La tierra de Ley y Justicia
Dios, familia y patria pesan mucho más que la Unión Europa en el pueblo de Kobylin Borzymy, el que más vota a Kaczynski
El sol de mediodía cae vertical y sólo el zumbido de algún tractor rompe el letargo de la aldea, un puñado de casas de madera, algunas visiblemente abandonadas, rodeadas de campos y bosques. Al final de la calle se divisa una mancha negra. Es la sotana del cura, que regresa a la iglesia junto al diácono y el monaguillo. Vienen de administrar la extremaunción post mortem a una anciana y a su hijo que, cuchichean los vecinos, han sido víctimas de una sepsis.
La vida y la muerte se deslizan a otro ritmo en Kobylin Borzymy, en el nordeste rural de Polonia. Está a sólo a tres horas en coche de los cafés y restaurantes cosmopolitas de Varsovia pero sus estampas parecen mucho más lejanas. Congeladas en otra época.
Desde hace algún tiempo, el sosiego se ve perturbado por la visita de periodistas de la capital y de vez en cuando, como hoy, alguno extranjero. No son del todo bienvenidos. “Estamos hartos de que nos pinten como catetos”, se enfada una señora. “Vienen y sólo fotografían los edificios tapiados, como si el pueblo se estuviese cayendo a trozos, cuando al lado hay casas con el jardín lleno de flores. O van al campo y buscan la vaca más vieja y flaca”, se queja el alcalde.
Kobylin Borzymy saltó a la fama en el 2010, cuando en la primera vuelta de las elecciones presidenciales fue la comarca que más votó a Jaroslaw Kaczynski, el líder del partido ultraconservador Ley y Justicia. En octubre del 2015 repitió marca en las legislativas con el 85% de las papeletas, récord nacional.
“Es un partido católico y mi familia es muy creyente. A mi no me interesa mucho la política pero la mayoría de gente aquí les vota y yo también”, dice Dorota, de 23 años, que trabaja en la peluquería por 1.300 zlotys al mes, 305 euros. Sabe poco de las protestas antigubernamentales que estos días han sacado a jóvenes como ella a las calles de las grandes ciudades. “Mis padres y mis abuelos dicen que en política todos se tiran porquería”. “Siempre ha sido una región de derechas y de patriotas, como Ley y Justicia. Tenemos una mentalidad tradicional, no entendemos que los gais puedan casarse o adoptar hijos, o que en las escuelas alemanas los niños puedan elegir su sexo”, dice el alcalde, Woj- ciech Mojkowski. Dios, la familia y la patria pesan mucho más que Europa, y eso que la entrada en el club, en el 2004, tuvo un gran impacto. Esencialmente, trajo las vacas: hoy hay 13.000 y son el sustento de la comarca, donde han surgido las dos cooperativas lecheras más importantes del país.
El alcalde, sin embargo, no vincula los dos hechos cuando repasa la evolución económica. Recuerda que la época comunista fue dura, la región era pobre y aislada. Las cuotas por hectárea a los campesinos obligó a muchos a deshacerse de terrenos. Con la escasez de gasolina y la falta de carreteras, tampoco podían vender sus productos.
La caída del régimen trajo turbulencias: los precios se desplomaron. A finales de los noventa, con la llegada de los primeros fondos europeos, la gente empezó a pasarse a las vacas.
La contribución de la UE se reconoce casi a regañadientes. “Si no tuviésemos el dinero europeo tendríamos que buscarlo en otra parte –admite Elzbieta, ganadera con 100 vacas–. Pero con la UE también viene mucha burocracia”.
El alcalde espera como agua de mayo que terminen las obras de la carretera –pagada en un tercio por la UE– que acercarán la capital provincial. “Confiamos en que lleguen inversiones. Y nuevos vecinos: quizá gente de la ciudad querrá venir a vivir aquí, es más barato”, dice Mojkowski. La comarca se despobla. “Oficialmente hay 3.200 habitantes pero en realidad somos unos 500 menos. Muchos han emigrado al extranjero o a la ciudad. Yo mismo tengo a mis cuatro hermanos en Varsovia”.
Pese a que necesitan vecinos y hay varias casas vacías, el alcalde no
“Somos tradicionales, no entendemos que los gais puedan casarse o tener hijos” Al pueblo le cuesta reconocer que vive de los fondos que aporta la UE
quiere ni oír hablar de acoger a refugiados. “El Gobierno hace muy bien en mantenerse firme contra las cuotas europeas. Vemos todos los problemas que tienen Francia, Alemania o Italia por haber aceptado a tantos africanos y árabes y no lo queremos aquí”.
De la misma opinión es el padre Marek Dembinski, a quien poco parece importarle el mensaje a favor de los refugiados del papa Francisco. “En mi iglesia recogemos dinero para pagar la educación a dos africanos. Pero aquí no queremos un influjo masivo y descontrolado de musulmanes entre los que se esconden terroristas. Europa no puede recibir a todo el mundo. Hay que ayudarles en su casa”, dice el cura.
Mientras las iglesias en Europa Occidental se vacían, el padre Marek celebra tres misas al día y cuenta con unos 1.800 parroquianos. “La
Iglesia no se mete en política, somos independientes”, afirma a la pregunta de si Ley y Justicia es el partido de la Iglesia católica. Pero se olvida rápidamente. “La propaganda occidental contra el Gobierno es abominable. El comisario Timmermans, ¿qué sabe él de Polonia?”