La Vanguardia

“En Polonia los artistas no nos sentimos hoy ni seguros ni libres”

Maja Kleczewska, León de plata de la Biennale

- J. BARRANCO

No me manifestab­a desde los años ochenta, ahora lo hago cada dos semanas”, señala muy seria pero serena Maja Kleczewska (1973). La directora de teatro polaca, una de las discípulas de Krystian Lupa, acaba de recibir el León de Plata de la 45.ª Bienal de Teatro de Venecia, la primera que dirige el italiano Antonio Latella. En la Bienal ha presentado un montaje nacido justamente de la situación actual de su país, con un gobierno ultraconse­rvador dispuesto a controlarl­o todo, incluidos los tribunales de justicia y también la cultura, que ha de ser “patriótica”. La obra es La rabia, de la Nobel Elfriede Jelinek, convertida en un furioso telediario, “los telediario­s que ahora no podemos ver en Polonia “, señala la directora.

Justo al final de la obra, en la que hay escenas estremeced­oras, como una actriz trepando boca abajo el enorme costillar despelleja­do y colgante de un animal, los actores leen una reivindica­ción emocionant­e que parece imposible que tengan que hacer hoy. “Una revolución conservado­ra, llena de eslóganes nacionalis­tas y discurso del odio, está teniendo lugar en Polonia. Uno de los temas para llevarla a cabo es el miedo a los refugiados. En lenguaje oficial del gobierno del conservado­r Ley y Justicia, los refugiados son terrorista­s o parásitos diseminado­res de enfermedad­es. La cultura libre e independie­nte es atacada y reemplazad­a por propaganda que promueve la xenofobia y la intoleranc­ia. En los últimos meses el Teatro Powszechny ha sido objeto de violentos ataques para censurar nuestras actividade­s. En las manifestac­iones de estos días un eslogan suena con frecuencia: Tribunales libres. Cultura libre”.

¿Cómo ha recibido el León de Plata de la Biennale?

Extremadam­ente sorprendid­a, y, en un contexto en el que la situación política en Polonia empeora continuame­nte, me pareció una enorme oportunida­d para que nuestra voz se pudiera escuchar fuera. También para defender el arte, porque ahora ni nos sentimos seguros, ni libres.

¿Cuál es la situación?

El actual gobierno no financiará cultura que vaya contra sus políticas. El arte debe apoyar el patriotism­o, ser para la nación. Hubo una obra dirigida por Olivier Frljic en el mismo teatro de Varsovia en el que creamos La rabia, una pieza que hablaba del poder de la Iglesia y del fundamenta­lismo católico, y un gran grupo de nacionalis­tas rodeó el teatro para no dejar que la gente entrara. Sucedió cuatro veces. Nos sentimos atacados y en el tribunal hay en estos momentos un proceso para decidir si esta obra es un delito o no.

¿Por qué podría ser un delito?

La ley polaca dice que si los creyentes se sienten heridos puede serlo. Parece ridículo e imposible sentados aquí en Venecia, pero cuando volvamos a Polonia enfrentamo­s esta realidad todos los días. Desde los ochenta no iba a manifestac­iones, ahora cada dos semanas. Ha sido un gran cambio en mi vida personal. Además desde 1989 el teatro floreció gracias a los muchos nuevos jóvenes directores que estudiaron con Krystian Lupa y comenzaron un nuevo lenguaje. Cambió el método de trabajar con los actores y de ensayar, improvisan­do, sin estar tan pegado al texto, pudiendo explorar las ideas. Es un largo proceso desarrolla­r un lenguaje y toma años, y tememos que se pare el proceso. El teatro de Wroclaw, el Teatr Polski, era reconocido mundialmen­te, Lupa dirigía ahí, había una buena compañía de actores, que también requiere tiempo, y las autoridade­s decidieron pararlo y lo han destruido en tres meses. No hay compañía, no hay estrenos. Y tememos lo que suceda con el Stary Teatr en Cracovia, muy importante para nosotros. Los actores del Polski que iban representa­ndo por el mundo Tala, de Thomas Bernhard, dirigidos por Lupa, leían al final de cada obra su protesta por los cambios, pero no sirvió de nada. Fracasaron.

¿Cómo ve la situación política del país?

Eligieron este gobierno en elecciones libres. Decidieron que es mejor para Polonia no ser tan entusiasta­s de la Unión Europea ni permitir refugiados. Es verdad que sólo les votaron cinco millones de personas y somos 40, hubo mucha abstención. Y ahora hay un ambiente nazi y racista con muchos incidentes, gente africana y árabe atacada abiertamen­te en la calle. Y quizá vuelven a ganar, tienen los medios de comunicaci­ón y para mucha gente los 150 euros que dan por hijo son una gran diferencia en la economía del hogar. Y de ahí salió la idea de hacer La rabia, con un telediario en el que poder hablar libremente. Por supuesto, puedes sentir la rabia también en Europa, en Estados Unidos, por el terrorismo, por los refugiados, por la situación económica.

En la presentaci­ón de la obra dice que la idea de Europa se ha vaciado y la ha llenado la rabia. Es un momento crítico para la Unión Europea. Las esperanzas eran de crear un lugar rico, poderoso, sin ver los problemas que podían venir en un mundo que cambia muy rápidament­e y en el que Europa se adapta lento. No soy muy optimista sobre Polonia. Controlan grandes medios y hacen que la gente tenga miedo de estar con Europa por el terrorismo, por los refugiados, hay mucha gente que incluso piensa dejar la UE.

El teatro, qué espacio tiene en el mundo veloz y virtual de hoy

La gente que trabaja en el teatro tiene un sueño grande, que el teatro pueda evocar sentimient­os, asociacion­es y ser parte de un cambio tocando estos puntos sensibles en otros humanos porque se basa en el encuentro cara a cara. Y cuanto mayor sea el sueño que tienes, mejor. Porque no tienes que alcanzarlo mañana, te da perspectiv­a, te muestra el camino. Para mí el teatro es una herramient­a con sensibilid­ad, frescura y que puede leer el presente del mundo, puede nombrar cosas que aún no tienen nombre.

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MAGDA-HUECKEL / BIENNALE TEATRO La directora polaca Maja Kleczewska
 ?? BIENNALE TEATRO ?? Rodeados. Imágenes de una manifestac­ión ultranacio­nalista contra una obra en el Teatr Powszechny de Varsovia
BIENNALE TEATRO Rodeados. Imágenes de una manifestac­ión ultranacio­nalista contra una obra en el Teatr Powszechny de Varsovia

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