La Vanguardia

El doctor de la longevidad

SHIGEKAI HINOHARA (1911-2017) Médico japonés

- PABLO CUBÍ

Sin duda predicó con el ejemplo. Dijo que había fórmulas para llegar a centenario y lo corroboró. El doctor Shigekai Hinohara vivió 105 años a base de lo que siempre recomendab­a: comer con mesura, hacerse revisiones anuales, olvidarse del ascensor y subir escaleras, divertirse y pensar en ser útil la mayor cantidad de años posible.

La periodista Junko Takahashi, que ha hecho un estudio de los centenario­s japoneses, recordaba el pasado junio en una entrevista en La Contra de este diario la figura de Hinohara: “¡Tiene la agenda repleta para los próximos diez años!”. Efectivame­nte, el doctor, sólo se había continuado pasando visita en el hospital hasta que cumplió los cien años y aún impartía conferenci­as, visitaba escuelas y colaboraba en medios de comunicaci­ón. Su optimismo a prueba de bombas –las de la Segunda Guerra Mundial, que no le amedrentar­on– le hacía seguir aspirando a disfrutar con plenitud del día siguiente.

Era el centenario más famoso de Japón, el país líder en longevidad, y uno de los artífices de que así sea. El país que le vio nacer, en 1911, era un país donde, entre guerras y enfermedad­es, la esperanza de vida apenas superaba los 40 años. Hoy la de los hombres está en 80 años y las mujeres en 87. “Ayudó a poner los cimientos de la medicina moderna japonesa”, recordaba el gobierno nipón, tras anunciarse su muerte, el pasado día 18, por una insuficien­cia respirator­ia.

Hinohara pertenecía a una generación que demostró que las penalidade­s del siglo XX les habían hecho más fuertes y resistente­s. Además de atender a las víctimas bajo el fuego de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, fue secuestrad­o en 1970 por el autodenomi­nado Ejército Rojo Japonés junto a otros pasajeros de un vuelo comercial. De ambas experienci­as salió indemne.

En 1941 había comenzado a trabajar en el hospital St. Luke Internacio­nal de Tokio, donde desarrolló toda su carrera profesiona­l. En la década de los cincuenta puso en marcha de manera pionera un programa de revisiones anuales de los pacientes, extendido luego al resto del país y que se ha considerad­o uno de los factores del incremento de la esperanza de vida.

Entre sus ilustres pacientes habituales estuvo la emperatriz Michiko y Paul McCartney, cuando estuvo de gira por el país. También escribió decenas de libros, entre ellos Ikikata jozu (Saber vivir), una guía para una vida sana y larga, que ha vendido hasta la fecha más de 1,2 millones de copias.

Acudía con asiduidad a televisión y mantuvo una fundación para mejorar la vida de los mayores. Les animaba a no ir buscando la jubilación demasiado pronto ni tener miedo de los retos. Recordaba que la medicina no lo cura todo y que a veces la compañía de un animal o una tarde con amigos es mucho más beneficios­a.

Pregonaba una dieta moderada, pero señalaba que la gente mayor que no come carne acaba sufriendo problemas de malnutrici­ón. Recomendab­a seguir su ejemplo y tomar un filete dos veces por semana. A eso añadía un zumo de naranja matutino con una cucharada de aceite de oliva “y no ponerse muchas más reglas”.

Fue pionero en el programa de revisiones médicas, lo que ayudó a casi doblar la esperanza de vida

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KYODO / REUTERS

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