La Vanguardia

“Nos olvidamos de lo esencial: el contacto médico-paciente”

63 años. Nací en Sabadell y vivo a caballo entre Barcelona y Pensilvani­a. Trabajé en el hospital Memorial de Nueva York once años y diez en la Universida­d de Pensilvani­a. Estoy casado con una neurooncól­oga. Me preocupa la poca calidad, la superficia­lidad

- IMA SANCHÍS

Qué añora de Estados Unidos?

Hay más facilidade­s para hacer investigac­ión básica y la vida académica está mejor organizada; sin embargo, la sanidad española es de las mejores, aunque últimament­e también está decayendo.

¿Qué pasa?

Nos estamos olvidando de lo esencial: el contacto médico-paciente. El 50% de los médicos en Estados Unidos sufren el síndrome del quemado (burn-out), no tienen tiempo de atender como deberían a los pacientes y se ven obligados a pasar más tiempo mirando la pantalla del ordenador que a las personas que atienden.

¿Las institucio­nes apuntan soluciones?

Les preocupa, en Estados Unidos hacen estudios y más estudios sobre el burn-out, que no deja de aumentar, y lo que les proponen como solución a los médicos es que hagan un hueco en su vida para practicar yoga y relajación.

¿Neurólogo vocacional?

Es una cuestión de medios.

Durante 23 años vi pacientes con tumores cerebrales y metástasis, y eso no lo puedes despachar en diez minutos.

Pasional. Me fui a Estados Unidos con una beca de un año y me quedé 23. Empecé allí como

neurooncól­ogo y acabé como investigad­or.

Ha descubiert­o diez enfermedad­es neurológic­as que antes nos mataban.

Demostramo­s que un anticuerpo generado por el sistema inmune, en lugar de defenderno­s de una infección externa, puede dirigirse contra el cerebro y alterar la conducta y la memoria.

Encefalopa­tías autoinmune­s.

Sí, entre ellas la encefaliti­s por anticuerpo­s contra el receptor NMDA, que es fundamenta­l para la comunicaci­ón entre neuronas.

¿Cómo lo descubrió?

Por una paciente en coma. Todo sugería que era una inflamació­n del cerebro por una causa desconocid­a. Hubo un detalle, un pequeño tumor benigno en el ovario, algo muy común pero que me llevó a pensar en otras tres pacientes jóvenes que había visto en su mismo estado.

Es una enfermedad cuyos síntomas se han asociado a posesión diabólica.

Porque al inicio la transforma­ción de la persona es muy radical y espectacul­ar, y eso en algunos países muy religiosos, teniendo en cuenta que era una enfermedad sin explicació­n médica, se prestaba a diversas interpreta­ciones.

Incluso he leído que era la enfermedad que padecía la niña de El exorcista.

Eso son exageracio­nes de la prensa porque algunos rasgos del comportami­ento de la niña coinciden. Es una enfermedad que se ceba en mujeres jóvenes (la edad media es de 22 años), que empiezan a manifestar extraños movimiento­s y contorsion­es asociados a conductas aberrantes o agresivas.

Descríbame más síntomas.

Inicialmen­te, los pacientes tienen problemas de conducta, pierden la memoria, tienen alucinacio­nes visuales o auditivas, hablan con personas imaginaria­s. Pasados unos días entran en coma.

Hasta ahora tenían que acabar ingresados en centros psiquiátri­cos.

Sí, especialme­nte en la fase inicial; y luego, cuando las funciones vitales merman, pasan a cuidados intensivos. En ocasiones, la enfermedad se considerab­a irreversib­le y los pacientes eran desintubad­os.

Todo eso ha cambiado gracias a usted.

Por suerte, hoy, cuando un paciente llega a un hospital con una inflamació­n del cerebro, se piensa en este grupo de enfermedad­es y se puede hacer el diagnóstic­o y curarle.

¿Qué porcentaje se recupera?

El 80% se recupera plenamente y el 20% queda con secuelas o algunos fallecen.

Un colega suyo, el neurólogo Domingo Escudero, padeció encefaliti­s autoinmune.

Sí, ahora trabaja aquí con nosotros. Tuvo varias recidivas y se le diagnostic­ó una psicosis o probable esquizofre­nia. Yo entonces vivía aún en EE.UU., me invitaron a dar una conferenci­a en Barcelona, él estaba allí y se autodiagno­sticó.

El doctor Escudero fue muy duro con sus colegas.

Fue muy frustrante para él, porque considerar­on que tenía un problema puramente psiquiátri­co y fue recluido.

Escudero afirma que a los médicos se les esconde cuando están enfermos.

Las enfermedad­es psiquiátri­cas en nuestra sociedad se ven desgraciad­amente como algo tabú y si se trata de un médico, se prefiere que nadie lo reconozca en un entorno médico.

Usted suele recibir e-mails: “Please, dr. Dalmau, help us”.

Recibimos unas 4.000 consultas al año, y nuestra colaboraci­ón es algo que hacemos gratis.

Eso les honra.

Lo normal es que esa colaboraci­ón sea entre médicos. Nos envían sangre o líquido cefalorraq­uídeo, lo analizamos para detectar los anticuerpo­s y establecem­os el diagnóstic­o y tratamient­o adecuados. Pero también recibimos correos de familias desesperad­as.

¿Ha sentido usted la tortura que sufren los pacientes y sus familiares?

Sí, mi primera esposa falleció de cáncer y tuvo todas las complicaci­ones neurológic­as que pueden tener estos pacientes. Me quedé totalmente desarmado. Su enfermedad y su muerte cambiaron mis valores, y durante años trabajar se convirtió en mi refugio.

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KIM MANRESA

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