado en días de oro y caviar.
Dos informes independientes, uno del neoyorquino Congo Research Group y otro de Bloomberg, señalan que el mandatario Josep Kabila y sus familiares más próximos han trazado una extensa red de negocios con la propiedad o participaciones en más de 80 empresas en Congo y el extranjero, más de 100 permisos de extracción de oro y diamantes en un territorio de 450 kilómetros en la frontera con Angola y hasta 71.000 hectáreas de tierras cultivables.
Según las investigaciones realizadas, ambas con el apoyo del Pulitzer Center, la red de empresas alcanza casi cualquier sector de la economía congolesa, con intereses en la minería, la alimentación, la agricultura, la banca, las telecomunicaciones, el mercado inmobiliario o incluso una aerolínea. Durante 20 meses de rastreo en documentos oficiales, las pesquisas concluyen que las empresas han generado beneficios de cientos de millones de dólares en los últimos cinco años.
Aunque los documentos apuntan conflictos de intereses y posibles tratos de favor, no reflejan específicamente ninguna acción ilegal o corrupta, ya que la Constitución congolesa permite a los políticos congoleses tener negocios y participaciones en empresas. Pero los informes levantan suspicacias sobre cómo una sola familia ha podido amasar una fortuna tan enorme en un país donde, según las cifras que porta el Banco Mundial, dos tercios de la población sobreviven con un euro y medio al día.
Desde Research Group, cuyo presidente, Jason Stearns, anunció nuevas revelaciones en breve, apuntan a la relación entre los negocios de la familia del presidente y la tensión política en Congo. “Las inversiones de la familia Kabila probablemente jugarán un papel en su toma de decisiones durante la actual transición política”.
Kabila terminó su segundo mandato presidencial en diciembre del 2016 y, aunque la Constitución impide que se presente de nuevo a la reelección, la comisión electoral ha aplazado sine die la celebración de nuevas elecciones. La comisión alega que no hay fondos para celebrarlas con garantías, a pesar de que Congo es el principal productor de cobre de África, el mayor proveedor mundial de cobalto y también produce coltán, diamantes, oro o estaño.
Un informe publicado la semana pasada por Global Witness ayuda a comprender el desajuste: según esta oenegé británica, uno de cada cinco dólares de los beneficios mineros de Congo se pierde debido a la corrupción o la mala administración. Según esta investigación, al menos 750 millones de dólares pagados por compañías mineras a agencias estatales de impuestos o a intermediarios opacos desaparecieron entre el 2013 y el 2015. Global Witness denuncia que parte de esos fondos fueron a parar a una red de negocios ligados al presidente Joseph Kabila.