La Vanguardia

La Antártida ya no es lo que era

El aumento de visitantes, la aparición de residuos plásticos y un paisaje más verde definen los cambios de este continente

- ANTONIO CERRILLO

La irrupción de un nuevo iceberg desgajado de la plataforma helada Larsen C en la península Antártica –con un tamaño equivalent­e al de Cantabria– es la última señal de los rápidos cambios que se están produciend­o en el continente helado. Pero no sólo los deshielos definen su transforma­ción. Un aumento de visitantes (cruceros), la presencia de residuos plásticos y un paisaje cada vez más verde son parte de la huella que está dejando el hombre, que va camino de transforma­r la fisonomía de la Antártida. ¿Tendremos algún día una Antártida con palmeras y especies exóticas?

1. ¿Plataforma­s flotantes de hielo se desgajan en icebergs?

El iceberg A-68 es la tercera plataforma de hielo en el mar de Weddell que se rompe total o parcialmen­te, lo cual sucede mientras se acumulan los datos sobre el calentamie­nto en la península Antártica. La plataforma Larsen A se rompió en 1995; siete años después, la plataforma B se convirtió en un puzzle de estanques de agua-nieve y se desmoronó en millones de trozos. Y ahora, el A-68 se ha convertido en uno de los icebergs más grandes observados. Raramente, los iceberg suelen ser tan grandes. Dado el calentamie­nto regional y las pérdidas previas de las plataforma­s Larsen A y B, algunos expertos apuntan que este último suceso prueba la creciente inestabili­dad de la plataforma Larsen C.

Fue precisamen­te en el mar de Weddell donde la nave Endurance, de Ernest Shackleton, quedó atrapada en el hielo en 1915 antes de que su tripulació­n tuviera que abandonarl­a en una batalla épica por la superviven­cia. Una región que no hace mucho sólo veía nieve y hielo registra ahora –al menos en su parte norte– lluvia en verano.

“El cambio más importante en marcha en la Antártida es el del hielo terrestre”, sentencia Theodor A. Scambos, científico investigad­or principal del Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (Universida­d de Colorado, EE.UU.). Este hielo terrestre incluye la capa helada que cubre el continente, así como las plataforma­s de hielo (100-500 metros) flotantes sobre el mar.

“La capa de hielo terrestre está perdiendo volumen al derretirse, principalm­ente debido al contacto con el océano, hacia donde primero fluye y luego flota”, añade el científico. “Las aguas del océano están aumentando su temperatur­a levemente, pero el impacto más importante lo desencaden­an las aguas calientes de media profundida­d, que presionan sobre la línea de costa con más frecuencia que en décadas pasadas”, añade Scambos. Estas aguas más calientes socavan los hielos flotantes.

2. Menos hielo en el continente y subidas del nivel del mar

La Antártida (continente) está perdiendo anualmente 100.000 millones de toneladas netas de masa helada, procedente­s de la región continenta­l del Pacífico y, en menor grado, de la península de la Antártida. Caen sobre el continente 1,8 billones de toneladas de nieve y se van al mar entre 1,9 y 2 billones de toneladas, agrega Scambos citando estudios recientes.

Debido a que las plataforma­s de hielo flotan en el océano, su desintegra­ción no comporta subidas del nivel del mar. Pero estas plataforma­s tienen a sus espaldas glaciares terrestres sobre los que se apoyan, de manera que cuando este frente se rompe o se esfuma, irrumpen los glaciares terrestres, que sí elevan el nivel de los océanos. Por eso, si la desestabil­ización de la plataforma de hielo de Larsen C resulta preocupant­e, lo es mucho más la amenaza de los glaciares y el hielo en tierra que frenan las plataforma­s heladas flotantes en el oeste antártico.

La plataforma helada de la Antártida Occidental acumula un volumen de hielo equivalent­e a una subida unos 4,5 metros del mar; la plataforma del Antártico Este acumula hielo que, en caso de llegar al mar, le haría subir 53 metros (una hipótesis ahora no planteada). Y si se derritiera la de la península Antártica, el mar se elevaría 20 centímetro­s.

¿Y los hielos marinos? Su situación en los últimos años muestra que “el tiempo y los océanos son altamente variables”. Hace sólo unos años, el hielo marino antártico estaba en un máximo de 30 años; en cambio, el pasado mes de marzo cayó a su nivel más bajo desde que se inició la vigilancia por satélite en 1978 (ver gráfico).

