El pueblo que vivía de espaldas al mar
Platja d’Aro, agrícola y temeroso de los piratas, convirtió la playa y el ocio en su gran reclamo
Cuando el escritor y periodista Agustí Calvet, Gaziel, recordaba en el libro Sant Feliu de la
Costa Brava que a un gorrión que piara en Platja d’Aro lo oían en la Teulera de Santa Cristina, dos puntos separados por seis kilómetros de distancia, no exageraba. Antes del boom turístico, Platja d’Aro era un municipio eminentemente agrícola, formado por muchas masías dispersas repartidas entre los distintos núcleos que lo integraban y sus habitantes practicaban una agricultura básicamente de subsistencia. Ni siquiera la pesca era una actividad atractiva. “El municipio vivió durante muchos años de espaldas al mar por el peligro de los piratas”, recuerda el historiador Pere Barreda.
Ahora el mar y el turismo de playa son dos alicientes en uno de los principales iconos de la Costa Brava en el que se ha convertido Platja d’Aro, conocida también por su importante núcleo comercial (famoso es el lema Platja d’Aro x 365), de ocio y restauración. El paso de una economía basada en la agricultura a los servicios empezó a gestarse a mediados de la década de 1950, cuando el turismo de masas empezó a cambiar súbitamente la fisonomía de aquél pueblo que originariamente se llamaba Fanals en alusión a las hogueras que los vecinos encendían para alertar del peligro de los piratas que llegaban por mar. En 1957 ya tenía 14 hoteles, actualmente cuenta con 25 (20.000 plazas sumando también campings, apartamentos, aparthoteles, pensiones y viviendas de uso turístico) y en los años sesenta proliferaron los edificios de gran altura frente al mar y las urbanizaciones en la montaña. Ese frenético crecimiento lo plasmó con gracia el dibujante y escritor Joaquim Muntañola en un artículo publicado el 23 de julio de 1964 en
La Vanguardia. “Ante un edificio de dieciocho plantas, en construcción, como todos los edificios de la costa ya que nunca están terminados del todo, van creciendo y engordando gracias a la vitamina T (T de turismo)...”, escribió.
Sin embargo, la primera colonia de visitantes foráneos había llegado al municipio mucho antes de esa fiebre constructora. Explica Barreda que en los años veinte, familias procedentes básicamente de Girona, Cassà de la Selva o Llagostera acostumbraban a ir los domingos o a pasar su vacaciones y que fue a partir de los años treinta cuando empezaron a construirse las torres y chalets de esos primeros veraneantes en la zona de la Pineda d’en Bas. La primera urbanización es del año 1929, el mismo año en que se edificó el primer hotel destinado al turismo, el hotel Costa Brava. Anteriormente ya funcionaba Can Japet, lugar de parada obligatoria para transportistas y pasajeros y que contaba con un espacio para guardar los animales de aquel municipio eminentemente rural.
Pero a quien más debe el turismo de Platja d’Aro es a S’Agaró, según constata el archivero municipal Xavier Conchillo. El industrial Josep Ensesa Gubert tuvo el valor de convertir en 1924 una gran parcela de tierra sin vegetación, ni caminos, ni acceso a la electricidad ni al agua potable en el embrión de la urbanización de S’Agaró, donde 1932 abriría el hostal La Gavina. Su primer cliente fue un coronel inglés retirado que se enamoró de la zona. Convertido ahora en uno de los iconos del turismo de lujo de la Costa Brava, por La Gavina han pasado estrellas como Elizabeth Taylor, Ava Gardner o Frank Sinatra. Su presencia en este rincón de costa junto con una primera campaña turística en 1964 con el lema “El amor se cita en Playa de Aro”, que consistió en invitar a parejas europeas que se habían casado aquel verano ayudaron a aupar el municipio al turismo.
El reto de Platja d’Aro pasa ahora por conseguir la destinación de turismo deportivo, que se sumará a la de turismo familiar que posee desde hace años.