A Moscú aún le queda esperanza
Putin no quiere ahondar en una guerra de sanciones que podría afectar a temas de gran interés para Rusia y EE.UU.
Enviar a casa a dos tercios de su personal puede causar un auténtico colapso en la embajada y consulados de Estados Unidos en Rusia. Pero no hay marcha atrás. El presidente ruso, Vladímir Putin, confirmó el domingo la decisión de Moscú y el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, reiteró ayer que la medida adoptada la semana pasada no es negociable. Eso sí, Rusia prefiere no ir más allá para no poner en peligro la cooperación en asuntos que interesan a ambas partes, como la exploración espacial o la lucha antiterrorista.
El Kremlin fijó el viernes el número de diplomáticos y personal de apoyo que desde el próximo 1 de septiembre podrán trabajar en la embajada estadounidense de Moscú y sus consulados de San Petersburgo, Yekaterimburgo y Vladivostok. No podrá haber más de 455, que son los que tiene Rusia en EE.UU. La medida, tomada tras la aprobación de nuevas sanciones por el Congreso estadounidense, es una respuesta a la expulsión de 35 diplomáticos rusos que en diciembre ordenó Barack Obama antes de dejar la Casa Blanca.
En una entrevista en el Primer Canal de televisión, Putin dijo que EE.UU. tendrá que prescindir de 755 personas. Esto supone que tendrá que enviar a casa a diplomáticos de nacionalidad estadounidense, pero también que cientos de ciudadanos rusos perderán su puesto de trabajo.
Según tecleó en Twitter Michael McFaul, embajador de EE.UU. en Moscú entre el 2012 y el 2014, las medidas perjudicarán a los rusos que quieren viajar a EE.UU. El tiempo de espera para la obligada entrevista consular, que es de 46 días, podría alargarse. “Es pronto para intentar adivinar cómo va a afectar esto al trabajo consular. Pero es muy probable que disminuya la eficiencia”, reconoció a Interfax la secretaria de prensa de la embajada americana, Maria Olson.
Pero que se produzcan largas esperas para obtener un visado no es realmente preocupante comparado con lo que podría suceder si Washington y Moscú inician una loca carrera de sanciones y contrasanciones.
En su entrevista en televisión, Vladímir Putin consideró que ac- tualmente Rusia saldría perjudicada si aplica sanciones complementarias. Existen esferas, dijo el jefe del Kremlin, en las que la cooperación con Washington resulta muy importante, y citó la reducción de armas de destrucción masiva, la exploración espacial y la seguridad cibernética. Dejar de trabajar en estos campos podría afectar negativamente a la economía y a campos concretos como la energía o la aviación.
El que sí parece estar sufriendo es el rublo. A pesar de que Rusia y los países de la OPEP parecen haber encarrilado su plan para subir el precio del petróleo reduciendo la producción, la moneda nacional no se recupera. “En estas circunstancias resulta muy difícil”, decía en el portal Gazeta.ru Ígor Kovaliov, analista de InstraForex, quien pronosticaba una nueva caída cuando Donald Trump firme las nuevas sanciones.
Rusia prefiere ahora agarrarse a la paciencia, una característica muy suya. “Hemos esperado mucho tiempo para que, tal vez, algo mejorase; esperábamos que la situación cambiara de alguna manera. Pero si algo cambia, eso no será pronto”, reconoció Putin.
El portavoz Peskov dijo ayer que llevará su tiempo que EE.UU. abandone su “esquizofrenia política”, y subrayó que Moscú aún espera cooperación constructiva.
El temor es que en Washington apuesten por el enfrentamiento, contra el que alertó Serguéi Riabkov, viceministro de Exteriores. “Entonces responderemos con la misma moneda”. La semana pasada, cuando los diputados rusos exigían “medidas dolorosas”, enseguida se pensó en prohibiciones contra bienes de consumo estadounidenses: desde Coca-Cola hasta automóviles Ford. Riabkov no quiso concretar. “Tenemos una caja de herramientas llena a nuestra disposición”, aseguró.
El rublo podría fortalecerse gracias al repunte del petróleo, pero las sanciones se lo impiden