Alta y baja literatura
El superventas italiano, autor de ‘La sustancia del mal’, ve la novela de género como vehículo narrativo más luminoso que la no ficción y los libros “elevados”
Luca d’Andrea aprovecha en La sustancia del mal para defender lo que muchos consideran como literatura de “usar y tirar”, pero que en su opinión es el mejor medio para “iluminar el alma humana”, una tesis que aplica en su libro, que gira entorno a los claroscuros de un triple crimen en un pequeño pueblo de los Dolomitas.
Al inicio del thriller alpino La sustancia del mal (Alfaguara), best seller vendido en más de 30 países y adquirido por la productora de Gomorra de Roberto Saviano para hacer una serie de televisión, el protagonista discute con su compañero Mike sobre qué es mejor para contar historias: la ficción o la realidad. El personaje principal, llamado Jeremiah Salinger en homenaje al escritor J. D. Salinger y alter ego del autor, Luca D’Andrea, apuesta por la ficción aunque al final acceda a elaborar un documental.
La discusión, dice D’Andrea a La Vanguardia, existió “aunque con muchas más palabrotas”. La mantuvo él con su amigo Michele, un cineasta que le convenció para hacer una serie documental sobre el servicio de socorro alpino, Mountain Heroes. Tras participar en la producción, D’Andrea la utilizó como elemento ficticio de su novela, que acaba de publicar en España. ¿Empate? Hasta cierto punto.
“Sigo convencido de que la narrativa de ficción, al menos en determinado momento, tiene las mayores posibilidades de iluminar el alma humana”, señala. “Más que la narración de la realidad y que la alta literatura”, añade en alusión a eso que algunos críticos y escritores circunspectos consideran la verdadera literatura... O, como la llama con sorna D’Andrea, “la literatura noble y elevada, es decir, la de caballería” frente a la “de género”. Se trata de “un debate que en Italia empezó hace más de cincuenta años” y en el que los guardianes de las esencias creen que las novelas policíacas y los thriller son en general productos “de usar y tirar, sin ambición ni capacidad técnica”. Frente a esta visión, él sostiene que la “alta literatura está mostrando sus debilidades y perdiendo fuelle o energía”. Y en todo caso, “escritores geniales de verdad no surgen más que dos o tres cada siglo”.
En este contexto, D’Andrea (Bolzano, 1979) defiende a ultranza la agilidad y sencillez del estilo que exhibe en su libro, que no en vano se lee fácil y rápido pese a sus 472 páginas. “La historia es la que tiene que dictar el modo de narrar”, aduce. “Entre lo brillante y lo sencillo, elijo desde luego lo segundo, que por cierto es lo más difícil”... Y también lo más recomendable –opina– frente a ciertos brillos narcisistas que le llevan a denunciar cómo “a veces dan ganas de pedir al autor que se aparte para poder leer o ver el libro o la película que ofrece”. Pero la vanidad “es un espejo de los tiempos que vivimos”, en los cuales lo que se estila es “hacernos una foto junto a esta mesa y subirla a la nube para decir: ‘Estamos aquí’”. Lo cual contrasta con el hecho de que, a su juicio, “casi nadie tiene gran cosa que comunicar”.
La sustancia del mal trata sobre la crueldad del hombre y de la naturaleza. El hecho central del misterio es el asesinato de tres jóvenes en 1985 durante una fuerte tormenta en un cañón del Tirol. Treinta años más tarde, el documentalista estadounidense que es Salinger se instala en la zona con su mujer y su hija pequeña. Después de salvar milagrosamente la vida de un accidente de helicóptero durante el rodaje de su documental, empieza a obsesionarse con el suceso del 85.
La novela retrata el infierno grande que son los pueblos pequeños, con sus secretos y mentiras. “No es algo que ocurra sólo las aldeas de montaña. Podría haber escrito en esos términos ambientando la acción en una isla o una comunidad de vecinos”. Pues una característica de los humanos es su hábito de crear pequeñas comunidades donde “todos saben de todos pero hacen como que no”, y tiene que venir alguien de fuera para romper el equilibrio de silencios.
La visión de la naturaleza como un ser temible, “la Bestia” en el caso de la montaña traicionera, es elemento esencial del relato por el que parte de la prensa ha comparado a D’Andrea con Stephen King. El escritor se aparta deliberadamente de lo que llama el género del “tiburón blanco” que podemos ver desde el sofá, fascinados por tanta belleza, en muchos documentales. Él busca situarnos “dentro de una barca en alta mar rodeada de tiburones”: una sensación que él ha vivido en los Dolomitas, donde transcurre la novela, cuando la roca calcárea que forma los montes se deshace bajo los pies o al agarrarse con la mano para no caer.
Brutalidad humana y natural. Secretos y silencios. Sospechas a primera vista sólidas que se quiebran como algunas piedras. Suspense oscuro hasta el final bajo la claridad de las nieves.
La novela trata de la crueldad del hombre y la naturaleza, y sobre el infierno grande que son los pueblos pequeños