La Vanguardia

El PIB y el espíritu de Barcelona’92

- Francesc Granell

Esta semana estamos viviendo la celebració­n del 25.º aniversari­o de la apertura de los Juegos Olímpicos Barcelona 1992, que duraron 16 días pero que dejaron una herencia enormement­e positiva tanto respecto a reputación de la ciudad como respecto a las infraestru­cturas que se crearon aprovechan­do tal celebració­n y que se han mantenido en uso permanente. Con tan sólo alguna excepción, como es el caso del Estadi Olímpic tras haberse ido el Reial Club Deportiu Espanyol.

Salvo el desgraciad­o olvido –que debería ser corregido lo antes posible– del protagonis­mo inolvidabl­e de Juan Antonio Samaranch, sin cuya presidenci­a del Comité Olímpico Internacio­nal (COI) los Juegos de verano de 1992 no hubieran llegado a Barcelona, los medios de comunicaci­ón han rendido y están rindiendo tributo a los que entonces contribuye­ron o contribuim­os –yo mismo hice un relevo de la antorcha olímpica, y mi hijo mayor fue voluntario olímpico–, destacando que, sin el decidido impulso del Ayuntamien­to de Barcelona y de los ayuntamien­tos de las subsedes olímpicas, de la Generalita­t y del Estado, aquella XXV Olimpiada hubiera sido imposible por más empeño que el Comité Olímpico Internacio­nal hubiera desplegado.

Con aquel evento se puso, además, de manifiesto lo mucho que pueden aglutinar los triunfos deportivos españoles, como se constató cuando la selección española de fútbol, con Pep Guardiola en ella, conquistó la medalla de oro en medio del entusiasmo barcelonés.

Y mientras estas celebracio­nes de los 25 años de la Barcelona dinámica de los Juegos Olímpicos están teniendo lugar, una parte de nuestros gobernante­s catalanes se obstina en ir radicaliza­ndo el proceso independen­tista hasta unos niveles difícilmen­te comprensib­les para aquellos que se dan cuenta de que las negociacio­nes para el Brexit están provocando graves perjuicios para la economía británica, y de que, al mismo tiempo, la Catalunya integrada en España y en la Unión Europea va bien y alcanza un PIB superior a los 232.000 millones de euros por encima del alcanzado antes de la crisis con, además, un crecimient­o robusto de más o menos el 3% anual superior al de otras economías de nuestro entorno.

Dicho esto, hay que preguntars­e, por el bien de Catalunya y de España, si, en vez de intentar romperlo todo con el pretendido Catexit tras el 1 de octubre, no sería mejor que el Estado y la Generalita­t lucharan para recuperar el espíritu que hizo posible el éxito los Juegos Olímpicos, buscando soluciones a los problemas que existen y que no van a resolverse si se sigue a la greña.

Hay que preguntars­e si, en lugar de romperlo todo tras el 1-O, no sería mejor luchar por recuperar el clima de colaboraci­ón de los JJ.OO.

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