La Vanguardia

La patria soñada de Lampedusa

- Glòria Serra

La anterior ministra de Fomento, Ana Pastor, se cansó de decir, entre el 2013 y el 2015, que el rescate de las autopistas radiales de Madrid se haría mediante un “proceso que no costaría ni un euro a los españoles”. Seguro que les suena. Es una creación de los mismos autores de “el rescate de la banca (unos 60.000 millones) no costará ni un euro a los españoles”. Empiezo a pensar que es algún tipo de refrán tipo mantra del Gobierno Rajoy como “a quien madruga, Dios le ayuda”. Aunque de momento, los que más madrugamos somos los contribuye­ntes.

El caso es que ahora el Ministerio de Fomento, dirigido por Íñigo de la Serna, reconoce con la boca pequeña que el rescate sí que tendrá un coste (entre 2.100 y 3.700 millones, según las fuentes). Un bonito eufemismo para decir que el año que viene tendremos que pagar ese dinero de nuestros impuestos, dinero que deberá recortarse, obviamente, de otras partidas más necesarias. Estos millones los dará el Gobierno a las concesiona­rias de las autopistas para quedarse con su ruinoso negocio. Sí, han oído bien, las empresas cobrarán para vender unas autopistas inútiles, porque nadie quiere ni necesita pagar peaje para ir de Madrid a Toledo, por ejemplo. Todo empezó bajo el Gobierno de Aznar, con la burbuja inmobiliar­ia a todo trapo, cuando se pensaba que todo el mundo se iría a vivir fuera de Madrid, se colapsaría­n las carreteras y todos estarían encantados de pagar peaje para ir a toda velocidad desde sus maravillos­as casas a sus exitosos y bien pagados trabajos. El cuento de la lechera tamaño camión cuba. Hay que recordar que esto del peaje diario es cosa sólo de los catalanes, al resto de España les parece un escándalo pagar por conducir. Pobrecitos. Nosotros.

El eufemismo que esconde una mentira o una falsa verdad de los ministros de Rajoy intenta, inútilment­e, emular al maestro. “Lo siento mucho pero las cosas son como son y a veces no son como a uno le gustaría que fueran”. “Estábamos en otro contexto temporal al de ahora. Respondí a Bárcenas porque tengo la costumbre de responder a la gente”. “Todos los vicesecret­arios de facto no ejercíamos ninguna función en Génova”. La declaració­n de Rajoy ante el tribunal que juzga el caso Gürtel encadenó una serie de frases que tanto podían servir para este caso como para un juicio por un divorcio no amistoso. Es el arte de no decir nada perfeccion­ado hasta el periodo rococó: nadie le enmienda la plana. Cuando un periodista le ha podido hacer preguntas libremente, le ha desmontado la estrategia en dos minutos. Pero al juez del tribunal le parecieron bien estas medias verdades que nada contestaba­n, el abogado defensor de Bárcenas no quiso ponerle en un brete y todos sabemos qué papel desempeñan los fiscales.

Tenemos un problema. En este país, no decir la verdad, esconderla o, incluso, mentir de forma evidente no es delito. Aquí no pasará como con el presidente Clinton, juzgado en EE.UU. no por un affaire extramatri­monial, como muchos aún creen, sino por negarlo siendo verdad. Ni es delito mentir ni es delito gastarse alegrement­e el dinero de los contribuye­ntes pagando a amigos y conocidos y enjuagando deudas de personas influyente­s. En resumen, nos vamos de vacaciones y todo continúa en su sitio. Vivimos en el país que hubiera amado Lampedusa, pero mejorado: nada cambia, todo sigue igual. Buen verano.

Tenemos un problema; en este país, no decir la verdad, esconderla o, incluso, mentir de forma evidente no es delito

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