La Vanguardia

“Se elevarán como águilas”

Caleb Dressel, el nuevo fenómeno estadounid­ense, acapara tres oros en hora y media: lleva seis títulos

- SERGIO HEREDIA

Porque todos aquellos que crean en el Señor verán sus fuerzas renovadas. Se elevarán con sus alas como águilas; correrán y no sentirán la fatiga; caminarán y no serán débiles Isaías 40:31

Caeleb Dressel (20) se tatuó el águila en el hombro izquierdo. Cuando se mira en el espejo, recuerda los versos de Isaías. Sus versos favoritos. Antes de saltar al agua, reza. Y a veces, también evoca sus inicios como nadador.

–Mis primeras memorias de la natación son horribles –cuenta.

Dice que se ve a sí mismo a los cuatro años. Sentado en el asiento trasero del coche familiar. Escuchando la discusión de sus padres, que tomaban decisiones.

Discutían acerca de sus cuatro hijos. Y de las actividade­s extraescol­ares. Michael y Christina, los padres, trabajaban todo el tiempo.

¿Qué iban a hacer con los chicos? ¿Quién se encargaría de ellos en sus horas libres?

NIÑO TALENTO

Dressel recuerda a su padre, veterinari­o en Jacksonvil­le, desviando el rumbo del coche y llevándole a la piscina municipal. –¿Y eso? –Mi padre había sido nadador universita­rio en Delaware, en los años setenta. Quería que pasáramos el rato libre entrenándo­nos –dice Dressel. –¿Y...? –Yo hubiera preferido seguir con el fútbol, la verdad...

Se hubiera equivocado. Un año más tarde, el niño nadador se colaba en una carrera en la que no estaba invitado. Cuando su madre se despistó, el pequeñajo se subió a la plataforma y saltó al agua. Tenía cinco años. Los otros niños, seis.

Era una prueba de 25 metros. Dressel fue el primero en tocar la placa. Al salir del agua, corrió a preguntarl­e a su madre: –¿Dónde está mi medalla? No tuvo aquella. Pero llegaron otras, cientos de ellas. De todo tipo.

–Pronto entendiero­n que tenían una joya entre las manos –dice Gregg Troy, su entrenador actual.

Dressel batió récords en todas las categorías. De catorce años. De 16. En el 2012, aparecía en la portada de Sports Illustrate­d: se le retrataba como uno de los deportista­s del futuro. A los 18, se llevaba por delante el récord estadounid­ense de 100 m libre para nadadores de su edad. Se lo había arrebatado a Phelps. Tanta exposición se lo llevó por delante. Tuvieron que hospitaliz­arlo, víctima de problemas respirator­ios. Le operaron: tenía desviado el tabique nasal. La recuperaci­ón le costó cinco meses. Creyó que nunca volvería a nadar. En ese tiempo, se buscó alternativ­as. Se planteó pasar al atletismo. Se matriculó para estudiar psicología deportiva.

–Buscaba la espiritual­idad, la manera de motivarme en la natación –dice.

Cinco meses más tarde, escribía a su entrenador del momento, Jason Calanog: –Estoy listo para volver. En su regreso, revisó sus prioridade­s. Entendió que hay vida más allá de la piscina. Hay que divertirse, no solo nadar. Comparte partidos de ping pong con sus compañeros. Partidas con la PlayStatio­n. Se hizo el tatuaje en el hombro. Y esperó. Ayer, en Budapest, se desplegó como un águila. En apenas una hora y 38 minutos, ganó los 50 libre, los 100 mariposa y el 4x100 mixto. Van seis títulos en este Mundial. Es el velocista del momento. Y los especialis­tas respiran, aliviados.

Hay, acaso, un nuevo Phelps.

A los cinco años, se colaba en una carrera para niños más mayores; al ganarles, preguntó: “¿Y mi medalla?”

 ?? FERENC ISZA / AFP ?? Chapoteo. Caeleb Dressel celebra la segunda de sus victorias, ayer en la piscina del Duna Arena. El público festejó sus éxitos: los aficionado­s de la natación sueñan con un nuevo Phelps
FERENC ISZA / AFP Chapoteo. Caeleb Dressel celebra la segunda de sus victorias, ayer en la piscina del Duna Arena. El público festejó sus éxitos: los aficionado­s de la natación sueñan con un nuevo Phelps

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