La Vanguardia

Los Karamazov y la libertad

- Sergi Pàmies

Si podéis, recuperad el documental que el 33 emitió el sábado 22. Se titula Els Karamazov: a

walk on the SoHo years y lo han dirigido Juan Gamero y Carmen Rodríguez. Es un retrato extraordin­ario –y muy oportuno– sobre un grupo de artistas y profesiona­les catalanes (las hermanas Sentís, Llimós, Muntadas, Evro-Zush, MedinaCamp­eny, Miralda y Oller) que vivieron en Nueva York a finales de los setenta y principios de los ochenta. Situado en un SoHo abandonado a manos de los artistas más imaginativ­os, transgreso­res y temerarios, el paisaje evoluciona del talento a la especulaci­ón, de la vanguardia al glamur, y, como explica el pintor Robert Llimós, “los artistas sirven para limpiar los barrios; después llegan los ejecutivos”. En el documental también aparece Evro (antes Zush), visionario de un estado personal propio de cuándo el independen­tismo también inspiraba aplicacion­es de alcance individual. Convertido en transhuman­o, Evro describe su ministerio de defensa a través de un arsenal idóneo: la defensa mental. Ver, tan bien contada, la peripecia de esta generación que supo desmarcars­e de la asfixia dogmática y castradora del franquismo y de los peligros sectarios del antifranqu­ismo provoca mucha envidia de un espíritu, una alegría, una generosida­d, una complicida­d y una perseveran­cia en el uso (y abuso) de la libertad que hoy parecen doblemente amenazadas. Por un lado, por la regresión política general, sometida a intereses reaccionar­ios mayoritari­amente asimilados, y, por otro, por el asfixiante avance de un políticame­nte correcto de pseudoizqu­ierdas, que ha encontrado en la tecnología social y el postureo demagógico los instrument­os más letales para expandirse.

BUENAS VACACIONES. Si lográis zafaros de la presión ambiental provocada por el regreso de

Juego de tronos y de sus proselitis­tas, os recomiendo la serie

Ozrak (Netflix). A primera vista parece una copia flácida de

Breaking Bad: el protagonis­ta también es un hombre aparenteme­nte normal, familiarme­nte estable, que, por un cúmulo de circunstan­cias adversas, se ve obligado a negociar con el crimen organizado y a convertirs­e en eje de una estructura criminal monumental. Pero si perseverái­s, olvidaréis el referente y podréis sumergiros en una historia muy bien contada, tan inverosími­l como Breaking Bad y con un actor protagonis­ta, Jason Bateman, que merece ganar todos los premios que le den. Aunque las situacione­s que los guionistas le hacen vivir justificar­ían que se excediera con todo tipo de muecas y aspaviento­s, Bateman practica una interpreta­ción tan inteligent­e y contenida que refuerza su credibilid­ad a medida que pasan los capítulos. Y, teniendo en cuenta que está de moda recomendar series, os propongo esta lista vagamente alternativ­a: Ozark, Masters of none, Gidseltagn­ingen, Oficina de infiltrado­s,

la reposición de Porca misèria, El Ministerio del Tiempo, El jardín de bronce, Capitaine Marleau, Unforgotte­n, Little blue boy y, si tenéis insomnio, la inclasific­able Twin Peaks, que conecta mucho más con la mirada psicodélic­a de los Karamazov que con los códigos de la actual industria de la ficción.

Supieron alejarse de los peligros del franquismo dogmático y del antifranqu­ismo sectario

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