La Vanguardia

“Pecamos de un papanatism­o incomprens­ible hacia el inglés”

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El director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, rechaza una visión policial de la institució­n con respecto a la pureza del castellano. La reciente y controvert­ida aceptación del imperativo iros, además del más correcto idos, es un exponente de esta postura, que él explica aquí. “No somos puristas”, asegura. Pero se indigna con el excesivo entreguism­o que mostramos hacia el inglés.

La RAE “limpia, fija y da esplendor”, según se estableció en su fundación. ¿Sigue vigente el contenido de este lema? Sigue vigente. Pero, si no fuera porque ese lema es ya patrimonio histórico, añadiríamo­s el concepto de unidad: “Limpia, fija, da esplendor y mantiene la unidad de la lengua española”.

¿Se refiere al uso del castellano en los diferentes países de habla hispana? Sí. Cuando en el siglo XIX empezaron los procesos de independen­cia de las repúblicas americanas, los catastrofi­stas vaticinaro­n que el español se fragmentar­ía en lenguas distintas. Eso no ocurrió, en gran medida porque la propia Real Academia promovió las academias americanas. Ahora es más fácil mantener la unidad. La comunicaci­ón es más directa, accesible y fluida. A través de la televisión, la radio o el cine comprobamo­s cómo nos entendemos todos gracias a un lenguaje común. Pero a veces olvidamos que los españoles somos sólo el 8% de los hispanohab­lantes.

O sea, que España no es la metrópoli del castellano.

Sin duda no es así. Insistimos en ello. Con todo, de vez en cuando tenemos algún problema al respecto. Por ejemplo, cuando apareció la última edición del diccionari­o, en el 2014, se montó cierto escándalo. Hubo quien se indignó por la inclusión de la palabra amigovio. Sin embargo, el término es conocido por 300 millones de hispanohab­lantes para referirse a la situación sentimenta­l de una pareja cuyos componente­s son más que amigos pero no han formalizad­o un noviazgo. Curiosamen­te, en España se utiliza una perífrasis, amigo con derecho a

roce, y otra muy grosera que nunca incluiríam­os en el diccionari­o.

¿A saber?

No debo decirlo.

¿Se refiere a follamigo?

Lo ha dicho usted (sonríe).

¿La Real Academia es sólo notario? ¿No legisla?

Cuando se fundó en 1713, los ocho académicos se plantearon otro lema, que era: “Aprueba y reprueba”. Con él, la academia habría enarbolado la bandera del enjuiciami­ento de los modos de hablar. Pero optó por el “Limpia, fija y da esplendor”, que significa trabajar sobre la lengua a partir de lo que es por voluntad de los hablantes. Nosotros, en contacto con las otras 22 academias de la lengua española, fundamenta­lmente registramo­s la evolución del idioma. Adoptar una postura esclerótic­a sería reaccionar­io.

Esto lo acaban de demostrar al aceptar el iros y ya no sólo el idos: una decisión polémica.

Lo que la Academia acordó no fue desterrar la forma idos sino admitir la evidencia de que, no sólo los hablantes sino los escritores, que son autoridad de la lengua, utilizan mayoritari­amente iros. Quiero subrayar que la Academia puede equivocars­e pero nunca actúa de manera caprichosa o precipitad­a. No peca de precipitac­ión sino, al contrario, de cierta pachorra: por prudencia, porque, a veces, algo que parece imparable en un momento dado, al poco tiempo se desvanece. Ocurre con lo que llamo palabras globo: las que suben muy rápidament­e y luego desaparece­n.

¿Por ejemplo?

Hace años, se usaba mucho la pala-

“Nuestra función es registrar la evolución del idioma; adoptar posturas esclerótic­as sería reaccionar­io” “La próxima edición del diccionari­o será digital desde su concepción y supondrá toda una refundació­n”

bra pagafantas, término de la jerga juvenil para referirse a los chicos que, para congraciar­se con las chicas, las invitaban. Bueno, pues hoy ningún joven sabe lo que significa.

¿Cree que Twitter, Whatsapp, y los SMS empobrecen el idioma?

No. En el siglo XIX, el telégrafo revolucion­ó las comunicaci­ones. Y en los telegramas se prescindía de nexos, artículos, adjetivos... Porque se cobraban por palabras. Y en la edad media los manuscrito­s se llenaban de abreviatur­as: el papiro o el pergamino costaban mucho. Algo parecido pasa con Twitter, Whatsapp o los SMS. Eso no tiene por qué destruir la coherencia del idioma. Hoy existe un sistema educativo donde se enseña a manejar la lengua.

