La Vanguardia

Desinforma­rnos

- Quim Monzó

Lahouari Saidani es un camarero argelino que trabaja en el restaurant­e Arabica de Palma. Es noticia porque días atrás encontró una bolsa con 77.000 euros e inmediatam­ente la llevó a una comisaría de policía. Ese dinero iba acompañado de ropa recién comprada y documentos de una señora rumana que trabaja en el sector inmobiliar­io. En el Diario de Mallorca, Saidani explica cómo fueron las cosas: “Salí de trabajar a eso de las seis de la tarde y cuando llegué al edificio donde vivo me fui directamen­te al buzón. Es la costumbre, ya que desde hace tiempo espero un documento de Madrid por un asunto de Extranjerí­a. Bajo el buzón encontré una bolsa grande, de papel. La abrí y encontré cheques y un montón de dinero en metálico”. Explica que ni por un instante le pasó quedarse los 77.000 euros, cantidad jugosa para un hombre que es mileurista y padre de tres niñas: “El islam prohíbe robar. Y recibí una educación muy estricta por parte de mis padres. Desde muy pequeño me enseñaron que nunca podía quedarme lo que no es mío. En ningún momento me pasó por la cabeza”.

La alegría con la que los medios de comunicaci­ón dan la noticia subrayando la nacionalid­ad del protagonis­ta contrasta con la prevención con la que muchas otras veces se nos esconde la nacionalid­ad de personas que, al contrario de Saidani, delinquen. Hace quince años costaba mucho conocer de dónde eran los malhechore­s. Hubo una época en la que dos bandas se peleaban por los alrededore­s de la calle Pelai de Barcelona, y no había forma de saber de dónde eran. Los periodista­s lo escondían para no contraveni­r el nuevo catecismo, de manera que a menudo parecía como si fueran grupos de indígenas –nosotros– los que se dedicaban a atacar a pobres indefensos venidos de ve a saber de donde. Finalmente la cosa se solucionó, más o menos, a base de incluir siempre la ciudadanía de todos los que delinquían: “F.P.C., de nacionalid­ad española, fue detenido ayer por haber robado en la joyería Pirimpim”.

Pero a principios de semana leí en el digital DelCamp.cat un artículo de su director, Guillem Ramos-Salvat, que me reactivó las alertas. Es una pieza excelente, que pregunta por qué el gabinete de comunicaci­ón del Ayuntamien­to de Reus esconde sistemátic­amente la nacionalid­ad de los detenidos. Dice Ramos-Salvat: “¿Cómo es que el Ayuntamien­to de Reus facilita el sexo y la edad del detenido y no su nacionalid­ad? No dar a los lectores todas las informacio­nes que se tienen al alcance podría ser considerad­o una negligenci­a periodísti­ca. Esconder esta informació­n o buscar eufemismos políticame­nte correctos, no sólo te convierte en negligente —a la fuente y al periodista, al fin y al cabo— sino que también te convierte en un manipulado­r. Cuando el Ayuntamien­to esconde la nacionalid­ad de un detenido está manipuland­o la informació­n”. Me gustaría saber qué habría pasado si el caso de Lahouari Saidani hubiera tenido lugar en Reus y no en Palma. ¿El gabinete de comunicaci­ón reusense habría silenciado también su nacionalid­ad? Creo que no.

Que pasen un buen agosto y, si no nos vemos antes, feliz Navidad.

“Desde muy pequeño me enseñaron que nunca podía quedarme lo que no es mío”; ¡bravo!

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