Entre Barenboim y la arqueología musical
Cuando en Barcelona sube la temperatura, en Buenos Aires hace un frío que pela. Sin embargo, las olas polares, que este invierno austral se están intercalando con benignas jornadas primaverales, no amilanan a los porteños, acostumbrados casi tanto como los barceloneses a disfrutar de la calle y las actividades populares. El sábado pasado miles de personas colmaron la plaza anexa al teatro Colón para escuchar un concierto que ya se ha convertido en clásico por estas fechas: el dúo de pianos de los dos músicos argentinos más reconocidos internacionalmente, Daniel Barenboim y Marta Argerich. Hace cuatro años que el afamado director de orquesta sucumbió a la nostalgia de su infancia y decidió volver como hijo pródigo a su ciudad natal, donde vivió hasta los diez años. El maestro alcanzó un acuerdo con el coliseo operístico argentino para realizar anualmente el exitoso Festival Barenboim, que siempre agota entradas y cuenta como invitada estelar con la pianista Argerich, junto a quien el fin de semana pasado interpretó a Debussy y Wagner en dos abarrotados conciertos en el teatro, además del celebrado al aire libre. Ya esta semana, en otros dos recitales, Barenboim ejerció su actividad principal dirigiendo a su orquesta West Eastern Divan, con Argerich como solista. El hijo pródigo debía actuar anoche como pianista en un concierto de cámara junto a su hijo Michael al violín. Y hoy está previsto que cierre el festival dirigiendo nuevamente a la orquesta formada por jóvenes músicos árabes y judíos.