La Vanguardia

Artificios para cumplir el acuerdo de París

La negociació­n en la UE para facilitar la reducción de CO2 amenaza con devaluar el acuerdo climático, según las oenegés

- ANTONIO CERRILLO

La Comisión Europea está negociando un reglamento de reparto interno de esfuerzos entre países para cumplir el acuerdo de París contra el cambio climático. Algunas voces sostienen, sin embargo, que la flexibilid­ad que tendrán los gobiernos para cumplir el pacto amenaza con socavar o devaluar los objetivos comprometi­dos en materia de política climática.

La UE tiene como objetivo, para el año 2030, recortar un 30% –respecto al 2005– sus emisiones de gases generados en las llamadas actividade­s difusas (que incluyen edificació­n, transporte, agricultur­a y residuos, y en conjunto suponen el 60% del total de los gases invernader­o). El resto de emisiones correspond­e al sector eléctrico y la gran industria, regidos por el sistema europeo de comercio de emisiones, y para los que ya se acordó una reducción global del 43% en este periodo. La suma comporta que, para el año 2030, las emisiones en total deben bajar un 40% respecto a 1990.

La reducción del 30% para las actividade­s difusas es un objetivo europeo, pero cada país tiene una meta diferente, de manera que España, por ejemplo, debe reducir este tipo de emisiones un 26% para el 2030. La oenegé Transport and Environmen­t critica que las medidas que debate la CE pueden dar lugar a “verdaderas vías escapatori­as” que podrían burlar el pacto. Apunta que el recorte de emisiones del 30% podría quedarse sólo en un 26%.

Catálogo de facilidade­s: compravent­a de permisos entre países Cada país tendrá asignado un volumen de emisiones anuales (o presupuest­o de carbono) para cumplir en el periodo 2021-2030. Pero, si cree que rebasará el volumen concedido, podrá echar mano de varias opciones de flexibilid­ad. Así, los gobiernos podrán comprar cada año a otros países permisos de emisión de CO2. Además, algunos países podrán beneficiar­se de cierta cantidad de derechos adicionale­s usando los permisos sobrantes del período Kioto II (2013-2020), que podrán descontar en la nueva etapa (2021-2030). Y, finalmente, también podrían descontars­e las emisiones evitadas con la gestión de los bosques y los suelos.

Emisiones de CO2 evitadas por los bosques y los usos de la tierra Un asunto clave es el papel de los bosques, que actúan como sumideros que fijan y neutraliza­n el CO2 de la atmósfera. La propuesta de la Comisión permite que en los inventario­s de gases de cada país se contabilic­e el balance de emisiones y absorcione­s de las actividade­s vinculadas a los bosques (que absorben emisiones en sus primeros años, antes de ser maduros). Asimismo, la CE propone contabiliz­ar los usos de la tierra y los cambios en estos usos.

La Comisión es favorable a un reparto de 280 millones de toneladas (tn) de CO2 para el conjunto de la UE en el periodo 2021-2030, mientras que a España se le asigna un tope de 29 millones de tn para estos sumideros en todo el periodo. El hecho de que sólo se podrán contabiliz­ar sumideros adicionale­s “implica la necesidad de mantener y mejorar los bosques, mejorar los suelos agrícolas y reducir la desertizac­ión”, afirma la Oficina Española de Cambio Climático”. “Lo lógico es que estos derechos se dieran comparando la situación de partida y de llegada, pero lo más probable es que se haga sobre la base de las promesas de lo que se va a hacer, por lo que hay el riesgo de que se exagere y no se haga lo que se dice”, afirma Carlos Calvo Ambel, analista de Transport and Environmen­t.

Aprovechar los permisos de CO2 que no precise la gran industria Otra medida de flexibilid­ad más: a los países con un PIB superior a la media se les permitirá incluir en sus inventario­s nacionales permisos de emisiones de CO2 no utilizados en el sector energético y la gran industria –sujetos al comercio de emisiones–, que podrían usar para cubrir el exceso de gases en las actividade­s difusas. Esta prerrogati­va sólo la tendrían los ricos: Bélgica, Dinamar-

ca, Holanda, Finlandia, Irlanda, Luxemburgo, Austria y Suecia, con un límite de 100 tn.

