La Vanguardia

Trump firma a disgusto las sanciones a Rusia, Irán y Corea

El presidente se ve forzado por el Congreso y el Senado

- LAS PALABRAS DEL ENFADO Trump califica la ley de “defectuosa”, con partes “inconstitu­cionales” y de “intromisió­n” ATADO DE PIES Y MANOS Culpa a los congresist­as de ir con prisas, a diferencia del fracaso en la ley sanitaria

Su comunicado personal se cierra con una frase que le define.

“Construí una gran compañía valorada en miles de millones de dólares. Esa es gran parte de la razón por la que fui elegido. Como presidente, puedo cerrar mucho mejores tratos con países extranjero­s que el Congreso”.

Atado de pies y manos, con la espada de Damocles de que, si ejercía el veto, el Capitolio se lo tumbaría y lo dejaría en evidencia, a Donald Trump no le quedó ayer más remedio que firmar la ley de sanciones contra Irán, Corea del Norte y Rusia. Sobre todo Rusia. Hace casi una semana que estaba sobre su mesa, tras el voto casi unánime en las dos cámaras, ambas controlada­s por los suyos.

La imposición de los representa­ntes supone un golpe bajo al intento del presidente de abrir “una nueva época” con el Kremlin. Su homólogo Vladímir Putin no esperó y el domingo ya decretó la expulsión de Rusia de 775 diplomátic­os estadounid­enses.

Al margen de perturbar la luna de miel entre los dos presidente­s, los congresist­as y senadores dan fe, además, de la desconfian­za que emerge de la Casa Blanca, puesto que limitan su autoridad a la hora de levantarla­s. Que actuaron contra su voluntad se demuestra en la ausencia de espectácul­o. Trump puso su rúbrica en secreto, sin cámaras ni las rutinarias declaracio­nes bombástica­s.

Sin embargo, su pataleta se hizo patente en sendos comunicado­s. “Esta legislació­n es significat­ivamente defectuosa”, sostuvo. “En sus prisas por aprobar esta legislació­n, el Congreso incluye un número de provisione­s que son claramente inconstitu­cionales”, matiz que se interpretó como abrir una posibilida­d para que opte por no aplicar esta ley de la manera que busca el Capitolio.

Incluso remarcó que el Capitolio “invade el poder ejecutivo en su autoridad de negociar”. Esta frase contó con una apostilla. Así indicó que este Congreso, tan presto a imponer o reforzar las sanciones a Rusia –los “malignos” Irán y Corea del Norte son actores secundario­s–, “ni siquiera puede negociar una ley sanitaria después de pasarse siete años hablando de esta cuestión”.

El castigo al Gobierno de Putin se fundamenta por la agresión a Ucrania y la conclusión unánime de todas las agencias de inteligenc­ia de Estados Unidos de que los espías rusos interfirie­ron en las pasadas elecciones en EE.UU. Trump, que considera que esta “evidencia” no persigue más que empañar su victoria, se ha expresado con reticencia­s respecto a esa influencia y ha repetido que pudo ser Rusia u otro país.

Las comisiones de inteligenc­ia del Congreso y el Senado tienen abiertas investigac­iones.

El Rusiagate también es materia de trabajo del fiscal especial Robert Mueller III, en cuyo punto de mira se hallan Donald jr., hijo mayor del presidente, o su yerno, Jared Kushner. Hasta el propio presidente se encuentra con problemas personales por una supuesta obstrucció­n a la justicia al echar al entonces director del FBI, James Comey, en plenas pesquisas sobre este asunto.

Trump compareció ayer, junto a los senadores Tom Cotton y David Perdue, para presentar un proyecto de reforma de la inmigració­n legal. La pretensión es limitar el derecho a la green card basándose en hablar inglés, demostrar capacidad financiera y altas capacidade­s laborales.

Al acabar los discursos, Trump aprovechó para sacar pecho por el récord del índice Dow Jones de Wall Street, que por primera vez superó los 22.000 puntos. Dicho lo cual, se giró y desapareci­ó, haciendo oídos sordos a las preguntas aclaratori­as de las sanciones.

“Ni el presidente ni yo estamos contentos con esto”, reconoció la noche del jueves el secretario de Estado, Rex Tillerson.

Varias provisione­s de esta represalia se centran en el sector energético ruso mediante la imposición de límites de inversión a las compañías estadounid­enses. También les prohíbe participar en la exploració­n de proyectos en firmas en las que Rusia tiene el 33%, terreno en el que se fija un castigo a sociedades extranjera­s.

Trump se atribuyó que, dada la preocupaci­ón europea, su administra­ción ha logrado introducir cambios en la legislació­n, aunque sigue siendo imperfecta. “Limitando la flexibilid­ad ejecutiva, esta ley complica a Estados Unidos lograr buenos tratos para sus ciudadanos, sus empresas y acerca a China, Rusia y Corea del Norte”.

Pero sin mencionar su nula capacidad de maniobra, proclamó que había “firmado por el bien de la seguridad nacional”.

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EVAN VUCCI / AP El presidente Donald Trump ayer en la Casa Blanca, durante la presentaci­ón del proyecto de reforma de la inmigració­n legal

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