La Vanguardia

Una buena sanidad

Israel ha pasado de ser un país de compradore­s de órganos a perseguir esta práctica. ¿La clave? Un sistema sanitario público y universal

- C. LÓPEZ Madrid

Hace unas décadas, mencionar a Israel en un foro de coordinado­res de trasplante­s suponía de inmediato una mueca de disgusto por parte de los oyentes. No era para menos. Entonces, Israel era sinónimo de turistas de trasplante­s, gente adinerada que buscaba en países pobres quien vendiera el órgano que el enfermo rico necesitaba para ganarle años a la vida o, al menos, vivirla en mejores condicione­s. Daba igual qué pasaba con esa persona sin recursos después de la operación, realizada normalment­e en una buena clínica de Turquía o de Egipto, donde hay profesiona­les sanitarios que se hacen de oro con este tipo de intervenci­ones. De hecho, las propias asegurador­as israelíes incitaban ese turismo al compromete­rse a reembolsar el dinero de quienes acudían al extranjero a trasplanta­rse porque así se ahorraban la diálisis, un tratamient­o a largo plazo mucho más caro que un trasplante.

Pero las cosas han cambiado, y mucho, en Israel. ¿La clave? El trabajo de conciencia­ción de numerosos colectivos en contra de un turismo que sonrojaba a muchos israelíes, explicó a La Vanguardia Gilad Erlich, fiscal del distrito central, en un encuentro sobre trasplante­s celebrado en Zaragoza y en el que expuso los profundos cambios llevados a cabo en su país. Esta presión se tradujo en una apuesta clara por un sistema sanitario público, universal y gratuito, como el español, que ofrece a los ciudadanos las máximas garantías de obtención de un órgano, independie­ntemente de su nivel económico. Unos profesiona­les comprometi­dos, un sistema transparen­te, unos criterios de listas de espera... “España era el modelo que había que seguir”, señala este israelí, que forma parte del Grupo Custodio de la Declaració­n de Estambul, integrado en la Sociedad Internacio­nal de Trasplante­s (TTS en sus siglas en inglés), encargado de salvaguard­ar los principios éticos y legales que deben prevalecer en los trasplante­s.

A un sistema sanitario universal y gratuito se ha sumado la iniciativa legal. En el 2008, Israel prohibió cualquier pago por un órgano, tanto en su territorio como en el exterior, convirtién­dolo en un delito duramente castigado. Si un ciudadano se marchaba a un país pobre a trasplanta­rse y luego volvía (siempre se necesita controles médicos) el comprador se enfrentaba a duras penas. de ahí el descenso de este comercio.

Pero, sobre todo, se ha centrado en perseguir a las mafias que ofrecen estos servicios, lo que se ha revelado como el instrument­o más eficaz contra el tráfico de órganos, tal y como señala el fiscal Erlich, quien mantiene una especial lucha contra el Gobierno de Turquía, que apenas controla el comercio de órganos. Según este abogado, los hospitales turcos realizan con impunidad trasplante­s de estas caracterís­ticas, algo mil veces denunciand­o sin que las autoridade­s turcas hagan nada al respecto.

Israel ha puesto una barrera a esta mafias, como también lo ha hecho España, para lo que es preciso la implicació­n absoluta de las fuerzas de seguridad y la de los profesiona­les sanitarios.

Beatriz Domínguez-Gil, directora de la ONT, tiene claro que la única solución al turismo de trasplante­s y al comercio de órganos es un sistema de salud público, universal y gratuito y un sistema de donaciones y trasplante­s basado en la voluntarie­dad y el altruismo. España es el ejemplo claro.

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OWEN FRANKEN / GETTY El sistema sanitario español es el referente mundial en la actividad de trasplante­s y donaciones

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