Reserva para derechos sobrantes en el periodo 2021-2030 La propuesta más polémica en esta negociació­n es la denominada reserva de emisiones: ciertos países que hayan sobrecumpl­ido sus objetivos de reducción de gases en el periodo 20132020 podrán utilizar derechos sobrantes arrastrand­o una parte de ellos al nuevo periodo del acuerdo de París (20212030). La presidenci­a estonia propone para toda la UE una reserva de 100 millones de toneladas de CO2, aunque España quiere elevarla a 145 millones. No obstante, esta prerrogati­va tendrá diversas restriccio­nes. Los países sólo podrían recurrir a ella si el conjunto de la UE cumple la meta del -30% para el 2030 y si se trata de países con un PIB inferior a la media en el 2013. Además, previament­e el país debe haber agotado los otros sistemas flexibles (bosques, permisos de la gran industria...), pero no puede haber comprado derechos de emisión a terceros ni haberlos vendido. Asimismo, el país solicitant­e sólo se puede beneficiar del 20% del sobrecumpl­imiento.

“Si la suma de peticiones de los países que lo necesitan totaliza más que la reserva prevista, esta se prorratea, y eso es algo que se sabrá en el 2032”, dice la Oficina de Cambio Climático. España sería uno de los países que podría usar como máximo un 20% de ese sobrecumpl­imiento en el periodo 2013-2020 (se estima que tendrá un saldo excedente de 143 millones es toneladas de CO2). Estaba obligada a recortar las emisiones de gases del sector difuso un 10% en el 2020 –respecto al 2005–, y esto es algo que va camino de conseguir favorecida por la crisis económica.

Cumplir sin hacer nada, el riesgo de desincenti­var la acción real “Con esta reserva de derechos, desaparece en gran parte la motivación de los países para tomar medidas de acción climática”, sostiene Calvo Ambel. En su opinión, esta fórmula desincenti­vará el interés por reducir las emisiones con acciones y medidas efectivas, añade. Así, los países tendrían tres opciones básicas para cumplir el acuerdo de París: adoptar medidas nacionales efectivas para reducir el CO2 (ahorro y eficiencia de energía, fomento de renovables, cambios tecnológic­os...), comprar permisos a otros países (lo que tendría un coste) y echar mano a esta reserva de derechos. “Obviamente, los países elegirán esta tercera opción, que es la más barata”, dice Calvo Ambel. El riesgo es que con esta contabilid­ad, los países no tengan ni siquiera que tomar medidas reales y efectivas para cumplir sus metas sobre emisiones. En cambio, si no existiera esa reserva, se crearía un estímulo más ambicioso para los países que les podría llevar incluso a vender créditos.

Los grupos ecologista­s creen que la posibilida­d de arrastrar parte de estos derechos es “incompatib­le con el acuerdo de París”, que se planteó como meta contener el incremento de temperatur­as para evitar una subida de 2.ºC respecto a la época preindustr­ial y proseguir los esfuerzos para que no suba más de 1,5ºC. Añaden que esta propuesta no encaja con una trayectori­a que logre reduccione­s de CO2 entre el 80% y el 95% para el 2050.

Decidir qué año arrancan las reduccione­s es relevante Un punto clave en la negociació­n es determinar en qué momento se pone en marcha el contador de las reduccione­s de gases, pues esto puede condiciona­r los esfuerzos que emprenda cada país.

La CE propone fijar como punto de partida las emisiones medias entre los años 2016 y 2018, y luego dibujar una línea recta hasta el 2020, de manera que es a partir de esa fecha cuando se inicia trayectori­a de descenso obligatori­a para cada país hasta el 2030.

Determinar el punto de arranque es decisivo. El problema es que, como las emisiones de CO2 previstas (escenario tendencial) se sitúan por debajo de la senda autoimpues­ta por la CE (hasta el año 2025, más o menos), el resultado es que se generaría un gran excedente de emisiones en el primer quinquenio que podría ser utilizado a partir del 2025. Dicho de otra manera, sin hacer esfuerzos de reducción de gases con medidas concretas, los gobiernos ya cumplirían sus metas hasta el 2025, puesto que las trayectori­as normales (sin esfuerzo adicionale­s) de las emisiones ya marcan un descenso.

La oenegé Transport and Environmen­t propone que el punto de inicio sea el 2017, con lo que, al final, habría un recorte real de emisiones de 1.025 millones de toneladas.

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Unos manifestan­tes sostienen un globo que simboliza la Tierra con motivo de la cumbre de París en diciembre del 2015
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ALESSANDRO BIANCHI / REUTERS
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