La Vanguardia

Gafas con denominaci­ón de origen

Barcelona se ha convertido en sede de decenas de marcas: algunas fabrican, otras diseñan, la mayoría son marketing

- MAR GALTÉS

Hay marcas que importan gafas de China por 0,70 dólares, otras buscan diseño y calidad

Últimament­e salen gafas designed,

created o made in Barcelona hasta debajo de las piedras. La marca Barcelona vende bien, y las gafas de sol son un negocio en crecimient­o, con pocas barreras de entrada y fácil de vender por internet. Un producto perfecto para emprendedo­res que quieren empezar su aventura.

Sin embargo, el sector está todavía lejos de tener arraigo industrial: son poquísimas las marcas que producen o tienen proveedore­s locales; muchas realizan el diseño y el control de la fabricació­n (que subcontrat­an en Asia), y la mayoría son sólo grandes expertos en marketing digital. En este modelo, el máximo exponente es el fenómeno Hawkers: empezó en Elche en el 2013 y se ha colado entre las marcas que más unidades vende en el mundo –prevé 5 millones de gafas de sol en e l 2017– gracias a su éxito en posicionam­iento online.

En España había varios fabricante­s: el grupo Indo llegó a dar empleo en España a 1.500 personas, facturó más de 120 millones. Pero frente a Asia, el sector dejó de ser competitiv­o. Otros han mantenido cierta industria porque tenían marca: en enero se fusionaron la francesa Essilor y la italiana Luxottica, creando el gigante mundial del sector (15.000 millones de facturació­n, 140.000 empleados, incluye Oakley, Persol, Ray-Ban).

“En los años ochenta los fabricante­s europeos empezaron a subcontrat­ar en Corea y Taiwán, en los noventa en China. Les enseñamos a fabricar gafas, y aprendiero­n bien”, dice Josep Pellicer: trabajó en Indo, luego montó su propia fábrica, germen de Etnia, que su hijo David Pellicer ha catapultad­o como referencia de la óptica de Barcelona en el mundo. Ya jubilado, Josep Pellicer, vuelve a fabricar gafas “por diversión”. La histórica Pegaso, fabricante de gafas de protección desde los años cincuenta, tuvo que adaptarse a los tiempos y externaliz­ó a Asia: “Nos hemos centrado en el diseño y calidad de procesos y producto. Y el mercado nos lo reconoce”, dice Ivan Gorina; con una pequeña colección de moda, buscan su hueco en un mercado en auge.

El mercado de gafas ha cambiado, como la moda: antes había poco y caro, ahora hay de todo y para todos. Pero en el sector advierten: la mayoría de gafas de inyección (de plástico) se compran en China por 0,70 dólares. Frente a esta competenci­a imposible, otras empresas reclaman asociar su marca con la calidad. “A Barcelona le falta mucho para llegar a ser como Berlín, Tokio o Milán en gafas. Faltan más marcas con respeto social y propuestas vanguardis­tas, que son las únicas que pueden sobrevivir a la presión china”.

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