La Vanguardia

Crónica dietética de una cena liviana de verano

- MAGDA CARLAS

Cena veraniega en el restaurant­e, una más, con comensales del sexo femenino de mediana edad. Por unanimidad se opta por el plato único por aquello de que “son muchos días de restaurant­e” y de que “queda verano por delante” .Vaya, que las intencione­s de cena liviana son claras. Pero los platos tardan y como por arte de magia las reservas de pan empiezan a descender. Y las de aceite, porque el restaurant­e ha tenido la gentileza de ofrecer como aperitivo un muy buen aceite de oliva. Total, que empieza un alegre festival de pan y aceite que provoca los más fervientes elogios de las saludables comensales. A fin de cuentas la combinació­n de pan con aceite de oliva es mediterrán­ea, cardiosalu­dable y sabrosísim­a. Así que se pide una segunda ronda de pan. Los platos hacen por fin su aparición. Y pasa lo que era de esperar: el carpaccio de pescado sabe a poco y la ensalada es más efímera de lo que su atractivo nombre prometía. Al final, ante platos tan etéreos se opta por unos contundent­es postres, esto sí, a compartir. Y por otra copa de vino blanco fresquito, que es suave y menos energético que el tinto. A la hora del café y por supuesto vuelve a haber unanimidad: con sacarina.

Es curioso lo contraprod­ucente que puede ser, en temas de dieta, reprimirse demasiado…..

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