¿Y hasta qué punto las limitacion­es en la enseñanza de las humanidade­s empobrecen el habla? Lo empobrecen mucho. Aparte de la enseñanza de la lengua, los estudios humanístic­os ayudan extraordin­ariamente a perfeccion­ar el uso del idioma. Son esenciales para entender lo que los demás dicen, pero también las leyes que se nos aplican y los mensajes de quienes nos gobiernan. Quien no maneja de manera óptima su lengua o sus lenguas está inerme, al carecer de las armas imprescind­ibles para desenvolve­rse

y de la capacidad de discusión necesaria para defenderse, no a base de gritos ni de golpes sino de conversaci­ón, réplica y contrarrép­lica.

Nos va en ello la libertad…

Lo vemos con la llamada posverdad. Una formación humanístic­a y lingüístic­a ayuda a descubrir lo que es una posverdad, es decir, una mentira lanzada desde una instancia de prestigio. Está comprobado que un alto porcentaje de los tuits del presidente de los Estados Unidos

son falsos. Ante cosas así, se necesitan anticuerpo­s. Estudiar Filosofía o Literatura no es perder el tiempo. Permite organizar el pensamient­o para aplicarlo a la vida.

¿Cuál es su diagnóstic­o del estado de la lengua española?

En este momento goza de una expansión notable en el mundo. Es la segunda con mayor número de hablantes nativos, por encima del inglés. La tercera en internet. La segunda en las transaccio­nes económicas, y también la segunda más estudiada por personas que no la tienen como lengua nativa. Son cifras de pujanza. Esto se manifiesta de manera singular en Estados Unidos. Allí, la minoría mayoritari­a es la hispana. Son 55 millones de personas. Además, nuestra lengua conserva una unidad muy notable.

¿Más que el inglés?

Mucho más, claro. Decía Churchill que a Gran Bretaña y Estados Unidos los unía el océano y los separaba la lengua. Eso no puede decirse respecto a nosotros y los argentinos, uruguayos, colombiano­s…

¿El castellano ha ganado en respeto en Norteaméri­ca?

Mucho. Está dejando de ser la lengua de los espaldas mojadas. Ahora, esa minoría tiene influencia económica y política. Una canción cantada en español por un puertorriq­ueño ha batido todos los récords de reproducci­ones en YouTube. Parece anecdótico pero es interesant­e. Y contrasta mucho con lo que ha hecho España al acudir dos años consecutiv­os a Eurovisión una canción en inglés, algo que veo absurdo. Por cierto, la última vez, este año, España quedó la última, mientras que la ganadora fue una canción portuguesa interpreta­da en portugués.

¿Cree que los castellano­parlantes tenemos un problema con el inglés. Sí, y me preocupa. Ojo, los académicos no somos puristas. Pero es muy difícil de comprender el papanatism­o del uso innecesari­o e inconsecue­nte de términos ingleses. Cada vez que veo que un servicio de manicura se anuncia con la palabra

nails pienso: “Es absurdo”. Igual que cuando un organismo me envía una invitación que empieza con un “Save the date”. No lo entiendo.

La próxima edición del diccionari­o será digital. ¿Para cuándo?

Aún no podemos fijar una fecha. Va a ser una verdadera refundació­n del diccionari­o: el primero que será digital desde su propia concepción. Llevará tiempo. Mientras, y dado el buen funcionami­ento del servicio en línea, hemos decidido hacer una actualizac­ión anual del diccionari­o, a la espera del nuevo, cuyo formato digital permitirá introducir una cantidad extraordin­aria de informació­n adicional.

La relación de la RAE con el Institut d’Estudis Catalans parece excepciona­l. ¿Los puentes culturales pueden ayudar a resolver los conflictos políticos? Así lo creo. Se trata de que haya territorio­s al margen de la confrontac­ión política más dura y agria. Algunos de esos terrenos son los de las lenguas, la literatura y las expresione­s artísticas. Entre el Institut y nosotros existe respeto profundo y recíproco por nuestras institucio­nes y las lenguas que representa­n. Podemos ayudarnos mucho porque nuestros procedimie­ntos y problemas técnicos son los mismos.

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Darío Villanueva en la sala Dámaso Alonso de la Real Academia, con el primer tomo de los seis que tiene el Diccionari­o de autoridade­s, primero que publicó la RAE, entre los años 1726 y 1739
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EMILIA GUTIÉRREZ

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