La Vanguardia

Virginia Raggi

La Ciudad Eterna evita por ahora los cortes de agua, pero se evidencian una gestión y unas infraestru­cturas pésimas

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

ALCALDESA DE ROMA

La Ciudad Eterna sufre una sequía que amenaza con importante­s cortes de agua. Lo cierto es que la alcaldesa Raggi, del M5E, se ve incapaz de reparar una red de suministro que pierde el 44,4% del agua que transporta.

Amedia tarde de ayer, en la vía de la Conciliazi­one, uno de los lugares más concurrido­s de Roma, a tiro de piedra de la basílica de San Pedro, seguía manando agua abundante en la calle. “Llevamos así unos diez días –comentó Alessandro, recepcioni­sta del hotel de cuatro estrellas situado delante del escape–. Vinieron los de Acea (la compañía de aguas), hicieron algo y se marcharon. Pero sigue saliendo agua”.

El improvisad­o y generoso riachuelo contrasta con las dos fuentes monumental­es en la vecina plaza de San Pedro, que están apagadas por orden del Vaticano. Francisco es un papa con gran conciencia ecológica y muy preocupado por el acceso universal al agua potable. Quiso dar ejemplo de austeridad ante la larga sequía que padece la Ciudad Eterna.

Las pérdidas de agua por rotura de cañerías y otros problemas en la red de distribuci­ón, muy vieja y con deficiente mantenimie­nto, son una auténtica plaga. Se calcula que el 44,4% del agua distribuid­a en Roma se pierde. Quien firma esta crónica fue testigo de un gran escape, también en la calle, que tardó un mes entero en ser reparado.

En algunas ciudades de la región del Lacio el despilfarr­o hídrico es todavía más escandalos­o que en Roma. En Frosinone –que tuvo el triste privilegio, el año pasado, de ser designada la urbe más contaminad­a de Italia–, el 75,4% del caudal no llega a los grifos de los usuarios. En Latina, las pérdidas llegan al 67%; en Rieti alcanzan el 53,8%.

Ante este panorama, no es de extrañar que la brusca caída de la pluviometr­ía, unida a las altas temperatur­as, haya desencaden­ado una emergencia. No hay suficiente agua para el consumo. Decenas de localidade­s en el entorno de Roma ya han sufrido restriccio­nes. En la capital debían empezar este lunes, pero finalmente se han logrado evitar con una solución salomónica –y provisiona­l–, con la esperanza de que, entre tanto, lleguen borrascas y se alivie un poco la situación.

El gobernador de Lacio, Nicola Zingaretti, anunció el viernes que, pese a una reciente orden suya en sentido contrario, se continuarí­a captando agua del lago de Bracciano, a unos 50 kilómetros al norte de Roma. En lugar de los 1.100 litros por segundo habituales, serán 400 litros hasta el 10 de agosto y 200 litros hasta final de mes. A partir de septiembre, ya se verá. El descenso del nivel en el lago de Bracciano, de origen volcánico y muy popular para los amantes del baño y de la vela, fue el detonante de la crisis. Se consideró que seguir sacando agua podría provocar un desastre ecológico con repercusio­nes en el turismo.

A la hora de la verdad, las autoridade­s se han percatado de que los cortes de agua rotatorios en Roma –se pensaba en interrupci­ones de ocho horas–, amén de dañar la imagen internacio­nal, podrían acarrear un problema sanitario muy serio. No podía evitarse, técnicamen­te, librar del racionamie­nto a los hospitales. Además, según publicó ayer

La Repubblica, se descubrió que interrumpi­r por completo el flujo desde Bracciano causaría bolsas de aire en las cañerías y residuos, poniendo en peligro aún más un sistema ya muy deteriorad­o y también la calidad del agua cuando se reemprendi­era la captación del lago.

La gestión de la emergencia ha sido casi surrealist­a. Gobierno regional y gobierno municipal se han echado mutuamente las culpas, en un diario ejercicio de demagogia y confusión. Son administra­ciones controlada­s por partidos distintos. El gobernador del Lacio es del Partido Demócrata (PD) y la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, milita en el Movimiento 5 Estrellas (M5E), de Beppe Grillo. Habrá elecciones regionales el próximo año y eso ha enturbiado el debate.

Zingaretti ha sido muy agresivo con Raggi. La ha acusado de “descargar siempre la responsabi­lidad en otros”. “Con este planteamie­nto, Roma corre el riesgo de morir”, advirtió el gobernador. Zingaretti, sin embargo, ha jugado desde el principio la carta populista, sin tampoco asumir su parte de culpa. Cuando desveló el problema en Bracciano y la inevitabil­idad de las restriccio­nes, el gobernador salió en televisión y pidió teatralmen­te a Donald Trump que lo visitara para convencers­e de los efectos de no actuar contra el cambio climático. Ni Zingaretti ni quienes lo han precedido al frente del Lacio tienen mucho de que enorgullec­erse. La región presenta unas infraestru­cturas muy degradadas, empezando por la red de carreteras de su competenci­a, en un estado calamitoso, impropio de un país de la UE y del G-7.

La pax romana, pues, se ha impuesto en la crisis hídrica, si bien se sabe que es una tregua frágil. Los sufridos usuarios se podrán seguir duchando este agosto a cualquier hora del día, pero la comodidad no les saldrá gratis. En vista de las inaplazabl­es mejoras que necesita la red, se habla ya con insistenci­a de una subida de tarifas, el recurso fácil de los gestores negligente­s y los políticos incapaces.

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MANÉ ESPINOSA Este escape en una fuente de la vía de la Conciliazi­one lleva diez días sin que nadie lo repare

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