“LA MEJOR OFICINA DEL MUNDO”

Una vez que Simonez da el visto bueno –el trío de enfadados se va con la bronca a otro lado–, se accede al ascensor.

Viaje hasta la planta 18 del hotel Standard, uno de los iconos del viejo distrito de distribución de carne reconvertido en una de la zonas más cool de la Gran Manzana, según las guías.

Hay que aclarar algo. Simonez, que igual está en la puerta que arriba viendo cómo va la noche, niega ser lo que se entiende como el típico portero de discoteca, el clásico forzudo, de actitud más bien arrogante. No, él se define como host-doors ,o el anfitrión. “No sólo decides quien entra, también das la bienvenida”. Lo que no quita que se escuchen insultos como “racista, homófobo, cosas fáciles de decir”.

Su labor consiste “en crear ambiente”, que el recinto tenga diversidad, unas chicas bonitas, otras no tanto, gais y heterosexuales, jóvenes y adultos. Lograr eso, el denominado “control de daños”, hace que “surja la magia”.

Arriba, con una pequeña piscina junto a la pista de baile en una de las salas, lo que deja patidifuso son las vistas de la ciudad.

Queda claro que éste no es lugar para fotos. Simonez lo ve como un anti climax. Esto no es el Empire State Building. Pero sabe que resulta inevitable. “Mi madre vino a verme y me preguntó dónde trabajaba. La traje aquí y le dije: es la mejor oficina del mundo”.