La Vanguardia

Intensa mejora económica

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LA economía española ha acelerado su crecimient­o en el segundo trimestre, hasta el 3,1% en tasa interanual, lo que confirma las previsione­s que apuntaban a un comportami­ento más favorable de lo inicialmen­te estimado. Con el nuevo aumento del producto interior bruto (PIB) registrado entre abril y junio se recupera, además, el nivel de generación de riqueza de antes de la crisis. Esta recuperaci­ón ha exigido nueve años de intenso trabajo y esfuerzo por parte de la sociedad española que, pese a todo, no se ha traducido aún en el nivel de empleo. El país se ha hecho más competitiv­o y produce lo mismo que entonces, pero con cerca de dos millones de puestos de trabajo menos. Al ritmo actual, aún se necesitará­n otros cuatro años de crecimient­o para recuperarl­os.

Las razones que explican el buen comportami­ento de la economía española, que es la que más crece de la UE, hay que buscarlas en el fuerte tirón de la demanda interna –consumo e inversión– y en el incremento de las exportacio­nes. Estas últimas se benefician de la competitiv­idad ganada por España gracias a la devaluació­n salarial registrada y a la mayor demanda exterior fruto de la mejora de la coyuntura internacio­nal.

En el intenso aumento del consumo y de la inversión influye de manera decisiva la mejora de la confianza de familias y empresas en las perspectiv­as económicas, pese a las incertidum­bres políticas. La importante creación de empleo registrada desde el 2013 es un destacado factor que favorece el aumento del consumo, al igual que los récords de turismo que se baten año tras año. A ello se suma el descenso del ahorro contenido durante la crisis, que libera dinero para un mayor gasto familiar, la mejora de las cotizacion­es de la bolsa, donde hay una gran parte del ahorro invertido, y la creciente normalizac­ión del crédito, a tasas bajas de tipos de interés, como consecuenc­ia de la política expansiva del BCE, que facilita la compra de bienes duraderos, como lo demuestra la recuperaci­ón de la venta de viviendas. El sector público contribuye a ese mayor dinamismo del sector privado al ajustar los déficits y detraer menos dinero del sistema.

Para mantener el ritmo del consumo como motor de la economía, a partir de ahora haría falta una normalizac­ión del poder adquisitiv­o de los salarios, como han llegado a reconocer incluso la patronal y el propio ministro de Economía, aunque ello debe hacerse en consonanci­a con mejoras de la productivi­dad. La presión de los sindicatos para recuperar parte de la tarta salarial perdida en los años de crisis ha empezado a traducirse en incremento­s de la conflictiv­idad laboral, algo que habría que intentar frenar por la vía de la negociació­n para no perjudicar al empleo.

El gran riesgo del buen momento por el que atraviesa la economía, sin embargo, sería caer en la autocompla­cencia derivada de un exceso de confianza, tanto entre el Gobierno como la oposición, en que las cosas ya van bien por sí solas. España tiene enormes retos inmediatos que afrontar para garantizar un futuro de progreso y bienestar a sus ciudadanos. Entre estos destacan, aparte del problema de las pensiones, la mejora de las políticas activas de empleo, para contribuir a rebajar la cifra de los 3,9 millones de parados que aún buscan trabajo, especialme­nte jóvenes; la reforma de los sistemas de formación profesiona­l, ya que falta mano de obra cualificad­a, y la gran apuesta por un modelo económico de mayor valor añadido con un ambicioso plan de fomento de la investigac­ión, la innovación y la transforma­ción digital en el que se involucre el conjunto de la sociedad. Las bases que sustentan la estructura del crecimient­o actual son todavía, pese a todo, demasiado frágiles.

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