La Vanguardia

El relevo

- Santi Nolla

La Barcelona olímpica dejó paso a la Barcelona turística. La ciudad de las obras y los récords se abrió a los cruceros y a Gaudí. Los Juegos habían colocado a Barcelona en el mundo y el relevo olímpico lo tomó la ciudad del Barça, la Sagrada Família, el Parc Güell y la Pedrera. Hoy, Barcelona no es como antes, pero la visita más gente que no para de hacer fotos y consumir una pequeña botella de agua que trata de ir reponiendo a poco que vea una fuente en la que se intuya manantial.

La clave de los Juegos fue la ceremonia. La experienci­a de la inauguraci­ón del Estadi en un día de intensa lluvia años antes había dejado mal sabor de boca. El día que se situaría Barcelona en el mapa del mundo, con todos los ojos puestos en la Fura del Baus y Rebollo, daba miedo. ¿Estaremos a la altura? La organizaci­ón volvió a apostar por el relevo. Fundamenta­lmente de mascota y tono. El Cobi de Mariscal rompió con la tradición de los animalitos Disney y la ceremonia se alejó de los toros y la paella, y dio la imagen de una ciudad moderna, fresca, innovadora, de diseño, con la parte tradiciona­l bien tratada.

“Todo irá bien”. Juan Antonio Samaranch lo supo después del encendido del pebetero. Preparó la frase: “Los mejores Juegos de la historia”. Lo fueron. La prensa lo contó así, entre otras cosas porque los periodista­s vivieron unos días excepciona­les con una ciudad volcada que los acompañó en diseñar unos Juegos plenos de entusiasmo. La prensa vivió feliz en Barcelona en los Juegos de la gente. Eso fueron los Juegos: la gente.

De la Barcelona olímpica quedan muchas imágenes íntimas. Cada cual fabricó sus Juegos con fotos propias. Con el paso del tiempo en el disco duro queda la imagen de Maragall saltando tras obtener la candidatur­a con el largo abrigo de la modernidad. Epi, el último relevo, atlético y serio, solemne y deportivo y la flecha cayendo por detrás del pebetero. Queda la imagen de Cacho mirando hacia atrás antes de ganar los 1.500 en una carrera inmensa y Cobi en el cielo en la ceremonia del adiós.

Y otro relevo. El que el jefe me dio cuando tomé la llama de su antorcha en la multitudin­aria carrera que paseó el fuego olímpico. Juan José Castillo, entrañable director de Mundo Deportivo, dejó paso a un imberbe treintañer­o con ganas de comerse el mundo al frente de la dirección del diario decano de la prensa deportiva española y mundial, después de Gazzetta dello Sport. El jefe sonrió y con esa voz profunda de aragonés simpático y noble dijo “venga, chaval”, antes de recorrer los pocos metros que le hacían acreedor de haber participad­o en el relevo. Mientras vivió, siempre corrimos juntos. En aquel 1992 mágico fue dejando en los casilleros de los redactores las noticias traducidas de la agencia Upi. Castillo siempre sintió una especial devoción por la forma de escribir de la prensa norteameri­cana. Sin ser un erudito en inglés, traducía los mejores textos para ser aprovechad­os por el diario, mientras consumía un habano que le llenaba la camisa de ceniza. Siempre dio buenos consejos. Castillo no criticaba, aconsejaba. Me sentí orgullosos de coger el relevo de un maestro, tan querido como respetado.

Barcelona’92 se llenó de éxito y vale la pena recordar después de lo que significó a gente que no estuvo en la primera fila de la trinchera olímpica barcelones­a. Castillo fue uno de los periodista­s que más y mejor aconsejaro­n a Samaranch en su carrera olímpica. Su experienci­a y buen criterio fueron influyente­s, como lo fue Andreu Mercè Varela, Àlex Botines o Quim Regás o, en los propios Juegos, Pedro Palacios. Detrás del escaparate mediático hubo periodista­s (es imposible citarlos a todos porque fueron muchos) que pusieron su grano de arena en la construcci­ón de unos Juegos que después fueron un ejemplo para otras ciudades. La prensa deportiva, entusiasta, emocional, proactiva, implicada y cómplice tuvo también un papel clave en unos Juegos excepciona­les como la prensa popular o de calidad lo tuvo en la magnífica transforma­ción de la ciudad.

Barcelona tomó el relevo y cedió el relevo después de hacer feliz a la gente. Para eso, fundamenta­lmente, sirve el deporte.

Barcelona tomó el relevo y lo cedió después de hacer feliz a la gente; para eso sirve el deporte Castillo fue uno de los periodista­s que más y mejor aconsejaro­n a Samaranch

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ARCHIVO La despedida del Cobi en la ceremonia de clausura de Barcelona’92
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