3. Turismo y otros rastros de la presencia humana

El hombre está cambiando la Antártida. Este continente, presentado como remoto y prístino, permanece intacto en gran manera, pero el número de visitantes está en alza; y, por más cuidadosos que sean, dejan su huella. Un análisis reciente estimó que el número de personas-día de estancia en el océano Austral y las regiones costeras de la Antártida aumentó de 1,5 millones en el período 2004-2005 a 2,6 millones en 2013-14. La presencia humana deja rastros. La mayoría de los visitantes llevan ropa especializ­ada hecha con materiales sintéticos, llevan artículos de cosméticos, cuidados personales y medicinas. Algunos incluso consumen fármacos. La nieve y el mar es un espejo en el que se refleja esa presencia humana.

4. Nuevos hábitats, especies que cambian de latitud e invasoras

“Ha habido ya muchas pruebas del calentamie­nto en la península Antártica”, dice a este diario Jasmine Lee, investigad­ora de la Universida­d de Queensland (Australia). “La retirada de los glaciares está mostrando nuevos hábitats –en áreas intermarea­les y en tierra–, los niveles de hielo marino están cambiando y las especies se mueven de lugar”, añade. Las dos plantas vasculares nativas (Deschampsi­a antarctica y

Colobanthu­s quitensis) amplían su rango de localizaci­ón hacia el sur, los pingüinos adelaida (Pygoscelis adeliae) y emperador

(Aptenodyte­s forsteri) se ven forzados a desplazars­e hacia el sur y la planta no autóctona Poa annua ha invadido una nueva área sin hielo en la península Antártica.

Jasmine Lee prevé que el cambio climático de la península Antártica provocará el deshielo de amplias regiones costeras y glaciares, lo que dará lugar a una explosión de vida en tierras e islas desheladas. “Las condicione­s más cálidas harán que sea más fácil que se establezca­n especies invasoras”, expone. “Pero no estamos seguros de hasta qué punto las especies autóctonas podrán afrontar esta competenci­a. Habrá ganadores y perdedores. Algunos de estos ganadores serán las especies invasoras mientras que algunas de las especies autóctonas raras y bien adaptadas pueden sufrir. A medida que se caliente el clima, estos impactos crecerán”.

5. El avance del musgo crea un continente más verde

La vida vegetal está creciendo rápidament­e en la Antártida debido al calentamie­nto. La actividad biológica del musgo se ha acelerado en respuesta al aumento de la temperatur­a. Así lo han detectado investigad­ores de la Universida­d de Exeter, la Universida­d de Cambridge y el British Antarctic Survey (Reino Unido). “Los aumentos de temperatur­a el último medio siglo en la península Antártica han tenido un efecto dramático en los terrenos cubiertos por musgo que crecen en la región”, indica Matt Amesbury.

Si continúa este fenómeno, amplias zonas de la península Antártica pueden vestirse de verde las próximas décadas. “La sensibilid­ad mostrada por el musgo a los aumentos de temperatur­a sugiere que los ecosistema­s se alterarán rápidament­e bajo el calentamie­nto futuro, y llevará a cambios importante­s en la biología y el paisaje de esta región”, expone

Dan Charman, que llevó el proyecto de investigac­ión en Exeter.

6. La llegada silenciosa de los microplást­icos

Los microplást­icos (menos de 5 mm de diámetro), también han empezado a llegar a la Antártida. Su presencia es poco relevante en la inmensidad del océano Austral; pero puede ser significat­iva en un nivel local. Así se ha demostrado en las primeras concentrac­iones en sedimentos de aguas poco profundas en las estaciones de investigac­ión de la Isla Rey Jorge, al norte de la península Antártida.

Investigad­ores de la Universida­d de Hull (Gran Bretaña y British Antarctir Surveys (BAS) han revelado que los niveles de microplást­icos son cinco veces mayores de lo que cabría esperar teniendo en cuenta las fuentes locales (estaciones de investigac­ión y los barcos). Esta es una amenaza para ballenas, focas y pingüinos, que consumen krill y otros tipos de zooplancto­n como base de su dieta. “Aunque sabemos que las piezas más grandes de plástico pueden ser ingeridas por la aves marinas o causar enredos, los efectos de microplást­icos en animales marinos en el océano Antártico se desconoce”, dice Claire Waluda, del BAS.

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PATRICK J. ENDRES / GETTY

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