Crónica dietética de una cena liviana de verano
Cena veraniega en el restaurante, una más, con comensales del sexo femenino de mediana edad. Por unanimidad se opta por el plato único por aquello de que “son muchos días de restaurante” y de que “queda verano por delante” .Vaya, que las intenciones de cena liviana son claras. Pero los platos tardan y como por arte de magia las reservas de pan empiezan a descender. Y las de aceite, porque el restaurante ha tenido la gentileza de ofrecer como aperitivo un muy buen aceite de oliva. Total, que empieza un alegre festival de pan y aceite que provoca los más fervientes elogios de las saludables comensales. A fin de cuentas la combinación de pan con aceite de oliva es mediterránea, cardiosaludable y sabrosísima. Así que se pide una segunda ronda de pan. Los platos hacen por fin su aparición. Y pasa lo que era de esperar: el carpaccio de pescado sabe a poco y la ensalada es más efímera de lo que su atractivo nombre prometía. Al final, ante platos tan etéreos se opta por unos contundentes postres, esto sí, a compartir. Y por otra copa de vino blanco fresquito, que es suave y menos energético que el tinto. A la hora del café y por supuesto vuelve a haber unanimidad: con sacarina.
Es curioso lo contraproducente que puede ser, en temas de dieta, reprimirse demasiado…..