La Vanguardia

Otra visión de Roma

- ARTURO SAN AGUSTÍN

Culto, informado, discreto. A Sergi Rodríguez López-Ros, director del Instituto Cervantes en Roma, le envidio la residencia que ocupa en el barrio del Parioli y en la que está también ubicado el instituto cervantino. Esa residencia, en cuya azotea he comido buena pasta y he brindado con buen vino por la filósofa María Zambrano, que da nombre a la biblioteca del instituto, fue propiedad de Galeazzo Ciano, yerno de Mussolini. En ella recibía a sus amantes y escribía sus diarios, que son de obligada lectura. Luego, su suegro lo fusiló. Pero esa es otra historia. O sea, que si alguno de ustedes está a punto de viajar a Roma quizá haría bien en leer antes el libro Un Jubileo en español, escrito por Sergi Rodríguez. Y no se asusten por el título, que la cosa no va de jubileos, es decir, de conversion­es. Se trata de una amena guía, de un detallado itinerario por las iglesias y basílicas de la Roma iberoameri­cana. Sobre el libro, el exembajado­r de España ante la Santa Sede Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, a quien recuerdo fumador e irónico, ha dicho que nadie hasta la fecha había escrito una obra que analizara tan pormenoriz­adamente la apertura de España al diálogo entre fe y cultura. Y el presidente de la Fondazione Roma, Emmanuele Francesco Maria Emanuele, afirma que el libro de Sergi Rodríguez es capaz de satisfacer la legítima curiosidad de muchos viajeros y peregrinos de lengua española que llegan a Roma. Y si eso afirma el barón de Culcasi habrá que hacerle caso. Yo me atrevo a decir que Sergi Rodríguez ha puesto el acento en evidenciar la influencia de la Corona de Aragón en el Mediterrán­eo.

Sergi Rodríguez, sensible a todas las lenguas que se hablan en España, se ha adaptado tan bien a Roma que parece un romano más. Un romano culto, amigo de intelectua­les, barones, príncipes y princesas cultas a las que he conocido gracias a él. Pero este hombre que conoce algunos importante­s secretos vaticanos, romanos y a los propietari­os de determinad­os palacios romanos es el mismo que nos mostró en su día la realidad del pueblo gitano. Antes de acceder a algunos palacios romanos transitó, pues, por muchas barracas de las periferias españolas y también de aquella experienci­a publicó un libro necesario. En Roma, como en casi todas las ciudades y pueblos, los turistas suelen amanecer muy temprano. Y a las 11 ya no saben qué hacer y comienzan los inevitable­s y muy humanos bostezos. Y da igual que viajen en manada y un guía les cuente lo que ya ni escuchan ni les interesa.

Más allá, pues, del Coliseo, de la Capilla Sixtina, de la Fontana di Trevi, del palacio del Quirinale, de la Via Condotti, de la plaza de España e incluso de la plaza de San Pedro, el libro de Sergi Rodríguez permite evitar esos bostezos turísticos y descubrir la importanci­a de lo hispano en la capital de la cristianda­d. Claro que si leen el libro del director del Instituto Cervantes en Roma se enterarán también, por ejemplo, de la existencia de cierto adoquín, muy singular, que pasa desapercib­ido para casi todos los turistas y peregrinos que cruzan la plaza de San Pedro. Sergi Rodríguez afirma que Roma no se entiende sin su aportación española.

Y para valorar esa aportación no es necesario ser creyente. Es suficiente ser curioso.

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LV Sergi Rodríguez, director del Instituto Cervantes en Roma
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