La Vanguardia

Historias del Priorat

El Tros Vall Llach es fruto de la complicida­d entre Mariona Anglès y Antoni Bassas con Lluís Llach

- CRISTINA JOLONCH Barcelona

Podría decirse del nuevo El Tros Vall Llach (Mallorca, 303) que es un pedacito del Priorat en Barcelona; una bodega urbana donde la comida acompaña respetuosa­mente al vino: así lo hacen la truita amb suc, tan de la zona, los embutidos o los quesos buenísimos, elegidos por Pep Nogués, el carpaccio de pies de cerdo (vestigios de cuando este chef asesor estuvo en El Celler de Can Roca), el sabroso filete de sardina ahumada con humus de mongetadel­ganxet o las crujientes orelletes que compran a Pepi, en Ulldemolin­s.

Podría decirse que merece la pena acercarse al local que han abierto Mariona Anglès y su pareja, Antoni Bassas, aunque sólo sea para quedarse en la barra y comprar a granel las distintas variedades de uva guardadas en tinas de acero a la vista del cliente, con las que hacen un

coupage a gusto de cada cual; o, si se prefiere, acercarse a este lugar que quiere ser espacio de cultura para descorchar alguna joyita embotellad­a del Priorat: ya sean vinos de aquellos Cinco Magníficos, elaborador­es

geniales, soñadores y valientes que a finales de los ochenta lograron un milagro en un lugar olvidado, o de los que elaboran las nuevas generacion­es, empeñadas en seguir mejorando el trabajo de aquellos emprendedo­res.

Pero para entender lo que hay detrás de este proyecto que comparten con Lluís Llach y al que aporta su sabiduría el enólogo de Vall Llach, Albert Costa, tendríamos que hablar de tres viejas amistades forjadas en el Priorat, en Barcelona y en Washington. La primera, la que desde niños convirtió casi en hermanos a Lluís Llach y Enric Costa, quien sería notario de Taradell y que les llevó a impulsar –la culpa fue del músico– un proyecto enológico siendo ambos abstemios.

El objetivo era revitaliza­r Porrera, donde Llach había heredado tierras de su madre. Antes de privatizar una cooperativ­a (con Josep Lluís Pérez) y crear su bodega, fueron a visitar a René Barbier, quien cogió del suelo una piedra de llicorella y les dijo: “Esto es el Priorat, si lo respetáis haréis un buen vino”. Lo primero fue pagar la uva a un precio decente, tan alto que los payeses no podían creerlo.

La segunda amistad es la que surgió entre el propio Llach y el periodista Antoni Bassas y su mujer a raíz de una entrevista que el periodista le hizo para la radio. Y la tercera, la que se fue fraguando entre Albert Costa, hijo del notario Costa, y Bassas y Anglès, cuando el enólogo de Vall Llach viajaba a Estados Unidos para comerciali­zar los vinos en los tiempos en que Bassas trabajaba como correspons­al de EE.UU.

Llach y el notario Enric Costa, ambos abstemios, crearon un proyecto enológico con un fin social

Costa explica que Tros es como un juguete para cualquiera que ame el vino; una manera de acercar las variedades de uva para que la gente pueda disfrutar la riqueza de cada una de ellas, de las autóctonas y las que llegaron más tarde. La fuerza y la estructura de la cariñena, la delicadeza y la elegancia de la garnacha; los toques más verdes del merlot; los vegetales del cabernet; las cerezas o el punto de oliva en el syrah... El enólogo –“¡a mí sí que me gusta el vino!”– se emociona cuando habla de variedades recuperada­s, como la escanyavel­la, una uva blanca que plantaban en medio de los viñedos y que comían las mujeres que trabajaban el campo. Y desgrana historias de abuelas sabias, amigas, tan del Priorat como la llicorella.

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A granel. En la entrada del local, junto a la barra, el cliente puede ver las tinas de acero en las que guardan las diferentes variedades de uva de Vall Llach, con las que el sumiller prepara un coupage al gusto de cada cual LA COCINA La truita amb...
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Los espacios. El local, que quieren que sea espacio cultural, cuenta con la barra, el comedor y un patio en el que se encuentra La Rebotiga ,un pequeño reservado para grupos muy reducidos de comensales.

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